Sentada en una vieja silla de madera en su vivienda del barrio La Vega, en la zona norte de Sincelejo, ve pasar las horas Edith Guerrero Montes, una mujer de 63 años a la que la vida le cambió para siempre el 28 de abril de 2016 cuando hombres armados del ‘Clan del Golfo’ asesinaron a su hijo Jan Alberto Zabala Montes, un joven de condición especial, pues sufría retardo mental.
Como si los problemas de salud no fueran sufi cientes, la violencia se ensañó contra esta mujer llevándose a un hijo.
Desde esa fatídica noche la adulta mayor sumó una tristeza más a su vida, pues al hecho de vivir en medio de la pobreza, no tener una pierna por una fuerte diabetes y haber perdido un riñón como consecuencia de la presión arterial, se tuvo que acostumbrar a vivir sin su niño especial, como le decía a Zabala Montes, aquel que un día le prometió que jamás la dejaría.
"Jan Alberto era el que veía por mí, yo tuve cuatro mujeres, pero todas hicieron sus vidas, él hacía sus mandados, me aseaba la casa, me compraba una bolsa de leche y un pan dietético, me decía que jamás me dejaría sola y vea usted lo que pasó, la delincuencia no lo dejó cumplirme esa promesa”, dice Edith Guerrero mientras intenta no llorar, aunque es difícil no hacerlo pues su rostro refl eja el dolor de una madre que perdió lo que más quería.
EL DÍA QUE LA PROMESA SE INCUMPLIÓ
Guerrero Montes recuerda que el día en que asesinaron a su hijo, ella tuvo que acudir como lo hace tres veces por semana desde hace varios años a practicarse unas diálisis, ese día Jan Alberto le rega ló un mango de corazón, la fruta preferida de la adulta mayor, para que en medio del procedimiento médico no se fuera a descompensar.
Después el joven de 24 años se fue para la calle a hacer lo de siempre, rebuscarse haciendo mandados para poder llevar algo de comer a su anciana madre, porque en medio de su condición especial, Jan Alberto Zabala era demasiado especial con su mamá.
Sin embargo, ese 28 de abril el joven no contaba con que cerca de su vivienda dos hombres que se desplazaban en una motocicleta, en la cual iba de parrillero Bladimir Palomino Batista, alias ‘Daniel’, iba a estar rondando las calles buscando una víctima al azar para demostrarle a sus jefes del ‘Clan del Golfo’ que sí tenía las capacidades para pertenecer a la organización criminal.
“Yo escuché varios disparos y cuando vinieron a la casa me dijeron que a Jan Alberto lo había atropellado una moto, pero mi corazón de madre me decía otra cosa, a mí me tuvieron que llevar para la clínica y estando allá fue que el médico me contó lo que realmente le había pasado a mi hijo”, relata Edith Guerrero, mientras varios nietos menores de edad están a su lado dándole el consuelo que necesita su alma para poder descansar.
SE HA INTENTADO QUITAR LA VIDA
Sin tapujos y en medio de su relato para AL DÍA con el que parece estar desahogando las penas de su alma, Edith Guerrero sostiene que ha intentado acabar con su vida para parar su sufrimiento.
“La vida es muy injusta, esto ha sido muy duro para mí. Hubo una ocasión en la que un hombre pasó vendiendo veneno para ratas y yo lo llamé, ¿pero sabe algo? yo ese día no encontraba la salida a la calle, era como si algo me intentara detener, yo le grité a aquel hombre que me vendiera el matarratas pero él no me lo quiso vender y se fue corriendo. Después me di cuenta que esos fueron planes de Dios que me dijo que tú todavía no te tienes que ir de este mundo”, manifiesta la adulta mayor que dice que las noches son las peores pues no logra conciliar el
sueño.
EL SER ESPECIAL DE LA VEGA
Una sonrisa llega a su desdibujado rostro por la tristeza cuando Edith Guerrero recuerda cómo era su hijo. “Mire él era muy especial y no porque era enfermo. Si usted le daba 200 pesos por hacer un mandado para él eso era bastante plata, él no se pegaba de nada, hacía mandados por el barrio por 500 pesos y 1.000 pesos, era un muchacho muy querido y lo venían buscar mucho para regalarle cosas”, señaló Edith.
Todo lo que Jan Alberto conseguía con los mandados, o lo que le regalaban era para llevar a su casa, siempre estaba dispuesto a ayudar a las personas con las diligencias, pero en su corazón siempre estaba su madre, por eso antes de salir a la calle a hacer sus mandados y rebuscarse las monedas para llevarle un pan dietético y una bolsa con leche a su casa, aseaba la vivienda en la que vivía.
Por todo lo que significaba Jan Alberto o ‘Jancho’, como le decían por cariño, es que Edith Guerrero no duda en decir que no perdona a los asesinos de su hijo, ese perdón se lo deja a Jesucristro.
“Que los perdone Dios porque a mí me han hecho un daño muy grande, no los perdono porque haberme causado este sufrimiento a una persona como yo que estoy inútil en esta silla, eso no se hace, porque él era una persona especial. Yo le decía a él que no me gustaba que anduviera por ahí en la calle y él me decía que no tenía enemigos sino amigos en todos lados”, dice en medio de su dolor Edith Guerrero.
Los días de la mujer pasan desde la silla en la que mira para la calle, mientras que su esposo Bartolo Zabala, sale a trabajar al colegio que desde hace mucho tiempo vigila.
El hombre, que era una persona muy calmada, hoy en día dice Edith Guerrero, coge rabia por todo, es como si le tuviera rabia a la vida por lo que le sucedió a su hijo. Esta humilde familia espera que las autoridades apliquen todo el peso de la ley para quienes asesinaron al ser especial, quien solo tenía en su corazón ayudar en su casa sin hacerle daño a nadie. Por ahora la justicia le está cumpliendo pues la tarde del viernes el Juzgado Primero Penal Ambulante Bacrim de Sincelejo envió a la cárcel a los responsables de este y otros 10 crímenes más.