El secuestro de la periodista Salud Hernández-Mora, el 21 de Mayo, por parte de la guerrilla del ELN, tuvo en vilo por una semana a la sociedad colombiana, no solo porque es una reconocida reportera crítica del Gobierno actual, sino que su plagio puso en riesgo el proceso de paz que se está adelantando con el Ejército de Liberación Nacional y el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y pudo llegar a afectar el que se está realizando en La Habana, Cuba con las Farc.
La zona donde estuvo moviendose Salud tras sus días de cautiverio | Imagen: El Mundo.es
Luego de su liberación, gracias al apoyo de la iglesia católica, la periodista por fin relató lo sucedido en Tarra, municipio del Norte de Santander. Su versión de los hechos fue publicada en el portal Mundo.es y El Tiempo en el habitual espacio como columnista de opinión.
Esta es la única foto que logró tomar la periodista de una de las escuelas de la región | Foto: Salud Hernández
“Llego a El Tarra el miércoles (18 de mayo) por la mañana, en una tartana, por carreteras de tierra. El pueblo, enclavado en el Catatumbo, región selvática y montañosa, fronteriza con Venezuela, sobrevive del cultivo y procesamiento de coca. Lo encuentro alborotado por la desaparición de dos jornaleros. Sus familiares señalan al Ejército como los culpables. Bloquean las salidas para obligar a buscarlos.
Aunque hay policía, jamás abandonan su cuartel por temor a que los maten. Tampoco el batallón, situado a la salida de la localidad, impone autoridad alguna. El mando y control lo ejercen las Farc, el Eln y el Epl.”
Según la periodista, discutió con varios líderes de movimientos sociales a quien ella habría acusado en el pasado de tener conexiones con grupos guerrilleros. Fue acusada de “manipuladora” por los líderes del municipio de Tarra.
“A las 7:45, en una calle solitaria, dos guerrilleros me obligan a subirme a su moto y parquean metros más adelante. Se presentan como integrantes del ELN. Preguntan por qué peleo con las asociaciones. Me quitan cámaras, grabadora, documentos, cuadernos, memorias USB etc. “Revisamos todo y esta tarde o mañana se lo devolvemos y de pronto puede hablar con el comandante.”
Salud trató de avisar lo que estaba sucediendo, que iba a ser llevada con los guerrilleros. El sábado llegó al caserío Buenos Aires, cercano al río Catatumbo.
“Se va a quedar unos días con nosotros. Me llevo lo suyo y ya le traemos ropa. ¿Qué número tiene para las botas?”, le dijo uno de los captores a Salud “Es un error lo que hacen. Si usted me cita, yo vengo encantada, pero así solo conseguirá reproches. Fui idiota al fiarme de ustedes”, Les reprocha por lo que ya a todas luces es un secuestro.
Luego de escuchar al comandante dar un discurso sobre las razones y la existencia de la guerrilla del ELN, Salud reclama una vez más lo que está sucediendo. “Secuestrar a una reportera es un error. No voy a cambiar de opinión frente al ELN”.
En su relato cuenta que fue trasladada en varias ocasiones, tuvo distintos captores, quienes le informan que va a ser devuelta como un gesto humanitario a la CICR (Comité internacional de la Cruz Roja). Una de las cosas que más resalta en el relato es que los captores sabían perfectamente quien era ella.
“Comenta uno de los artículos que ha leído en una de las memorias que me quitó. Es sobre alias Gabino, líder del ELN. “Dice usted cosas terribles sobre él”, opina. “Y eso que no ha leído ni la mitad”, contesto.”
Durante una de las breves charlas que pudo hacer con uno de sus captores, Salud cuenta que muchos de esos subversivos son simples jóvenes que no superan los 17 años de edad que nunca han combatido al ejército, pero están dispuestos a hacerlo.
“Llegamos a otro rancho abandonado. Deben entregarme a una comisión. Pero no hay nadie a la vista. Pasan las horas. Consigo entablar conversación. El más joven, de 16 años, tiene cara de crío.” Si viene la plaga (Ejército) nos damos plomo”, reta, apretando su AK-47.Su compañero, de 17 años, salió a un caserío de los alrededores, a comprar comida. Están muertos de hambre. Regresa con arroz, lentejas y pasta.”
En medio de su captura fue encerrada, cruzó ríos pasó por plantaciones de coca y laboratorios donde se fabrica el poderoso estupefaciente. Para el día miércoles ya está con otro grupo de guerrilleros, allí puede, de nuevo, entablar conversación con uno de ellos.
“Pasamos por un laboratorio de base de coca y aguardan a prudente distancia. Termino y al volver junto a ellos, uno me pide que nos sentemos un rato. Roza la treintena y relata que ingresó hace cinco años porque los ricos lo quieren todo para ellos y el Eln lucha por los pobres. Que le empujaron a tomar las armas cuando le arrebataron toda esperanza de una vida digna. Respondo que la violencia no genera desarrollo. No me escucha, no le interesa intercambiar opiniones, solo descargar su hondo resentimiento. “No entregaremos nunca las armas, no hay garantías de que el Gobierno cumpla. Nunca dan lo que prometen”, pronostica. “¿Cree que las entregarán los de las Farc?”, inquiero. “No sé, pero no creo”, indica.”
El Viernes 27 por fin llega el día de su liberación. Es entregada a dos sacerdotes de la iglesia de San Calixto y San Pablo. Luego de un acto donde debe redactar una carta que describe la entrega, les anuncia a sus secuestradores que volverá al Catatumbo
“Nos deben dar garantías de que no volverán a secuestrar reporteros. Necesitamos venir a estas regiones a informar sobre los problemas que existen, no solo grupos armados”.
“Aclaramos que la retención de la periodista solo obedece a acciones rutinarias para neutralizar la infiltración enemiga en la zona (…)"El Frente de Guerra Nororiental está en un plan de control territorial, producto de factores de violencia que se vienen dando en el Catatumbo, donde aparecen personas extrañas en la zona (...) En este plan de control, una comisión guerrillera que recorría el territorio del municipio de El Tarra se informa de la presencia de agentes extraños a la zona y procede a realizar operación de control poblacional interceptando a la periodista Salud Hernández-Mora"", informan en la misiva.
Cabe recordar que Salud Hernández fue acusada, por la publicació Un Pasquín, de intercambiar correos electrónicos y de tener una amistad personal con el extinto jefe paramilitar Carlos Castaño – fue autora del prólogo del libro Mi confesión escrito por el propio Castaño- y de haber recibido información de primera mano por parte del DAS para atacar, a través de sus columnas de opinión, a detractores del gobierno del expresidente Álvaro Uribe Vélez.
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