Historias

CRÓNICA: Olga Patricia, la hija de Diomedes Díaz que nunca nació

Esa era la gran ilusión de Diomedes Díaz Maestre, tener una hija con su esposa Patricia Isabel Acosta

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El nombre de la niña Olga Patricia que debería llevar los apellidos Diaz Acosta, fue el más promocionado en el mundo vallenato, pero por paradojas de la vida nunca nació.

Esa era la gran ilusión de Diomedes Díaz Maestre,tener una hija con su esposa Patricia Isabel Acosta Solano. En dos oportunidades que ella estuvo embarazada el nombre salió a relucir, pero llegaron primero Rafael Santos y después Diomedes de Jesús.

Archivo

Era tanta la obsesión de Diomedes Díaz por una hija que en la canción Despedida de soltero que grabara en 1978 al lado de Nicolás Elías Colacho Mendoza, en una de las animaciones dijo: “Y ahora cuando nazca Olga Patricia, voy hacer una fiesta en Carrizal”. También en distintas presentaciones en casetas hacía alusión a ese hecho.

En ese sentido también giró el cantante Farid Ortiz al grabar la canción Mi compañera de la autoría de ‘El Cacique de La Junta’ y saludó efusivamente a “Rafael Santos, Diomedes de Jesús y Olga Patricia Díaz Acosta”.

Tanto a Diomedes, como a Patricia, esa bonita que cuando miraba el mundo se pintaba con el más grande sentimiento, la misma a la que el compadre ‘Debe’ López, lo complació al interpretarle tres canciones en la ventana marroncita, les quedó colgando en el arco del alma la nostalgia de no traer al mundo a esa niña que contaba con nombre propio, incluso antes de anunciar con un llanto su entrada al mundo.

Confesión de Patricia

Patricia, la encantadora joven que allá en La Junta, se asomaba a la ventana marroncita para que el joven cantor le desgranara su pensamiento en cantos, con la primera pregunta quedó atrapada en la telaraña del recuerdo.

Enseguida entró en detalle sobre el nombre. “Estudiaba en Bucaramanga y hasta allá llegó Diomedes a visitarme. Yo, me la pasaba con mi gran amiga y compañera de estudio Olga Patricia Ramírez, quien era de Riohacha, y fue cuando Diomedes dijo que la primera hija que tuviéramos se iba a llamar así por las dos”.

El Cacique de La Junta Diomedes Díaz, después de hacer mención de Olga Patricia en la canción, hizo pocas veces alusión al hecho manifestado que eran emociones del amor, pero venían varones, que eran bendiciones de Dios y de la Virgen del Carmen.

El nombre quedó dentro de las anécdotas de la música vallenata. La ilusión no se cumplió, por lo tanto la fiesta para la niña Olga Patricia, quedó para siempre en el pensamiento de Diomedes Díaz, ese campesino filósofo del vallenato que en sus encuentros directos con la inspiración pudo decirle a Patricia Acosta:

Esa morena que me entusiasma cuando me mira

Ha despertado en mí un sentimiento para cantar

Con toda el alma le cantaré a la mujer más linda

En una noche de luna llena en Valledupar.

Ante esa expresión del sentimiento las letras se arrugaron y al poco rato se enderezaron cuando ella comenzó a contar su historia de amor, esa donde la fiesta de dos corazones duró muchos años: 10 de novios, 20 de casados y con la llegada de cuatro hijos: Rafael Santos, Diomedes de Jesús, Luis Ángel y El Gran Martín Elías.

Amor de locura

Ese amor nació con versos que hilvanaron la mochila del sentimiento juvenil y produjeron una amalgama de alegrías que tenían que vivir escondidas porque esos corazones no tenían la suficiente libertad para volar alto. Pero esa barrera se venció de un momento a otro para escaparse de sus hogares y ponerle las estrofas necesarias a este canto pueblerino y de variadas emociones.

Todo sucedió el mejor el día, el de los novios. Que mejor manera para dar el paso definitivo y afinar el corazón con la mejor nota.

Diomedes Díaz y Patricia Acosta (2)

Ella, comienza a revivir ese momento glorioso del amor y dice. “Todo pasó el 20 de septiembre de 1978, y ante la oposición de mi familia nos volamos, y el padre Raimundo Ríos nos casó en San Juan del Cesar. Después nos fuimos de luna de miel a Barranquilla y regresamos a vivir en una casita del barrio Cañaguate de Valledupar”.

Agachó la cabeza y de esta manera siguió devolviendo el tiempo. “Éramos felices y él, el ser más bueno y dulce del mundo me mimaba y cantaba todos los días”. De inmediato en sus ojos se calcó la tristeza.

Después de muchos años de unión perfecta vinieron los momentos difíciles y la separación porque él quiso alzar el vuelo y volar alto, bien alto.

Patricia Acosta se quedó callada recordando a ese Diomedes que conoció en su pueblo La Junta, La Guajira, el mismo que le cantó infinidad de veces y con la felicidad a alta velocidad le dijo:

Yo te necesito mi amor,

Yo te necesito

Canto, grito y lloro

Cuando me emociono

Ya no vivo solo

Que amor tan bonito.