ESPECIAL | 100 años de Nelson Mandela, luchador inalcanzable contra el racismo
Un repaso por la figura histórica del primer presidente negro de Sudáfrica.
El nombre de Nelson Mandela quedó escrito en la historia con letras doradas. Su trasegar se puede resumir como una verdadera epopeya, debido a que enfocó todas sus fuerzas a la búsqueda de la equidad social.
Este político y filántropo sudafricano que nació el 18 de julio de 1918 en Mvezo-Transkei (África del Sur), ostentó el cargo de presidente de su país de 1994 a 1999, convirtiéndose así en el primer mandatario de raza negra que encabezó el poder ejecutivo, y también el primero en resultar elegido por sufragio universal en su país.
Lo anterior hizo que su figura trascendiera a nivel mundial, al punto que durante esta semana se realizaron varios actos para conmemorar el natalicio 100 del que es considerado el patriarca de la Sudáfrica libre.
Su misión estuvo enfocada en equilibrar la balanza y darles voz a sus compatriotas, esos que por ser negros no eran tenidos en cuenta al momento de tomar las decisiones más importantes. Durante su gobierno se dedicó a desmontar la estructura social y política heredada del apartheid (sistema de segregación racial en Sudáfrica y Namibia) a través del combate del racismo, la pobreza y la promoción de la reconciliación social.
Como nacionalista africano y marxista, presidió el Congreso Nacional Africano (CNA) entre 1991 y 1997, y a nivel internacional fue secretario general del Movimiento de Países No Alineados entre 1998 y 2002, incidiendo cada vez más en las grandes decisiones de las naciones que buscaban desarrollo y equilibrio de sus clases.
REBAUTIZADO COMO ‘REVOLTOSO’
Como la de cualquier niño africano en las zonas rurales, la infancia de Nelson Mandela transcurrió entre juegos y un estrecho contacto con las tradiciones de su pueblo. Hijo del jefe de una tribu xhosa, se le puso de nombre Rolihlahla, que significa “revoltoso”; pero el primer día de clase, su profesora de inglés, la señorita Mdingane, les cambió el nombre a todos sus estudiantes. Era una vieja costumbre.
Los blancos decían que no sabían pronunciar los extraños nombres que los negros les ponían a sus hijos. Al pequeño Rolihlahla, personaje de 7 años que vestía unos pantalones de su padre, cortados a la altura de las rodillas y atados a la cintura con una cuerda, la señorita Mdingane le dijo: “A partir de hoy te llamarás Nelson”, sin imaginarse que aquella especie de bautizo serviría para que su nombre se expandiera con mayor facilidad por otros países.
Tras obtener la fama mundial, sus compatriotas lo llamarían Madiba (Abuelo venerable). A los nueve años recibiría el primer golpe de su vida: su padre murió mientras fumaba. Tras la pérdida, el jefe del pueblo thembu quiso hacerse cargo de él. Lo acogería en su casa y lo educaría como a uno de sus hijos.
Era una oportunidad única para Mandela. Cumplidos los 16 años pasó a formar parte del consejo tribal; tres años después, en 1937, ingresó en el internado para negros de Ford Hare donde cursó estudios superiores. Practicaba deporte -tenis, fútbol, carrera de fondo, boxeo-, estudiaba política, inglés, antropología, derecho romano y administración nativa. Era ambicioso, sumamente disciplinado y, sobre todo, obediente.
Se mostraba dispuesto a cumplir con lo que se esperaba de él, pero no a cualquier precio. En 1941 cuando regresó a su casa, durante unas vacaciones de la universidad, su tutor lo esperó con la noticia de que había arreglado dos matrimonios: uno para él y otro para su hijo mayor. Mandela resolvió abandonar su aldea y partió a Johannesburgo, desde donde encaminaría su revolución.
