En la Plaza Vieja de Peña, hoy parque Rafael Vergara Támara, en el centro de Sampués, con la presencia del general Rafael Uribe Uribe, se firmó la capitulación que puso verdadero final a la Guerra de los Mil Días en Colombia. En aquellos tiempos el país fue escenario de una constante agitación bélica y política, producto del enfrentamiento bipartidista por la toma y preservación del poder, y ante la carencia de mecanismos electorales confiables, estas polarizaciones por lo general desembocaban en guerras o conflictos, unos nacionales y otros regionales.
Una de estas guerras, la última, la más larga, la más sangrienta y devastadora, fue la
Guerra de los Mil Días
(1.899-1.902), la cual abarcó casi toda la geografía nacional, originándose por el levantamiento armado de los liberales contra el monopolio político, agenciado por la regeneración conservadora.
En investigaciones más completas, llevadas a cabo sobre esta temática por Acuña, se pudo establecer que Sampués fue escenario de un episodio desconocido para muchos colombianos, e incluso para historiadores. Dichas investigaciones lograron evidenciar que en este municipio se protagonizó la verdadera culminación de un conflicto, que durante tres años desangró al país dejando como consecuencia más de cien mil víctimas humanas, pobreza, orfandad, daños materiales incalculables y la separación del estado de Panamá.
Aunque parezca inverosímil, fue en Sampués, con la presencia del general Rafael Uribe Uribe, quese marcó el final de esta confrontación bélica bipartidista, con la entrega de armas por parte de los revolucionarios liberales, y la firma del
Tratado de Paz en la Plaza Vieja de Peña,
el 21 de noviembre de 1902.
En la Plaza, otrora escenario taurino, se pactó el cese de hostilidades de la gran guerra civil colombiana que se había iniciado en las postrimerías del siglo XIX y terminó a principios del XX. Con la derrota liberal en la batalla de Palonegro el 25 de mayo de 1900, finalizó la campaña militar en Santander y el general Rafael Uribe Uribe decidió buscar un mejor escenario para el combate y se encaminó entonces hacia la Costa Caribe.
El 12 de agosto se embarcó en una canoa en el puerto de Las Infantas del río Oponcito, acompañado por un puñado de valientes, sus más fervientes y leales compañeros. En agosto 30, el Héroe de Peralonso llegó a Bolívar, pasó frente a los cuarteles gobiernistas del Carmen de Bolívar y se estableció en el vecino Cerro de la Cansona.
En pocos días tenía una guerrilla de 30 hombres, tomándos rápidamente Sincelejo, el 3 de septiembre y allí estableció su cuartel central en la Calle Santander.
El general llegó por primera vez a Sampués la madrugada del 8 de septiembre de 1900, hospedándose en la residencia del ilustre liberal don Rúgero García Hernández quien previamente lo había invitado.
Desde ese día este municipio sabanero, ubicado estratégicamente en un cruce de caminos, jugaría un rol importantísimo a favor de las contiendas y operaciones militares, así como en tiempos de la independencia y del caudillo liberal Juan José Nieto.
La presencia de Uribe Uribe en la Costa Caribe, con el llamado Ejército del Norte, le imprimió un nuevo viraje y protagonismo a la guerra, y muchos pueblos y hombres tomaron partido en este conflicto, y además de Sampués, Sincelejo, Toluviejo, Closó, Corozal, Chinú, San Jacinto, Magangué, El Carmen, Macaján, Lorica, San Andrés de Sotavento y otras poblaciones sufrieron los estragos de los distintos enfrentamientos, hostigamientos y tomas, como bien lo atestigua en sus memorias el sincelejano, sargento mayor Ramón Sierra Barón, subalterno de Uribe Uribe).
Hay que resaltar la presencia y el liderazgo militar cumplido en la campaña del Bolívar Grande, por el general Uribe y del general Pedro Nel Ospina, alto mando de las fuerzas gobiernistas, y quien llevaba en su ejército como subalterno a Carlos E. Restrepo. Ambos años después, llegarían a ser presidentes de la República durante la hegemonía conservadora.
Pero sin duda alguna, la presencia de Uribe Uribe en la Costa Caribe, dirigiendo en persona las operaciones militares, le fijaron un nuevo derrotero a las hostilidades, hasta el punto que el gobierno conservador enviara a Pedro Nel Ospina para vencerle y apresarlo, a como diera lugar, lo cual nunca logró.
En este nuevo teatro, fue trascendental la visita del general Uribe a Colosó el 15 de septiembre de 1900, reuniendo allí a sus altos mandos, para trazar el nuevo curso de la guerra en la Costa Atlántica. Luego vino el asedio y posterior toma de Corozal el 15 de octubre, y en la cual pueblos liberales como Sampués, Morroa y Colosó aportaron hombres y víveres que permitieron la caída de este importante bastión de los conservadores,defendido por su máximos jefes Milciades Rodríguez y Bernardo González Franco.
Uribe es informado que Ospina se aproxima con un ejército de 4.000 hombres, y decide inteligentemente dejarle esta plaza, con la histórica carta de Corozal, fechada en noviembre 27 de 1.900. Pedro Nel Ospina, aún más iracundo persigue al caudillo.
Uribe lo espera atrincherado en Sampués y a pie firme. A la altura de un bajo del Arroyo Canoa, camino actual a Chochó, se rompen los fuegos,desencadenándose un combate que dura todo el día y en el cual Ospina al no poder romper las defensas liberales, ordena la retirada dejando en el campo de batalla nueve soldados muertos y trece heridos. Este combate fue el día 28 de noviembre de 1900, siendo también decisivo para el triunfo liberal el aporte y concurso del pueblo sampuesano.
Uribe Uribe sale de Sampués por la Calle San Juan de Dios o del Cementerio, rumbo a Chinú, y en esta épica persecución que llega hasta Lorica en el valle del Sinú, Uribe Uribe, aparentemente huye, pero todo hace parte de su estrategia, y las huestes gobiernistas tan solo obtienen humillantes derrotas. Uribe continúa su gesta rebelde en el Magdalena y al percatarse que en casi tres años de sublevación no ha alcanzado sus propósitos,decide atender una propuesta del gobierno, que ofrece a los liberales una mayor y mejor participación en la política nacional; es así como acepta pactar la paz en la hacienda Nerlandia, en Ciénaga (Magdalena) el 24 de octubre de 1.902.
Uribe al fin había logrado obtener un tratado decoroso, que reconoció a los revolucionarios la calidad de beligerantes, sin el trato despectivo de bandoleros, y ofreciéndoles una paz con garantías humanitarias, fue así como el 21 de noviembre de 1902 se firmó el Tratado de Paz que diera fin a las hostilidades bipartidistas de la guerra.