La desplazada que prepara vinos a base de frutas exóticas en Sincelejo
El emprendimiento de Rosalba Sierra, que fue su tesis de grado en sicología, mezcla torombolo, toronja y corozo.
Corozo, níspero, toronja y torombolo, frutas que crecen silvestres en los campos sucreños, constituyen para Rosalba Sierra Medina materia prima de una modesta industria vinícola que asumió inicialmente como emprendimiento en casa para derrotar la crisis originada por la pandemia, y que ahora es toda una empresa.
Los vinos que prepara esta psicóloga madre de tres hijos son 100% naturales, plus que le permitió contar con el apoyo del Fondo Emprender del Sena de Sucre para montar la empresa Vinos Frutos de la Sabana, que desde hace poco es una Sociedad por Acciones Simplificadas (SAS).
La idea de negocio de esta mujer, víctima de desplazamiento forzado, la plasmó en un trabajo académico que presentó en la universidad. Era un proyecto que desde hacía unos 20 años le rondaba en la cabeza.
Fue todo un reto, pues sin ser amante de esta bebida y del licor, y sin tener conocimientos profundos sobre su fabricación, se atrevió a desarrollar.
“Mi proyecto era tener un negocio propio, y me incliné por los vinos porque un familiar de mi mamá que trabajaba con unas monjas italianas aprendió con ellas la fabricación. Una vez nos trajo a casa el producto para probar, y a mí me gustó mucho. Él me enseñó, le propuse que lo hiciéramos como negocio y me respondió que no, que me enseñaba para que yo lo hiciera, y así fue”, explica la emprendedora que desde hace dos años está dedicada en vida, alma y corazón a su empresa, situada en la calle principal del barrio 20 de Julio en Sincelejo.
Corozo, el más apetecido
‘Chaba’, como la llaman con cariño familiares y allegados, desde enero, antes de montar la empresa, preparaba en casa los vinos que comercializaba en diciembre. “En ese momento no se vendían todos, pero no se perdía porque el vino entre más viejo o añejo es mejor”, manifiesta.
De hecho conserva hace ocho años en unas pimpinas unas frutas en fermentación, y afirma que ahora saben a whisky.
En su empresa prepara mensualmente tres tanques de 400 litros, que representan unas 2 mil botellas. El de corozo es el más apetecido, y el de cereza lo preparan en ediciones especiales. El de corozo lo hay en dos presentaciones: la tradicional, producto de toda la utilización de este fruto, y el de pulpa de corozo, que como su nombre lo indica es solo con la pulpa y su color es rosado. Este último es una edición que están estrenando.
La subregión de Sucre donde consiguen el fruto le da el nombre a cada vino que produce. El de Corozo se llama La Sabana, el de Toronja lleva el nombre de San Jorge, el de Níspero es Golfo de Morrosquillo, el de Cereza, Mojana; y el de Torombolo, Montes de María, porque lo consigue en el municipio de Colosó. Este, además, lo cultiva en el patio de su casa.
Vinos Frutos de la Sabana sale del anonimato en la presentación de una de las primeras ediciones de Expomujer, evento que organizó la Alcaldía de Sincelejo, y en el que Rosalba Sierra Medina no solo cautivó más clientes por la calidad de su producto, sino que encontró los consejos de quienes la instaron a participar en las convocatorias del Plan Semilla del Fondo Emprender Rural, donde fue una de las ganadoras.
El Sena le aportó hace dos años más de 100 millones de pesos para poner en marcha la empresa y con ella generar empleos. Esto Rosalba lo ha cumplido a cabalidad no solo como requisito, sino como meta propia, sostiene. Su objetivo es seguir creciendo y ya anuncia la reactivación de un nuevo proyecto: elaboración de vinagre, algo que hacía primariamente antes de los vinos.
El proceso de fermentación, que no requiere alcohol, pero si algo de azúcar en unas frutas más que en otras, ya lo hacen de forma industrial, y tarda unos tres meses. La empresa cuenta con seis tanques fermentadores y otras máquinas necesarias para el proceso. Esta es su forma de vida y sustento de siete familias.
Genera cinco empleos directos: contador público, ingeniero de alimentos, operario, distribuidor, y el de ella como gerente. También hay tres indirectos, las jovencitas que etiquetan las botellas.
Ventas en la Costa
El vino es comercializado en la sede de la empresa, e incluye también centros comerciales, restaurantes y almacenes de Sincelejo. Es tal la acogida que ya envían pedidos a ciudades como Cartagena, Montería y Valledupar.
Los subproductos del proceso, es decir lo que queda tras la fermentación y demás pasos, son utilizados para preparación de carnes, tortas y abono, por eso hacen parte de la ventanilla de negocios verdes de Carsucre.
La pandemia que hoy azota al mundo entero no le ha impedido a Rosalba seguir en su trabajo, por el contrario, las labores se le han incrementado, quizá porque la familia ahora permanece más en casa y disfruta con un buen vino producido por ella misma.
“La empresa fue creada con el enfoque de venderles vinos a restaurantes, panaderías y salones de eventos, pero por los efectos de la pandemia nos fuimos al consumidor final, y las redes sociales nos sirvieron mucho para ello. Nos llamaban para pedidos que hacíamos llegar con domiciliarios”, anota Rosalba, quien por cuenta de la violencia tuvo que salir hace 29 años de Pailitas (Cesar) con sus padres, sus cuatro hermanos y algunos sobrinos.
Desde entonces se radicaron en Sincelejo, por lo que ahora dice con mucho orgullo que se considera una sucreña, una sabanera más.