Este fin se semana recibí la visita de un amigo, barranquillero-libanés, residenciado en Panamá. Cuando estuvo de regreso en el Istmo recibí unas fotos aéreas de nuestra ciudad tomadas por él aprovechando el día soleado. Fotos del Estadio Metropolitano Roberto Meléndez y de sus alrededores, del puente Pumarejo, de la vía 40, del Malecón.
Me informó que ya había llegado a su destino y le dije “qué bueno que ya estés en casa”. Me contestó “mi casa es la de las fotos”. Esa sensación de ser, que antes nos endilgaban como hazañosos, ha recuperado su lugar en nuestro ADN impulsado por el trabajo de un alcalde que no se cansa de hacer como Alex Char y del cuido que todos estamos dando celosamente a la nueva Barranquilla que se construye, cual pincel celestial, para beneficio de todos.
En Barranquilla no hay amores falsos, ni verdades a medias. Se quiere tanto al Junior que segundos equipos siempre desaparecieron. Diciembre es una fiesta sin igual y si viene acompañada de una estrella del Junior mejor que mejor. Y Junior siempre será el pretexto para vivir a diario.
Para festejar o para cabrearnos. Para aplaudir o para criticar. Por ello hoy, cuando el equipo del alma está vivo en Copa Suramericana y en Liga Águila, sigo insistiendo en la reconciliación del hincha y su equipo. Ya viene diciembre y con él las finales del fútbol colombiano que buenos recuerdos nos trae.
Por tanto, al sonar de las Cuatro Fiestas y del buen fútbol, que últimamente muestra el Junior, volvamos a reunirnos en el Metro. A una presencia masiva, a una sola voz, a una sola garganta, a un sólo apoyo 90 y pico de minutos, para poner lo que siempre ha puesto la hinchada. Ese apoyo incondicional que la convierte en el jugador No.12…