UN LÍDER NATO
La mayor ambición de Nelson Mandela era convertirse en abogado y luchar por los derechos de los demás. Esto se lo comentó a Garlick Mbekeni, un primo suyo que se dedicaba a la venta ambulante en Johannesburgo. Su primo le propuso visitar el despacho de un hombre importante, dueño de una agencia inmobiliaria y miembro del Congreso Nacional Africano (CNA).
Su nombre era Walter Sisulu. Ninguno de los dos, ni Sisulu ni Mandela, podían imaginar el impacto que tendría ese primer encuentro en la historia de su país. Ninguno podía sospechar que unos años más tarde, en 1964, serían condenados a cadena perpetua por oponerse a las políticas raciales discriminatorias del gobierno sudafricano.
Sisulu captó de inmediato sus innatos dotes de líder y lo introdujo en el CNA, un movimiento de lucha contra la opresión que desde hacía décadas venían padeciendo los negros sudafricanos. Pronto sus cualidades lo situarían en puestos prominentes de la organización.
En 1944, Mandela fue uno de los líderes fundadores de la Liga de la Juventud del Congreso, que llegaría a constituir el grupo dominante del CNA; su ideología era un socialismo africano: nacionalista, antirracista y antiimperialista. En 1948 llegó al poder en Sudáfrica el Partido Nacional, que institucionalizó la segregación racial creando el régimen del apartheid que encontraría en Mandela a su principal referente.
DE LA CÁRCEL A LA PRESIDENCIA
Desde 1952 Mandela pasó a presidir la federación del Congreso Nacional Africano de la provincia sudafricana de Transvaal, al tiempo que dirigía a los voluntarios que desafiaban al régimen; se había convertido en el líder del movimiento. La represión produjo 8.000 detenciones, incluyendo la de Mandela, que fue confinado en Johannesburgo.
Allí estableció el primer bufete de abogados negros de Sudáfrica. Paulatinamente había ido abandonando su postura africanista y adoptado la ideología del humanismo internacionalista que sostendría durante toda su vida.
En 1955, cumplidas sus condenas, reapareció en público, promoviendo la aprobación de una Carta de la Libertad, en la que se plasmaba la aspiración de un Estado multirracial, igualitario y democrático, una reforma agraria y una política de justicia social en el reparto de la riqueza. Por aquellos años otra mujer irrumpió con fuerza en su vida: la asistente social Nomzano Winnie Madikizela, más conocida como Winnie Mandela, con la que se casó en 1958. Tras su lucha y políticas pacifistas, en 1993 Mandela junto al también presidente sudafricano Frederick de Klerk, quien lo sacó de prisión, compartieron el Premio Nobel de la Paz en 1993.
Las elecciones de 1994 convirtieron a Mandela en el primer presidente negro de Sudáfrica (1994-1999); desde ese cargo puso en marcha una política de reconciliación nacional, manteniendo a De Klerk como vicepresidente y tratando de atraer hacia la participación democrática al díscolo partido Inkhata de mayoría zulú.
Mandela inició el Plan de Reconstrucción y Desarrollo, que destinó grandes cantidades de dinero a mejorar el nivel de vida de los sudafricanos negros en cuestiones como la educación, la vivienda, la sanidad o el empleo, e impulsó asimismo la redacción de una nueva constitución para el país, que fue finalmente aprobada por el parlamento en 1996.
Apartado de la vida política desde 1999, recibió múltiples reconocimientos. Pese a su retirada, el fervor que Mandela despertaba en sus compatriotas siguió vivo: en 2010 estuvo presente en las ceremonias del Mundial de Fútbol de Sudáfrica, y recibió el caluroso apoyo de la multitud. El jueves 5 de diciembre del 2013 murió a los 95 años, tras un prolongado proceso degenerativo.
Mandela contrajo una infección pulmonar durante los años que estuvo encarcelado en Robben Island, que condicionó su salud durante el resto de su vida. ¡Gloria y honor a Nelson Mandela al cumplirse 100 años de su nacimiento!