Desde hace unos 155 años en el municipio de Santo Tomás cada Viernes Santo se lleva a cabo un cuestionado acto de personas que se flagelan. “No hay una fecha concreta, se inició en el siglo XVIII. Se cree que fue a partir del año 1861 siendo el primer flagelante Tomas Berrío”, cuenta el historiador Pedro Badillo Noriega.
El recorrido de tres kilómetros sobre la calle Ciénaga, desde el Caño de Las Palomas hasta la Cruz, lo cumplen los penitentes bajo la canícula del mediodía y caminando lentamente y descalzos por la arena. Pero este año será distinto, a menos eso creen los habitantes de esa famosa calle, que fue adoquinada por la administración departamental.
“Esas obras de pavimentación las terminaron a finales de octubre y principios de noviembre de 2015, no sé si los flagelantes querrán caminar ahora sobre adoquines”, dice Eugenio Barrera, vecino del sector.
Así está ahora la calle Ciénaga, donde se lleva a cabo el recorrido de los flagelantes. | Foto: Archivo
Además de los azotes, los que se flagelan tendrán otra penitencia: el sol calienta más sobre cemento que sobre la arena.
“Nosotros no queríamos que le echaran concreto como tal, porque calienta más. La arena es más llevadera, el adoquín es más rústico pero no podemos oponernos al desarrollo del pueblo”, asegura Agustín Ramos, uno de los que cada año acude a golpearse la espalda por una manda.
En Santo Tomás ha corrido el rumor de que los penitentes trasladarían su recorrido a la calle 7 de Agosto, contigua a la de la Ciénaga, que aún no ha sido pavimentada, porque temen que las plantas de los pies se ampollen más de lo habitual. Sin embargo, nadie ha confirmado nada.
Calle 7 de Agosto. | Foto: Archivo
“Yo no creo que los comerciantes dejen cambiar el recorrido, a ellos les conviene que la gente venga, vea y les compre cervezas, agua, comida. En la 7 de Agosto no hay sitio para poner sillas, que también las alquilan”, asegura otro vecino.
‘VOLTEAR LA MIRADA A OTROS ACTOS’
Precisamente por esa connotación mercantil de un ‘acto de fe’ es que el nuevo párroco de Santo Tomás, Jaime Marenco Martínez, no está de acuerdo con lo que hacen los penitentes, pero los respeta.
Párroco Jaime Marenco Martínez. | Foto: Archivo
“Lamentablemente nos han relacionado con sangre por una tradición mal llevada. Los flagelantes son mis hijos, hacen parte de la comunidad que Dios me envió a cuidar y evangelizar. Los amo, los respeto. Pero esa no es la forma, ya Cristo hizo eso por nosotros”, afirma el padre, quien tomó posesión en la parroquia el 2 de febrero pasado.
Marenco tiene un objetivo firme y es que cuando se hable de Semana Santa en Santo Tomás, no se haga referencia a los flagelantes, sino a otros actos religiosos organizados y de tradición que encumbran su Semana Mayor como una de las más importantes de la Costa.
“Queremos girar la mirada del foráneo de la calle Ciénaga hacía la parroquia. Semana Santa en Santo Tomás es más que flagelantes, no queremos que nos identifiquen con sangre. Este es el pueblo donde más procesiones hay (son siete). No empieza el Domingo de Ramos, sino el Viernes de Dolores”, recalca el párroco.