Carmen Cecilia Mejía conserva el acta de matrimonio católico que contrajo en 1973 con Beltrán Hinojosa, un campesino que terminó siendo, por posesión, el primer y único dueño legítimo de la finca Las Nubes, con más de 350 hectáreas de tierra fértil, que años más tarde, compró el cantautor de música vallenata Diomedes Díaz, ubicada en el corregimiento de Badillo, al norte de Valledupar. La estancia ha sido objeto de una serie de reclamaciones por parte de terceros que fueron apareciendo unos como compradores y otros como herederos de Hinojosa. El predio llegó a ser punto de discordia no solo de las familias que a lo largo de los últimos 28 años, tras la muerte de Beltrán Hinojosa en 1991, han pretendido quedarse con él, sino de los hijos del Cacique de La Junta que lo incluían como parte de los bienes que dejó su padre, y el mánager del artista José Zequeda, quien argumentaba que Diomedes se la había vendido en 2006 a su esposa Teodora Daza. Hasta los paramilitares incursionaron en la finca y desterraron a quienes habían tomado posesión de las tierras; finalmente tras un proceso de Restitución de Tierras, el Tribunal del Distrito Judicial de Cartagena terminó reconociendo como dueños a nueve sobrinos de Beltrán Hinojosa que instauraron una demanda ante la Unidad de Restitución como víctimas de las autodefensas que los sacaron de la finca en 2002. Sin embargo, mientras muchos trataron de quedarse con las tierras productivas para el arroz y la cría de ganado, unos comprando de buena fe y otros a través de acciones fraudulentas, en silencio quien realmente podría al final ser la propietaria había estado marginada en medio de ese mar de ambición. Carmen Cecilia Mejía se casó con Beltrán Hinojosa en la catedral de Valledupar; un año después del matrimonio, su esposo hizo la inscripción de la finca en la Oficina de Instrumentos Públicos en esta capital bajo la matrícula 190-23084, y convivieron varios años, hasta que por diferencias terminaron separándose. Aunque nunca hubo divorcio, ni liquidación de la sociedad conyugal formal, si se registró una supuesta separación de bienes; a ella le dieron unas cuantas vacas, pero de las tierras nada. Ahora cuando los sobrinos de Hinojosa, de apellido González recibieron de parte de la Unidad de Restitución de Tierras, reconociéndolos como dueños legítimos, Carmen Mejía, residente en el corregimiento de La Junta, La Guajira, decidió reclamar el predio. Nunca tuvieron hijos, pero hasta el sol de hoy y ante la iglesia católica, figura como cónyuge sobreviviente y posible heredera de Beltrán, su esposo.
Tutela para reclamar sus derechos
Ante la Corte Suprema de Justicia, Carmen Cecilia Mejía, a través de su abogado Leonardo Maestre, instauró una acción de tutela con el fin de anular la decisión del Tribunal de Cartagena, que otorgó el bien a los supuestos descendientes de Hinojosa. Se trata de los González, hijos de una hermana de Beltrán, quienes fueron desalojados por los paras. “Llegaron unos supuestos sobrinos de él, nunca los conocí, nunca los vi en la finca, entonces en qué momento, dónde estuvo esa familia antes de llegar aquí”, dijo la mujer. Para el abogado Maestre existe una serie de irregularidades en el proceso. Primero, el fallo se fundamenta en una posesión de los supuestos herederos que fue intermitente, y no tuvo en cuenta para nada a su apoderada como cónyuge del legítimo dueño fallecido. La Corte desestimó la tutela, y ahora esta pasó a revisión de la Corte Constitucional. “Siendo su esposa, tras la muerte de Beltrán, es ella quien tiene derechos sobre el bien. Debió hacerse una sucesión, donde quienes se sintieran con poder de reclamar lo hicieran, pero no se surtió ese proceso. Se desconoció a Carmen Cecilia como viuda de Beltrán, y los jueces dieron vía libre a una restitución que es irregular”, sostuvo el abogado. Ahora, como última instancia, mientras Carmen Cecilia, ya una mujer mayor y con quebrantos de salud, le pide a la Corte Constitucional que revise su caso, el abogado avanza en presentarlo ante la Corte Penal Internacional para hacer valer los derechos de su apoderada sobre el bien que compartió por largos años con su esposo. “Ellos no hicieron capitulaciones, al morir Beltrán, las tierras debían pasar a su esposa, así estuvieran separados, porque antes de la Constitución de 1991, el matrimonio católico no se podía disolver sino con una orden del vaticano, así que ellos siguieron casados, a pesar de no vivir juntos. Ella engañada, fueron ante notario y juez para la separación de bienes y supuesta liquidación de sociedad conyugal, cuando para la época no eran los competentes para eso. Beltrán no volvió a contraer matrimonio, ni tuvo hijos, pero aparecieron unos sobrinos que antes nadie conocía para quedarse con las tierras, mientras la viuda del verdadero dueño vive en una casa humilde en La Junta”, indicó.
Beltrán nunca vendió la finca
Beltrán Hinojosa nunca vendió la finca. Sin embargo, hubo intentos de compra-venta simulada para apropiarse de ella y hasta un testamento falso, que fueron desvirtuados en demandas, pero entre un proceso y otro, pasó tiempo en que terceros llegaron a tener posesión del bien e incluso usufructuarlo. “Beltrán no sabía leer, ni escribir, quedó mal de la vista, al salir yo de la finca le cayeron, era una hacienda arrocera, le hicieron creer que le iban a arrendar las tierras, y lo que firmó fue un contrato de venta, y así quisieron engañarlo”, sostuvo Carmen Mejía. Manuel González, quien hace parte del grupo de desplazados, a los que la Unidad de Restitución de Tierras reconoció como dueño, sostuvo que “eso fue un proceso muy largo, a Beltrán desde que estaba en vida quisieron robarle Las Nubes, él puso una demanda, y el fallo que le regresó el bien salió después que él se murió”. “Nosotros heredamos porque el solo tuvo una hermana, que era mi abuela, María Fernanda Hinojosa, era su única familiar, y ella tuvo nueve hijos. Yo soy nieto de Beltrán, nosotros llegamos ahí cuando él todavía estaba vivo, pero cuando muere tomamos posesión de la finca”, precisó. Reconoce que Beltrán tuvo una esposa, pero hubo una separación y división de bienes. “Cuando mi tío muere, aparece un señor Nelson Escalona, diciendo que le había dejado la finca en un testamento, pero Beltrán no sabía leer, ni escribir, entonces comenzamos esa ‘pelea’ con Nelson, y cuando se vio perdido, nos dijo que lo metiéramos como heredero porque él lo había ayudado en una disputa con las hermanas Hinojosa Daza que alcanzaron a tener escrituras del predio; le dijimos al señor Escalona que lo metíamos como heredero si regresaba el ganado, los chivos y la maquinaria que se había llevado, él aceptó, en eso él se murió y no pudimos definirlo, Nelson tampoco tuvo hijos, pero llegaron unos supuestos herederos de él, y los cuñados de una mujer que él tenía y se volvió un enredo”.