Cuatro de los acordeoneros que lograron coronarse reyes en la primera década del Festival de la Leyenda Vallenata —que ya cumple 52 años—, hablaron con AL DÍA sobre los cambios en la interpretación de los aires de este género musical, y de la evolución del certamen. Alfredo Gutiérrez, tres veces soberano; Náfer Durán, noveno rey; José María ‘Chema’ Ramos, el décimo; y el legendario Miguel López; dieron sus apreciaciones sobre estos asunto.
Por sus aportes al género a Alfredo Gutiérrez lo llamaron ‘El Rebelde’, y se le atribuye acelerar el ritmo del acordeón y de los demás instrumentos en la ejecución del aire de la puya.
Sin embargo, el trirrey considera que hoy están tocando demasiado rápido los aires, y que eso le quita esencia al vallenato.
“Hoy la puya la tocan tan rápido que ni Superman da para bailarla, se pasan de calidad, no parece un ritmo colombiano, no hay ser humano que la pueda bailar a esa velocidad”, sostiene.
En 1974 Alfredo se quedó con la séptima corona, luego repitió en 1978 y posteriormente en 1986.
Ahora ve los toros desde la barrera y considera que los nuevos concursantes del Festival deben meterse la melodía en el corazón, antes que la velocidad.
Para ‘El Rebelde’ el certamen ha perdido su norte, porque ha tenido mayor enfoque en la presentación de artistas internacionales. “De competencia vallenata no tiene nada”, sentencia.
Sin embargo, propone que la dosis para devolver al origen este evento de envergadura mundial, es darle prelación a los concursantes, “y contratar la crema y nata del vallenato, los que están grabando vallenato de verdad”.
Por su valía algunos sectores del vallenato consideraron que era meritorio hacerle a Alfredo Gutiérrez un homenaje en el Festival Vallenato, lo cual no se pudo lograr; pero según afirma, por eso no hay gota de resentimiento de su parte.
El cambio de Náfer
Náfer Donato Durán Díaz fue el noveno acordeonero en alzarse con la corona de rey profesional, repitiendo lo que en 1968 hizo su hermano ‘Alejo’.
Este juglar analiza el panorama del Festival Vallenato con la serenidad que lo caracteriza.
“Qué se puede decir hoy de un folclor que ya es conocido”, reflexiona ‘Naferito’, quien a renglón seguido se responde el interrogante: “Las nuevas generaciones cambian de música, entonces el vallenato con el que yo aprendí a tocar acordeón no es el mismo de hoy”.
Este maestrp nacido en el municipio de El Paso (Cesar), siente que este cambio no ha generado evolución, y que por el contrario le está dando un golpe al vallenato tradicional. “Hoy no hay vallenato plenamente auténtico”, afirma tajante.
Plenitud en el jurado
En 1977 el mundo vallenato se puso de pie para aplaudir a José María ‘Chema’ Ramos Rodríguez, como décimo rey vallenato. Con su cadencia urumitera es él quien hoy se levanta para señalar que si se han escogido malos reyes en el presente, “es porque hay malos jurados”.
Ramos es ágil al lanzar la responsabilidad. “Le pediría a la Fundación que siempre en los jurados incluya un intérprete del acordeón, para que sepa dónde ‘mela’ el acordeonero; un guacharaquero y un cajero, para que sepan evaluar, pero a veces los escogen por títulos y doctorados, cuando debe ser un sabio sobre la materia a calificar”, afirma.
Señala que no está en desacuerdo con la evolución, y que por el contrario es partidario de que cada concursante entregue su estilo propio, solo recomienda “no correr”, pero que deben ser juzgados por personas idóneas.
“Hay muchos jurados, que me reservo sus nombres, pero son unos bellacos, sinvergüenzas, que se dejan comprar la conciencia de los familiares de los concursantes, que esperan el momento del Festival para exigir finos perfumes, licor y dinero. Son unos bandidos, pero el jurado debe ser honesto”, sostiene.
Chema Ramos dice que ha recibido cartas de invitación de la Fundación para que sea jurado, pero se ha negado. También su hijo ‘Chemita’ se coronó como el rey 33 del Festival, y dice que ahí dio una cátedra de lo que debe hacer un padre: “Le dije que tocara bien, que esa era la única forma de ganarse la corona y lo logró”.
Falta armonía
En 1947 Miguel Antonio López Gutiérrez aprendió a tocar el acordeón, y en 1972 se hizo acreedor a la corona de rey vallenato. La cadencia de su nota lo inviste hoy de toda la autoridad para sostener que los nuevos participantes del Festival Vallenato carecen de armonía.
“Desde que arrancan van es a mil y eso no es así”, dice, considerando que “ellos creen que tocando así van a tener un éxito y van a ganar, pero el vallenato tiene su diplomacia: el más rápido no es el mejor, y el muy lento tampoco”, por eso enfatiza que “se la pasan en rutina y la armonía la abandonan, que es lo más bonito del acordeón”.
Miguel López padre del rey de reyes Álvaro López, sostiene que “un músico de armonía era Luis Enrique Martínez, ‘El Pollo Vallenato’.
Además de halarle las orejas a los nuevos acordeoneros, el rey nacido en La Paz (Cesar) advierte que a la Fundación Festival Vallenato le toca frenar esas carreras que llevan los competidores “Hay que fijar unos estatutos y un jurado bien calificado, integrado por uno de los reyes antiguos, que diga si los concursantes van bien o mal”. Como consejo a las nuevas generaciones Miguel López recomienda “que se respeten los tiempos de cada aire”, y reflexionen de inmediato frente a un Festival Vallenato que él siente “desvanecido, con poca gente”.
A golpe de rey
Entre los cajeros insignes del vallenato está Pablo López, quien además es uno de los mayores impulsores del género ante el mundo, y ha marcado el Festival de manera que en la tercera edición (1970), se inventó el solo de caja (momento en que solo se escucha ese instrumento durante la puya), y desde entonces se ha institucionalizado.
Acompañó con sus golpes la conquista de las coronas de Miguel López (su hermano) y Alfredo Gutiérrez (su primo), pero también estuvo de jurado en la elección como reyes de Náfer Durán y José María ‘Chema’ Ramos Rodríguez.
“Ya la gente se está saliendo del verdadero ritmo. Los primeros reyes ya dieron su ejemplo y el acordeón no es para lo que hoy día lo están cogiendo, para hacer figuras. El acordeón tiene su melodía, el vallenato tiene su cadencia, no es ese carrerón que hacen hoy, que todo lo tocan como si fuera puya”, reflexiona Pablo López.
Con su voz ronca también cuestiona la selección de los jurados, que a su juicio “son escogidos porque ocupan ciertos cargos públicos e ignoran a los que concoenla verdadera esencia del folclor”.