María José, de tan solo 16 años, duró muerta siete minutos tras varios vómitos de sangre y luego de haber perdido todo su estómago. Diana no podía atender a su hijo de un año que convulsionaba de fiebre por estar en cama con una infección que le llenó de pus el organismoy que le impedía respirar. Lorena veía con pavor cómo sus pezones necrosados se desprendían de la sutura mientras que su médico, que además la culpaba a ella, le recetaba la insólita solución de untarse gelatina sin sabor.
Una carnicería. Un verdadero catálogo de la infamia: órganos dañados, heridas purulentas, cicatrices en el cuerpo y el alma, padecimientos que antes no estaban, afecciones indecibles y remedios peores que la enfermedad. Esto y más es lo que han venido denunciando una veintena de mujeres que señalan a los hermanos médicos barranquilleros Carlos y Francisco Sales Puccini, de ser el origen de sus males.
Ambos galenos –con un diploma exprés de “cirujanos”, según la Fiscalía y la Procuraduría, expedidos por la polémica Universidad Veiga de Almeida, en Brasil– fueron imputados por fraude procesal, falsedad en documento privado y concierto para delinquir. Y el próximo viernes sabrán si la jueza 76 de control de garantías de Bogotá los envía o no a la cárcel.
EL HERALDO habló con tres de las víctimas de los Sales Puccini, a quienes la Fiscalía les atribuye, incluso, muertes.
La adolescente que vive sin estómago
“Mi nombre es María Agámez, soy cartagenera y diseñadora. Mi hija, María José Ríos, tenía 16 años y toda la vida tuvo sobrepeso y le daban taquicardias. Luché con endocrinólogos siempre porque no paraba de subir de peso. Alguien en Barranquilla me habló de Carlos Sales Puccini y de que la operación de los hilos gástricos era lo mejor. Costaba 14 millones de pesos.La operamos el 11 de enero de 2016 en la Clínica San Vicente de Barranquilla. Duró una hora y media, pero me extrañó que el doctor salió serio y sin hablarme, lo alcancé en la recepción y ahí fue que me dijo que había salido bien.
Al cuarto día, mi hija comenzó a vomitar sangre. Sales me dijo que era normal, que era un punto que se había roto. Me recetó un tratamiento con células madres que costaba un millón de pesos. A los dos días mi hija me decía que le sabía la boca a sangre, que le dolía la espalda.
A la madrugada siguiente volvió a vomitar y se desmayó, llamamos una ambulancia. Mi hija pesaba 82 kilos y yo 70, pero así la bajé cargada de un segundo piso. Llegamos a la Clínica del Mar y en el parqueadero volvió a vomitar y los médicos tuvieron que reanimarla siete minutos. Duró muerta siete minutos, le partieron la ropa con la cuchilla, la intubaron despierta y me dijeron que había que abrir y explorar. El doctor me dice que la niña no tiene estómago, que estaba destrozado, que tenía partes negras y partes blancas, y la metieron en cuidados intensivos abierta.
Llamamos a Sales y no contestó nadie. Todos los gastroenterólogos me decían que donde Sales ponía la mano era una culebra. Cuando me contestó me dijo que Cartagena estaba llena de médicos incapaces y yo le dije que no, que lo que no sabían era qué le había hecho él a mi hija. Entonces él me dice que no puede atenderme, que están en carnavales.
Después vino otro sufrimiento: le dio neumonía, todas las infecciones del mundo, medicinas van y vienen de Bogotá y Estados Unidos, vendí mis dos carros para pagar todo, pagaba 350 mil pesos diarios en medicinas.
A María José la tengo con un médico alemán, la llevo a Bogotá. Como no tiene estómago, no asimila las vitaminas, todos los días toma las medicinas de una persona de 50 años,la hemoglobina se le baja, hay que hacerle transfusiones.
Ese señor no puede seguir operando, tiene que ir a la cárcel, es un bandido con bisturí. Yo vivo para mi hija y si tengo que usarla para que otra mamá no sufra lo que yo pasé, yo lo hago”.
La periodista con los senos necrosados
“Soy Lorena Beltrán, periodista, de Bogotá. Acudí a Francisco Sales Puccini porque una colega barranquillera me sugirió los servicios, me llevó a su consultorio en el norte de Bogotá, donde tiene una pared tapizada en diplomas, entre ellos el de la Universidad Veiga de Almeida de Brasil.
Aunque yo quería una reducción mamaria, me dijo que iba a necesitar una prótesis pequeña porque tenía las glándulas caídas y atrofiadas. Acordamos una fecha, un costo, que no era de un millón de pesos, pagué un costo normal, similar al precio de otros especialistas, que fue alrededor de 5 millones de pesos, en julio de 2014.
Desde la primera semana de la cirugía empecé a tener complicaciones, tenía un pezón necrosado, es decir, el tejido estaba oscureciéndose, empieza a desprenderse. Al leve tacto se corría de la sutura del resto del seno. Cuando las heridas empezaron a abrirse ya empiezo a notar un trato que no es normal: me dijo que debía tratarme con gelatina sin sabor. Y empieza a decirme “es que usted es muy blanca, es que hace mucho frío, mucho calor, vuelva en seis meses y yo le corrijo”. En ese momento no tenía ni idea de las denuncias que tenía, y él era una figura de autoridad, era mi médico. Por esa razón volví y el remedio fue peor que la enfermedad. La lesión era mucho peor, no solamente lo digo yo, lo dice un dictamen pericial, mis senos eran deformes, las cicatrices estaban anormales y me formuló un medicamento que alteró la cicatrización.
