Historias

Manolo Duque, alcalde de Cartagena: ¿La filosofía no sirve para nada?

La idea del macabro modelo es sacar humanoides sin consciencia crítica, autómatas en serie con formación técnica que provea de mano de obra tecnificada al sector productivo de un nuevo orden mundial con vocación servil.

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Un texto de Juan Diego Perdomo*, pero primero, este video...

A principios de este año el gobernador de Kentucky, Matt Bervin, sugirió que los estudiantes de la carrera de literatura francesa “no deberían recibir becas del estado”. Explicó que los alumnos de las liberal arts ya no eran compatibles con el mercado laboral, ni contribuían al crecimiento de la economía. El mandatario republicano concluyó que los ciudadanos “no tenían por qué pagar esa formación con sus impuestos”.

Durante la época de la antigüedad clásica, en el Mundo grecorromano, las liberal arts se consideraban una educación esencial para un individuo libre y activo en la vida cívica y política. En esta sociedad del Gran Hermano eso pasó a ser una quimera pues estamos presos de un sistema tirano, insensible y pragmático que privilegia lo urgente sobre lo importante.

El año pasado, el ministro de Educación japonés Hakubun Shimomura pidió a 60 universidades cerrar sus carreras de ciencias sociales y abrir “áreas que respondan mejor a necesidades de la sociedad”. Existe un plan de la Universidad Complutense de Madrid de cerrar su Facultad de Filosofía, hecho que tuvo resistencia en pensadores como Fernando Savater, quien se opuso a través del texto ¿Por qué la filosofía? En 2011, el entonces rector de la Universidad de Cartagena pidió reducir créditos al pénsum académico de las carreras de Ciencias Humanas con el mismo argumento.

La idea del macabro modelo es sacar humanoides sin consciencia crítica, autómatas en serie con formación técnica que provea de mano de obra tecnificada al sector productivo de un nuevo orden mundial con vocación servil, basado en las nuevas tecnologías.

En esa misma línea, pero con argumentos fútiles propios del desparpajo que lo caracteriza, el alcalde de Cartagena de Indias, Manolo Duque, en una entrevista al programa “La opinión detrás de la noticia” del Canal Cartagena, en respuesta a la pregunta si contemplaba hacer cambios desde la Secretaría de Educación para evitar la deserción, cuestionó con notable vehemencia la enseñanza de la Filosofía en las Instituciones oficiales del Distrito:

“Un muchacho de esos que tú le des filosofía… ¿De qué le sirve la filosofía?”, “(…) tú ves un pénsum en la ciudad de Cartagena donde un muchacho está estudiando Filosofía y uno dice: y este muchacho qué va hacer con eso (…)”. (Ver vídeo) Cuando lo escuché me dije: pues no votar por personajes como tú.

Pido a los filósofos del país que lo disculpen. Nuestro alcalde es coherente, pues sus ideas son producto de su mundo de la vida donde “saber hacer” es lo importe en menoscabo del “saber” y el “saber ser”. Sus elucubraciones al parecer no tienen una conexión entre lo que piensa y dice, pues es evidente que su proceso es al revés. Sus declaraciones son chascarrillos improvisados de un burgomaestre primario y asustadizo que no representa a esa minoría reflexiva, que fundamenta sus posturas en lo aprendido por la filosofía, las ciencias sociales y las humanidades. La mayoría lo eligió, deduzcan por qué.

Si su preocupación es la mediocre educación media en las públicas de la ciudad, le sugiero al Alcalde leer al neurocientífico colombiano Rodolfo Llinás, quien en sus “menospreciados” principios para orientar la educación en un salón de clase dice que somos un “baúl repleto de contenidos, pero vacío de contexto”.

Explica, por ejemplo, que en la escuela se nos enseña la ubicación geográfica de los ríos, pero jamás nos explican la importancia del agua. “Todo lo que existe tiene una causa previa”, principio regente de la “educación en contexto”. Si ello se aplicara en nuestra ciudad, seguramente él no fuera alcalde y yo no estuviera tirándole tecla al asunto.

Pero las declaraciones del alcalde Manolo, que tienen origen en esa odiosa “colonialidad del saber”, demandan un análisis menos local ya que existe una creciente apatía global por las ciencias sociales y las humanidades. Esa visión productivista y mercantil del conocimiento y la investigación es indignante y preocupante.

En estos tiempos de reconciliación y paz, alcanzar esa “paz estable y duradera” que tanto anhelamos requiere de profesionales capaces de hacer lecturas antropológicas que permitan reconstituir nuestro tejido social. Bien lo explica la filósofa estadounidense Martha Nussbaum: una política de la reconciliación debe preocuparse por la forma de la educación. Alcalde, por favor leer con atención:

Responder a los retos tecnológicos sin descuidar los conocimientos humanísticos es posible. En 2014 la anterior administración departamental en Bolívar presentó el proyecto de becas de alta educación Bolívar Gana Con Ciencia para financiar estudios en seis líneas de investigación de Ciencia, Tecnología e Innovación (CT+I), entre ellas, CT+I en áreas Sociales y Humanas, y CT+I en Cultura.

Sin embargo, para el Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación (Colciencias), es más “rentable” apoyar proyectos en ciencias “duras” que apostarle a las sociales. En 2015 de los 189 programas de doctorado que concursaron para recibir becas ninguno corresponde a ciencias humanas.

Desafortunadamente un país que piensa en cobertura y grados exprés, y no en oportunidades de acceso a una formación educativa de calidad, estará condenado a que badulaques con poder menosprecien las ciencias sociales y las humanidades porque “no producen utilidades”.

El escritor argentino Andrés Oppenheimer refuerza el estereotipo. En una entrevista a El Tiempo, se le ocurrió un dislate muy de su retórica mercantil: “América Latina necesita menos poetas y más técnicos y científicos”. Imagínense un mundo donde definitivamente el conocimiento se mida por competencias y no por la capacidad creativa. ¡Toda una distopía! Al respecto el profesor Antanas Mockus fue certero y comentó que ignorar esas disciplinas “implica perder la capacidad crítica de los ciudadanos y el riesgo de caer en un analfabetismo cultural”.

¿De qué le sirve la filosofía a un estudiante? La filosofía es una reflexión sobre los saberes disponibles, es la práctica del pensamiento. Lástima que aquellos que nos gobiernan no lo ejerciten, pues dicen ser “caballos cocheros”.

ADENDA:

“Hace falta sustituir los pensamientos simplistas y dogmáticos por la capacidad para dialogar y razonar de manera crítica. Aprender de los demás aunque no estemos de acuerdo con lo que dicen, pues debatir es aprender”: aparte del texto Menos tecnología y más humanidades de Franc Ponti, profesor de Innovación del EADA Business School.

*Juan Diego Perdomo [ @Perdomoalaba ] es periodista cartagenero. Si quieren seguirlo pueden hacerlo aquí. Publicado con autorización expresa del autor. Posteado inicialmente en el blog Políticamente Insurrecto del diario El Espectador.