Historias

El Campero' Cervantes, una gloria del Junior y ahora librero en el Centro de Barranquilla

Fue campeón con Junior en 1980. Aún sigue vinculado al fútbol como veedor de jugadores.

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El nombre de Wulfrand El Campero Cervantes Torrenegra quedó grabado para siempre en la historia del Junior. Es uno de los integrantes del equipo campeón de 1980, que significó la segunda de las siete estrellas del cuadro Tiburón en el fútbol colombiano.

Aunque es recordado por la hinchada que lo vio jugar en aquella época, es probable que a las nuevas generaciones no les suene su nombre. En la actualidad es un consagrado librero del Centro de la ciudad, en el punto de la antigua Casa Vargas, sitio de venta de libros por excelencia en Barranquilla. ¿Y por qué dedicado a la compra y venta de libros?...

Su local se llama, como no podía ser de otra forma, El Campero. Ya hasta perdí mi nombre, la gente solo me conoce como Campero”, expresa este veterano de 67 años.

Ese apodo viene de su gentilicio, pues es hijo de Campo de la Cruz, al sur del Atlántico. “Cuando vine a jugar a Junior, el desaparecido Édgar Perea me llamaba así en sus transmisiones, haciendo juego a la vez con un comercial que él tenía del vehículo campero Mahindra”.

Pero un deportista de raza no puede abandonar el fútbol así porque sí. Su actividad con los libros la comparte con la de veedor de jugadores, especialmente para Junior. Esta labor la realiza lunes y miércoles en la cancha Eduardo Carrillo, en la vía Oriental entre Malambo y Sabanagrande, cerca del peaje.

Desde el año 2000 está vinculado al club Tiburón en esta labor. Antes fue orientador en las categorías menores. “Por mis manos pasaron Vladimir Hernández, Freddy Padilla, Luis Chunga, entre otros; en las menores hay chicos destacados que dirigí desde pelaos”, dice.

El Campero se muestra complacido de lo que hace: la tranquilidad en su negocio de libros y seguir en una cancha, en su pasión de toda la vida: el fútbol.

AMÉRICA, SU PRIMER AMOR

De niño Wulfrand Cervantes se inició en el fútbol en su natal Campo de la Cruz y en la adolescencia se vino a Barranquilla a jugar en el Scotland, equipo de la primera categoría del fútbol del Atlántico. De aquí dio el salto al profesionalismo en 1970, contratado por el América de Cali. Allí se encontró con Gabriel Berdugo –a quien tuvo como compañero en el Scotland– y a los también atlanticenses Orlando el Gordo Herrera y Arturo Segovia.

“En Cali viví momentos felices, sentí el aprecio de su gente y de los hinchas del América. Soy el único capitán de ese club que ha levantado una copa internacional en su historia, la Simón Bolívar, que ganamos en Mérida (Venezuela) en 1975 al Estudiantes que dirigía Efraín el Caimán Sánchez, rememora. En efecto, el Campero es especial porque se sabe que América llegó a cuatro finales de Copa Libertadores y nunca pudo levantar un trofeo internacional.

SUEÑO > PLATA

Pero en Cali, según él mismo dice, la dicha no era completa. Mi sueño era jugar en el equipo de mi tierra, el Junior, y que mis padres, Ambrosio y Ana, me vieran jugar en el Romelio Martínez”.

Otro de los sueños que lo desvelaba era convertirse en el orgullo de su pueblo. “Quería ser el primer campero (de Campo de la Cruz) en jugar en Junior, y por ello deseché lo que tenía en Cali”.

Wulfrand Cervantes hizo parte del proceso que inició el América en 1977 para dos años después consagrarse campeón por primera vez en su historia. Fue la multimillonaria inyección de capital de los capos del narcotráfico, los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela (extraditados a EE. UU.). “Yo era parte de ese proyecto, en ese año llegan los Rodríguez al club y a los jugadores nos pagaban todo el contrato apenas firmábamos. Nos daban vivienda, pero yo no acepté, pedí en cambio el dinero y compré una casa campestre. Al venirme para Barranquilla por la oferta del Junior, le dije al América que se quedara con el resto de mis prestaciones”.

Pero para el viaje a su tierra también pesó un incidente. “Me vine peleado con el doctor Gabriel Ochoa (técnico del América). Él una vez dijo: ‘El único jugador que no quiso jugar y salir campeón conmigo fue el Campero Cervantes’”.

Manifiesta que se alegró mucho de esa conquista del América. “Me sentí feliz por el club y por los compañeros que alcanzaron ese logro. Muchos me mamaban gallo, me decían que yo era el salado, que me vine y fueron campeones (ríe)”.

MOMENTO SUBLIME

El Campero desembarcó entonces en el Junior del 79 que dirigía Juan Ramón la Bruja Verón. “Teníamos un mejor equipo que el que se coronó campeón un año después”, afirma sin tapujos.

En 1980 el Junior queda bajo la dirección del argentino José Varacka, y según Cervantes el éxito del equipo era el huevo que ponía en la cancha un grupo de obreros y luchadores, aunque también tenían la técnica de Tutino, Fiorillo, Molinares y Converti, entre otros.

Rememora que jugó de titular el hexagonal final y estuvo en el partido del título frente al Cali (2-2). “Comenzamos perdiendo 2-0 con dos penalties, pero Junior estaba bien parado y con goles de Molinares y Berdugo dejamos callado el Pascual Guerrero”, refiere el Campero.

“Fue el momento más sublime en mi carrera como futbolista, y siempre lo tendré en mi memoria”, enfatiza.

Al año siguiente jugó la Copa Libertadores de América y enfrentó al River Plate, que tenía la base de la Selección Argentina, campeón del Mundial-78. En 1982 jugó su última temporada como profesional en el Deportivo Cali, y aunque tuvo ofertas de otros equipos no quiso aceptarlas, afirma.

“La afición aún me recuerda y sabe que no fui pesetero, sino que jugaba por el amor a la institución que estaba defendiendo”. Ese es el criterio de Wulfrand el Campero Cervantes, que concluye diciendo: “El fútbol me dejó estudios y buenas amistades. Incluso, aún vivo de ese deporte y le soy muy agradecido”.