La única solución que él me daba, además de la gelatina sin sabor, era que usara toallas higiénicas en mi sostén para que no me escandalizara con los líquidos que salían de mis senos. Creo que no es una solución profesional. Luego, ahí mismo en su consultorio, me sutura la herida a carne viva y me dice que es que “esto no es culpa del sastre sino de la tela”.
El sitio no era un garaje, el sitio vivía repleto, y como periodistaverifiqué que estuviera en regla ante la Secretaría de Salud, pero luego me encontré con pacientes que habían resultado lesionadas, incluso algunas que fallecieron después de operarse con él.Entonces investigo y me doy cuenta de lo que está ocurriendo con los títulos en cirugía plástica con algunos médicos que se especializaron en cirugía plástica en Brasil, que duraban pocos días “estudiando”, volvían a Colombia y lo presentaban como la maravilla académica, cuando en Brasil ni siquiera son válidos para poder operar.
Fui afortunada y pude pagar una cirugía reconstructiva, psicólogo y abogado, pero pertenezco a una minoría que puede acceder a esto. En mi caso personal, mi abogado David Sotomonte me ayuda en un proceso civil por responsabilidad médica, y mi otro abogado, Alejandro Cadena, me representó en una tutela que fallaron a mi favor, pues Sales Puccini además de lesionar mis senos, divulgó información privada de mi historia clínica a terceros, violando mi derecho fundamental a la intimidad y buen nombre. Esto, sumado a todas las acciones judiciales que ha emprendido contra mí y contra los medios que han publicado la historia, es un intento de censura”.
La madre que duró infectada y en cama dos años
“Me llamo Diana Dangond, tengo 31 años. Cuando quedé embarazada a los 26 años, me subí de peso, y cuando mi hijo ya tenía un año no había podido recuperar mi peso ideal y decidí operarme con Carlos Sales. El 1 de noviembre de 2014 fui y me dijo que me operaban el viernes. Fue en la Clínica San Vicente.
Cuando salí de la cirugía de los hilos gástricos sentía un dolor horrible, pero me dijeron que era normal. Estaba con mi hijo de un año y nunca me sentí bien, no pude volver a conciliar el sueño. Sales me dijo que el lunes podía volver a trabajar, pero ya el jueves no pude regresar y tenía fiebre, no podía comer. Me recetó los paquetes de células madres que él vende y que cuestan cada uno un millón de pesos.
Un día sentí como si me hubieran prendido fuego en la barriga y me desmayé tres o cuatro veces en el trayecto a la Clínica de la Mujer. El doctor me dice que toca abrir todo el estómago y me dice “tienes una infección”.Este doctor llamó a Sales, que contestó con su soberbia y su prepotencia. Me fui donde Sales, me metió a cirugía, se da cuenta de que estoy infectada y empieza a lavarme y me restriega el agua por todas partes cuando lo ideal es que me hubieran hecho un examen como una tomografía para determinar dónde estaba la infección. Las moléculas de la infección se comenzaron a ir a los pulmones, los ovarios, me regó la infección por todo el cuerpo. Luego me hicieron una yeyunostomía, ya que me mi estómago no estaba habilitado para recibir comida. Pero al día siguiente me empieza a salir la bilis, algo había salido mal y me vuelven a meter a cirugía.
Pasan los días y empeoro, me llevan a un infectólogo, duré tres meses sin siquiera poder tomar agua por la boca, estaba agonizando, alucinando, y Sales decía que era “puro pechiche”. Me pasaron a la UCI, estaba con pañales, diarrea, estaba tan mal. La fístula seguía abierta y cuando salgo, al mes, los doctores dicen: “Este tipo estaba matando a esta niña”, y le quitan el manejo a Sales. Un infectólogo descubre que tengo pus adentro, lo extrajeron, no podía respirar y era que la infección se me había pasado para los pulmones, tenía un derrame por el pulmón y se había colapsado, me operaron del tórax. Un día mi hijo convulsionó de fiebre estando yo en la clínica, pero mi cuerpo estaba lleno de tubos, no podía caminar. Mi hijo me hizo ocho convulsiones, duré en cama dos años, una masa con sangre se me había pegado al pulmón, me operaron otra vez.
Hasta el año pasado estuve mal, fueron más de 400 millones de pesos que me gasté, me gastaba 6 millones de pesos al mes, vendí un lote de 150 millones, y aún no puedo dormir, sigo con el dolor en el pulmón y aún tengo problemas para respirar. Traté de olvidar lo que me pasó porque cada vez que me acuerdo me siento muy mal.
Vamos a demandar a Sales para que me devuelva hasta el último centavo, porque dejé mi trabajo tirado, sufrí afectaciones de todo tipo, económicas, de salud, emocionales. Y lo quiero ver tras las rejas”.