CRÓNICA | Así se vive un partido del Junior desde el “nido” de Los Kuervos
Cerca de 300 corazones vibran con intensidad en cada encuentro del Junior.
“Ya llegó la banda, la que grita Junior manda”, “Junior, mi buen amigo, esta campaña volveremos a estar contigo, te alentaremos de corazón, esta es la hinchada que te quiere ver campeón”... Son las 3 p.m., y hemos llegado a la avenida Las Torres con calle 44. El punto de encuentro es una tienda cercana al estadio.
La lluvia no ha cesado, pero eso no es impedimento para que cerca de 15 muchachos se ‘pongan la camiseta’ y se preparen para transportar instrumentos musicales hasta la puerta de acceso que tienen al Metropolitano.
El traslado no es fácil, una pequeña van blanca hace ‘de tripas corazón’ para que alcancen a entrar la mayor cantidad de instrumentos. Bombos, trompetas y redoblantes, entre otros, son ubicados a la fuerza en el pequeño espacio del automóvil.
Al llegar a la puerta empiezan los controles policivos. Trapo por trapo (como se le conoce en el argot barrista a las pancartas) es supervisado con sumo cuidado para evitar que cosas ‘no deseadas’, como elementos corto punzantes, pólvora, paraguas sin punta y marihuana, sean ingresados al ‘Coloso de la Ciudadela’.
Al entrar, todos saben cuál es el propósito. Este ‘primer tiempo’ que se juegan los integrantes de este ‘equipo’ es vital. Ellos también sienten la presión del reloj. Cada minuto que pasa marca la cercanía del encuentro que enfrentará a su equipo del alma contra Millonarios.
LA PREVIA
Los bolsos en los que se guardan los elementos empiezan a ser vaciados. “Dame una pita”. “Saque todo, valecita”. “¿Quién va para arriba?”. “¿Dónde van los ‘rostros’?”.
En el silencio que acoge el estadio y la lluvia que lentamente ha disminuido, varios barristas se las arreglan para hacer el montaje. Entrar a la tribuna de ‘La Banda de los Kuervos’ (LBK) por primera vez causa sorpresa. Los tatuajes con escudos, frases, estrellas y símbolos alusivos al Junior salen a relucir en la piel mojada por el sudor y el sereno que ya está a punto de desaparecer.
También se ven en esos ‘lienzos’ las heridas que a veces deja el fanatismo cuando se desborda.
Estos jóvenes que encaran prejuicios de una sociedad (justos para unos e injustos para otros), alientan los 90 minutos del partido. Saltan, gritan, cantan. No se quedan quietos.
Aunque algunos solo dedican su vida a respaldar al Junior, hay quienes tienen un empleo formal y de su oficina salen a apoyar a su primer amor.
LA TRIBUNA TOMA FORMA
Los nombres de Alboraya, San José, Donde estés estaré, San Felipe y ‘La Banda de los Kuervos’, sobresalen. Siete ‘techos’ rojos y siete blancos cubren la zona baja de norte. El reloj marca las 5:30 p.m. y ya empieza a haber más movimiento. El silencio es interrumpido por la voz del animador del estadio. Está probando el sonido y de fondo suena tres veces ‘En Barranquilla me quedo’, pero ‘Pudín’, uno de los organizadores de la tribuna, hace un pequeño cambio en su letra ‘En Barranquilla los Kuervos’, ‘En Barranquilla los Kuervos’…
La primera parte del proceso está a punto de finalizar, los gritos han disminuido, las caminatas por las escaleras han acabado. Ahora la espera, el receso, el descanso…
ENTRAN LOS EXCÉNTRICOS
Como si se tratara de un ritual, los instrumentos son ubicados en el pasillo interno de la tribuna baja de norte, a la espera de quienes van a cargarlos y a tocarlos para producir ese sonido alentador que motivará a cerca de 300 hinchas puros, ‘el grueso’, como los llama Carlos Eduardo, más conocido como ‘Carlitos famoso’ entre los barristas.
En poco tiempo el ambiente cambia, las pocas luces que hay en este espacio no dan abasto para iluminar a la barra. Todos están en el pasillo esperando a los líderes para dar inicio a su ritual de tradición. Por un costado calientan los trompetistas, y por otro ‘Carlitos famoso’ da órdenes. Para él esto no es un estilo de vida, es la vida misma.
