“Nunca es tarde para aprender”, es el viejo refrán que escuchamos reiteradamente, y que muchas veces ignoramos. Si usted amigo lector tiene un sueño que quedó frustrado y jamás volvió intentar a alcanzar, entonces lea con atención la historia de Celia Catalina Fontalvo Ortega, una magdalenense de 66 años radicada en el barrio La Chinita hace cuatro decadas, y quien el pasado martes cristalizó su anhelo de vida: graduarse de bachiller.
Ser adulta mayor no fue impedimento para capacitarse, e incluso obtener mención de honor por su destacado rendimiento académico. Sus canas se convirtieron en su principal motivación, ya que como ella misma lo expresa: “A estas alturas de la vida todo esfuerzo es mucho más meritorio”.
Oriunda del municipio de Zapayán (Magdalena), Celia tiene cuatro hijos: Dainis, Nayibis, Manuel y Sindy Escalante Fontalvo. Seis nietos y tres bisnietos. Hace 40 años, cuando llega a Barranquilla, se preocupó por formar a sus hijos y darles los recursos para convertirse en profesionales a punta de la venta de queso, negocio que hizo crecer con su constancia. Sin embargo, sus deseos de estudiar habían quedado aplazados desde su niñez, y solo hasta ahora pudo saber lo que era vestirse de toga y birrete.
Hoy Celia Catalina quiere seguir creciendo como persona, y por eso considera que haber obtenido el título de Bachiller Académico de la Institución Educativa Distrital ‘Luis Carlos Galán Sarmiento’, en la jornada nocturna-semiescolarizada, es un paso fundamental. “En mi época de juventud no pude estudiar porque había que trabajar duro y parejo para ayudar a mis padres, yo pilaba el maíz y hacía bollos.
A mí me metieron al colegio, pero no pasé de primero de primaria, porque por andar trabajando faltaba mucho a clases. Además mis padres no tenían dinero para comprar libretas, iba era con un pedazo de cartón, entonces me desmotivé”, recuerda Celia con mucha nostalgia aquella dura época en su natalZapayán o Bomba, como también se le conoce a su terruño. Sentada en la sala de su residencia situada en la carrera 14 No. 7A-04, esta morena que asegura sentirse como quinceañera, esboza una sonrisa apenas recuerda sus últimos seis años, en los que motivada por su amiga Juana Cassiani se matriculó para cursar primero de primaria.
“Luché mucho por conseguir este propósito, los profesores me motivaban y me ponían como ejemplo porque luego de trabajar todo el día vendiendo queso, cumplía con mis tareas y no faltaba a clases. Todos los profesores me querían porque veían mi esfuerzo, a veces sino podía hacer las tareas, le pedía ayuda a mis hijos, pero siempre cumplía”, comentó entre risas.
En tanto su compañera Juana la dejó sola en la travesía académica, y ahora se lamenta al verla graduada. “Para que vea como es la vida, ella fue la de la ‘cambamba’ y no siguió, ahora que me vio con el diploma se puso nostálgica”.
LA GUERRERA DE LA CHINITA
A Celia sus 29 compañeros de clases no la llamaban por su nombre, sino que la bautizaron la Guerrera, conscientes del gran esfuerzo que hacía esta bisabuela por conseguir la meta académica. “Los compañeros me cuidaban mucho, cuando iba a subir las escaleras estaban pendiente de que no me cayera. A la salida de clases me llevaban a mi casa. Me decían de cariño también la señora de la tercera edad, pero nunca lo tomé como una ofensa, sino como un cumplido”.
Para poder asistir a clases Celia Fontalvo Ortega debía comenzar sus jornadas desde las 5:00 a.m. Preparar el desayuno y dejar todo listo en el hogar para buscar el queso que comercializa entre sus clientes. A las 6:30 p.m. estaba puntual en su pupitre con libreta y lapicero en mano, lista a tomar nota.
“Fue una etapa muy bonita, cada día aprendía conceptos nuevos. Las materias que más me gustaron fueron matemáticas, español y química. Especialmente matemáticas porque aprendí a sacar con facilidad las cuentas del queso”.
“Mi consejo para los jóvenes es que sigan adelante, que estudien ahora que tienen todas las energías del mundo. A quienes por alguna razón suspendieron sus estudios, quiero que vean que nunca es tarde para retomar la marcha”, agregó Fontalvo. La sexagenaria mujer que hace 33 años se separó de su esposo y emprendió su lucha en solitario, se le hincha el corazón cuando le preguntan qué sintió el día del grado.
“Ha sido una de las alegrías más grandes de mi vida, fue un momento muy especial porque muchos de mis compañeros me expresaron su admiración por mi lucha y entrega. Todos me pidieron fotos, me sentía como una estrella”, dice entre risas. La menor de sus hijas, Cindy Escalante Fontalvo, la cambambera, como la llama de cariño, también comparte la alegría que embarga a su madre por estos días.
“Haberla visto con toga y birrete fue un momento muy emotivo, ese día lo celebramos con un compartir sorpresa y créeme que la emoción que sentimos todos fue grandísima porque se graduó con honores y la pusieron como ejemplo para los jóvenes”. “Ahora la vamos a animar para que se siga superando, alcanzando metas que tuvieron que esperar mucho tiempo para concretarse, pero que finalmente está logrando”, agregó Cindy.
VA POR OBJETIVOS MÁS GRANDES
Joaquín De la Rosa, docente de matemáticas, el preferido de Celia, contó que se siente satisfecho de haber aportado al crecimiento de esta valiente mujer. “Celia es una estudiante muy aplicada, siempre venía a sus clases muy puntual, nada más falló cuando la operaron de cataratas hace dos meses, pero ella indudablemente sirve de espejo para quienes quieren superarse.
A sus compañeros a veces los regañaba y les decía que no les daba pena que ella tenía más energías que todos para hacer las tareas y muchos se sonrojaban”. Las aspiraciones de Celia no terminan aquí, ella va por más y aunque admite sentirse un poco cansada, se ilusiona con ingresar al Sena o a una universidad.
“Me siento un poco cansada, pero sigo pensando en grande, a mi edad aún me siento útil para la sociedad y si me brindan la oportunidad seguiré entregando lo mejor de mí”, declaró esta amante del vallenato raizal.
La rectora de la Institución Educativa Distrital ‘Luis Carlos Galán Sarmiento’, Marla Beleño, aplaudió el esfuerzo y la entrega de Celia a quien definió como una mujer que vale oro. “La educación nocturna sobre todo en estos sectores vulnerables es una gran alternativa que damos a las personas mayores de edad para que puedan culminar sus estudios. La señora Celia es un gran ejemplo de superación, ya que a los 66 años pudo recibir el título de bachiller. Ella demuestra que siempre hay la oportunidad cuando existe voluntad”.