Ante la falta de equipos en Barranquilla en la Liga profesional femenina que comienza por primera vez este semestre en Colombia, dos mujeres representarán al Atlántico en el torneo, pero no como jugadoras, sino impartiendo justicia en los juegos.
Angélica María Gamba Sáenz y Vanessa Carolina Reales Herrera, que pertenecen a la Corporación de Árbitros de Fútbol del Atlántico (Codafa), fueron designadas dentro de las 62 réferis que dirigirán los encuentros del nuevo torneo de la Dimayor.
Unión Magdalena, Santa Fe, América, Real Cartagena, Deportes Quindío, Patriotas, Real Santander, Orsomarso, Cúcuta, Atlético Huila, Deportivo Pasto, Popayán, Cortuluá, Fortaleza, Envigado, Equidad, Pereira y Bucaramanga, son los 18 equipos que participarán en el torneo, que se jugará con tres grupos de seis, todos contra todo, para luego clasificar a cuartos de final, semifinal y final.
DURA COMPETENCIA
El escalafón de los árbitros se divide en tres categorías: A (partidos de Liga), B (partidos del descenso) y C (primera especial). En el Atlántico, además de Angélica y Vanessa, hay dos mujeres más con escalafón C a nivel nacional: Angie Guzmán, Leomeris Díaz.
Pero por su rendimiento y calificación, Vanessa y Angélica, ambas jueces centrales, fueron elegidas para pelear un cupo y dirigir en la Liga femenina. Estuvieron en Bogotá el año pasado en una preselección del consejo nacional de árbitros. Luego, a finales de noviembre viajaron a Medellín para realizar pruebas, que hacen en cada pretemporada, y sudaron la gota gorda.
“Nosotros somos buenas físicamente, aquí nos destacamos y todo, pero en comparación con las niñas del interior nos faltó un poco para ganar en Medellín. Ahora entrenamos duro y estamos motivadas con la Liga", dijo Angélica quien tiene 15 años pitando.
El próximo domingo tendrán pruebas locales para definir quiénes serán seleccionadas para pitar los primeros partidos de la Liga. Para estar en óptimo nivel, Codafa les suministra un entrenador, preparador físico y la supervisión de un deportólogo. Entrenan dos horas diarias en la pista del Metropolitano, en el parqueadero o en el cementerio de Soledad. Los martes son regenerativos, miércoles gimnasio, jueves trabajo intenso de velocidad, viernes piscina, con descaso los lunes porque entre sábado y domingo pueden tener 10 partidos en total. “La rutina es totalmente diferente a la del futbolista, porque el árbitro debe estar del cuello para abajo caliente y con la cabeza fría para tomar decisiones”, señala Vanessa, la más joven entre sus compañeras con 22 años.
INICIO EN EL ARBITRAJE
Vanessa es oriunda de Sato, Bolívar. Llegó a los 12 años a Barranquilla, y reside en el barrio Los Fundadores de Soledad. Solo lleva un año en el mundo del arbitraje. Practicó por ocho años fútbol jugando en la Selección Atlántico, pero tenía un amigo de la universidad –Jeiser Madera- que siempre la invitaba a verlo dirigir y la alentó a unirse a este mundo.
“Un día fui a ver como entrenaban para ver cómo era todo. Realicé unas pruebas teóricas y físicas, ambas las gané y ahí empezó todo”, explica la graduada en educación física en la Universidad del Atlántico.
Por su parte Angélica tiene en sus genes el colegiado. Su madre, Esperanza Sáenz, fue árbitro durante 25 años. Nacida hace 41 años en Bogotá, a los 8 sus padres la llevaron a vivir a Sincelejo y del colegio de árbitros de allá fue trasladada a Barranquilla, en donde hace 15 años está pitando.
“A mis hijos les gusta el fútbol, incluso uno se llama Ronaldo por el jugador brasilero”, destaca Angélica, quien es madre soltera y vive en el barrio La Central de Soledad junto a sus cinco hijos: Silvia Paola 21 años, Juan David 16, Juan José 10, Ronaldo José 5 años y Dulce María 4 años.
COMBATIR EL MACHISMO
En un mundo de hombres como el fútbol, las mujeres tienen que combatir contra el machismo. Sus compañeros árbitros las aconsejan y ayudan en la profesión. Sin embargo, en el caso de Gamba le resulta más fácil dirigir al sexo masculino que a su propio género.
“Me gusta dirigirles más a hombres porque ellos respetan más a la mujer. Con las mujeres hay más pica porque las jugadoras se creen como que todo lo saben y hay más roces de palabra”, insiste la experimentada réferi. “Una vez yo estaba pitando y la técnica de un equipo me gritaba improperios, entonces una de sus jugadoras me conocía y se le acercó y le dijo que no se metiera conmigo porque yo no me dejaba de nadie y que fijo la iba a botar. Yo solo la miré y le abrí los ojos y enseguida se quedó quieta”, recuerda Angélica.
Pero contrario a su compañera, en el corto recorrido de Reales con los hombres, la fricción es a otro precio. “Una vez estaba pitando semifinal de Copa Claro (sub-17) en la Victoria, y un jugador tenía amarilla. El papá me gritaba: “Cuidao vas a expulsar a mi hijo porque te pico”. El muchacho cometió una falta merecedora de la segunda amarilla y se la saqué y lo expulsé. El señor se metió con un machete a picarme y mejor dicho, a correr”, cuenta tras el susto vivido.
“Con los jugadores si toca sacar la casta, porque ellos nos ven como símbolo de debilidad y a veces se me quieren alzar. Pero ahí toca sacar la casta y tener temperamento y carácter, pero no gritando ni nada de eso, sino con categoría”, argumenta.
La llegada de la Liga profesional femenina les brinda la oportunidad de cumplir su sueño de árbitro profesional, ese que muchas veces fue truncado en el fútbol de hombres, en el que dentro de Colombia solo lo dirige la santandereana Luzmila González, árbitro Fifa.
“Esto era lo que se quería hace mucho tiempo. Es que para poder trabajar en el fútbol profesional masculino teníamos que hacer las pruebas de hombres, y eran muy exigentes para nostras como mujeres. El sueño que yo tenía era ser árbitro Fifa, pero ya por mi edad no va a poder ser. Pero gracias a Dios se me van a dar las cosa con la Liga profesional femenina y voy a cerrar con broche de oro mi carrera de la que estoy enamorada. Además eso me enorgullecería porque seguiría el legado de mi madre”, indica con anhelo Angélica. “Pitar la final del Mundial sería lo máximo, ese es mi sueño”, concluye Vanessa.