“Es inexplicable, esto no es un estilo de vida, esto es la vida entera. Que Junior no da dinero, yo no nací para tener dinero, yo nací para tener alegría y él me la da”.
EMPIEZA LA FIESTA
Faltando media hora para el encuentro, empieza la fiesta, de aquí hasta finalizar el partido se da inicio a su aguante, a su resistencia. Unas cuantas cervezas, unos cuantos cigarros y un poco de humo pesado se perciben en el ambiente, pero esto no daña la celebración, les da ‘tono’ para el encuentro.
Julio Rovira es el primero en dar las palabras de aliento y de motivación. Esta es la noche para demostrar, así como en todos los partidos, su apoyo incondicional; y ellos lo saben. Al finalizar su discurso lanza el grito de batalla: “¡Junior manda!”. Y al unísono todos responden: “¡Kuervos!”.
Omar Ortega, uno de los líderes de LBK toma la palabra, da las últimas recomendaciones e inmediatamente entona uno de sus cánticos.
“Hace 26 años que vengo al estadio, acá estamos viviendo la fiesta en ‘la popular’. Es un aguante incondicional, que no tiene remuneración, es algo que sale de lo profundo del alma y que se hace por amor a los colores”, explicó el hincha.
Con cada una de sus canciones el estadio vibra, la sensación de movimiento se hace sentir con el golpe de los bombos y el repique de cada instrumento. Los brincos, los brazos y el aliento se funden en lo más profundo del cuerpo. El ‘Metro’ vibra y aún no rueda el balón. A diferencia de muchas otras bandas esta tiene el sabor local; canciones del Joe, de Carnaval, salsa y merengue figuran en sus entonaciones, y esto la distingue y la hace propia de quienes la disfrutan.
90 MINUTOS Y MÁS
Con ‘huevos’, aguante y corazón; con grito y amor desenfrenado. Lo de estos muchachos es amor a primera vista. Al entrar a la tribuna es poco lo que queda por decir y mucho lo que viene por brincar. La orquesta, la sinfonía y la fuente de inspiración se ubican en el centro, cerca de ellos el coro desde donde nace el próximo canto que se entonará.
Estos músicos tienen diferentes cánticos de acuerdo a la situación del cuadro tiburón. De aliento, de aguante, para que gane, y de agradecimiento. Ellos unen sus voces en una sola y continúan empujando hasta el minuto 90 a los jugadores, esos mismos que escuchan sus nombres desde uno de los costados del estadio.
Una lluvia de emociones es lo que se vive ahí abajo. Cada acercamiento al arco contrario significa un golpe más certero en el bombo, es igual que cada rechazo que el ‘Ángel del Arco’, Sebastián Viera, protagoniza; pero para ellos la euforia llega con el gol. En el primer tiempo fue Aguirre quien prendió la locura: brincos y gritos se toman la tribuna. Como si tuvieran micrófonos en sus gargantas, hacen resonar su celebración en todo el campo de juego, y todo para apoyar al equipo que manda.
Hoy nuevamente se preparan, todo será igual, su previa no cambiará. Con fuerzas volverán a animar a este equipo que quieren ver campeón. Contra Nacional tendrán el mismo aguante. Serán 90 gloriosos minutos que los acercarán al sueño de verlos dando la vuelta olímpica en el ‘Metro’ cargando la copa de campeón.
EXCÉNTRICOS ROJIBLANCOS, LA ORQUESTA DE ‘LOS KUERVOS’
La música se convirtió en un rasgo característico de ‘los Kuervos’. Con sus ritmos atractivos y su sonido limpio, los creadores de esta banda musical le apuestan a la recuperación de la imagen de esta barra.
“Por medio de la música y por compañeros que nos han guiado, hemos ayudado a las personas de la barra que antes consumían droga, que eran ladrones, que venían a la cancha a cualquier otra cosa menos a alentar al club, rescatamos una muy buena parte de ese sector que era lo negativo de la barra y nos hemos convertido en grandes músicos que vienen a aportar su grano de arena para brindarle una buena fiesta a todo el Metropolitano”, expresó Rafael Santos Carrascal, de 23 años.
Los excéntricos están compuestos por un grupo entre 40 y 50 personas. El 10 de mayo de este año cumplieron su primer aniversario como la banda musical de la barra.
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