Allí, en la pared de su habitación juvenil, justo al lado de los amores platónicos de las películas y telenovelas, estaban dos hombres particulares: Robert Falcon Scott y Ernest Henry Shackleton. No eran los más agraciados, tampoco muy famosos entre las jovencitas, pero eran lo que la periodista científica colombiana Ángela Posada soñaba ser, una expedicionaria antártica.
Confiesa que le fascinan los pingüinos, especialmente los adelia. Conoció el Polo Sur geográfico, sobrevoló el continente antártico en una de las últimas misiones de la Nasa, se enfermó, celebró un cumpleaños en medio del blanco paisaje, acompañó a los científicos a sus investigaciones, entre otras aventuras, y posterior a ello escribió un libro para relatar sus aventuras en seis expediciones al continente helado, ese donde no hay nada, pero sucede de todo.
303 páginas
Ángela se ríe cuando recuerda la aventura que fue escribir su libro Hielo: Bitácora de una expedicionaria antártica.
En 303 páginas presenta al “continente de la ciencia, que es también como un asesino a sueldo”, y así lo contará a los asistentes del Hay Festival mañana a las 10:00 a.m. en la Unibac.
“La Antártida te puede matar de un guarapazo sin que uno se dé cuenta. Si te confías, te mata. Te puedes resbalar en cualquier momento, el clima se opaca y es como si estuvieras dentro de un vaso de leche. Yo digo que siempre está buscando formas de matarte”, explica.
Inconscientemente el sueño comenzó viendo especiales de la Antártida en National Geographic cuando era niña. “Se me hacía agua la boca”, dice. Incluso, antes de eso, había visto una enciclopedia de su padre donde estaban “las fotos impresionantes”… y así nació su primer amor. “La Antártida se parece a todo y no se parece a nada”, es su frase para describir esta zona del mundo.
Panorama en Colombia
En 2014 Colombia dio el gran paso. La primera misión al continente blanco partió de Cartagena y fue una iniciativa de la Armada Nacional, que Ángela no duda en calificar como “una machera” por sus aportes científicos e investigaciones.
“Colombia en la Antártida parecía imposible, hasta que alguien lo hizo”, dice en su relato.
Con la primera expedición (ya se está desarrollando la quinta) sucedió algo mágico, cuenta.
“Fue lindo ver la reacción y la parte emocional de los marinos, muchos nacidos en Barranquilla. Ellos no sabían qué esperar, les habían dicho de todo. Espontáneamente empezaron a cantar champeta y vallenato soltando esas emociones mezcladas. Se sentía realmente ese calor colombiano, ese que derrite los glaciares”.
En el texto relata una historia que unía la champeta y el hielo. Uno de los expedicionarios se llevó una grabadora y, afirma, “andaba como si estuviera en la playa oyendo algo”.
“Mientras andábamos entre los hielos había una foca acostada indolente. Él puso champeta y la foca levantó la cabeza como diciendo —¿perdón?— Estaba fascinada. Creo que era un ritmo que nunca se había oído en esas latitudes”, recuerda entre carcajadas.
Es una iniciativa de país, dice la Armada, para investigar científicamente el cambio climático, la evolución del clima, la biodiversidad de organismos antárticos, las adaptaciones al medio antártico, la valoración de recursos antárticos así como el relacionamiento entre Sudamérica y la Antártida.
Ahora el país está buscando el sitio idóneo para poner una base de investigación. Ángela dice que Colombia está haciendo lo correcto, paso a paso sin prisa y sin compararse con el resto de países.
“Ningún otro país había hecho lo que hace Colombia y es tan interesante, es hacer mediciones oceanográficas desde que cruzamos el canal de Panamá hasta que se llega a la Antártida. Colombia tiene una conexión física, atmosférica, oceanográfica y biológica, pero también inspiracional con la Antártida”.
Sus poderes
“Oiga, deje de pensar en bobadas y mire”, ese, según Ángela, es el regaño que la Antártida y sus colores le dan a quienes los visitan. “Quedas sin respiración por unos instantes porque es un paisaje que uno nunca ha visto”.
“La Antártida tiene el poder de obsesionar a la gente. O les fascina o les parece hartísimo el tono gris y blanco, por lo general es lo primero. Algo le cambia a uno por dentro cuando está allá”.
Por un lado está la geopolítica y por el otro el interés científico. Todo reúne a diferentes países en una misma zona, que ahora —cuenta con orgullo— tiene mayor presencia de mujeres, lo cual ha permitido “civilizar la Antártida”.
Colombia sueña con una estación y Ángela con grabar un documental en los Fuelles de Neptuno. Los viajes, experiencias y aprendizajes de los colombianos se pueden resumir en aquella frase de la periodista: “Cuando fui a la Antártida fue como si hubiera encontrado a mi novio perdido”.