María Liz Patiño, la princesa que reina con música y sentimiento
Días después de triunfar en el escenario de ‘La Voz Kids’. AL DÍA la visitó en su casa del barrio Viña del Rey, donde por sus calles polvorientas celebran a su niña genio.
Del escenario de ensueño de La Voz Kids, María Liz Patiño Castro, ganadora del programa de concurso en la noche del viernes, pasó a caminar por las calles destapadas de su cuadra en el barrio Viña del Rey, en Soledad.
Todos la saludan, le piden fotos, un niño desde una casa le da la noticia de que se le cayó un diente y ella lo felicita.
Su humildad y madurez abruman. También impacta observar las necesidades materiales que tiene en su comunidad soledeña pero que no evitan que sonría. Ella siempre está feliz con su cuerpo delgado, cabello largo, ojos miel y su Escuelita Musical donde tiene 25 alumnos.
Su padre, José Patiño, recuerda el día que una mamá del barrio quiso pagarle 10 mil pesos en la segunda clase de su hijo. La mujer insistió hasta que la niña le dijo tajantemente que si le volvía a ofrecer dinero su hijo no podría volver. “Papi, mejor dile a la señora que le compre chancletas nuevas a su hijo porque las que tiene ya están partidas”.
‘Mi Escuelita Musical’, nombre de su proyecto educativo, funciona en el pequeño apartamento donde vive con su madre, su padre y su hermana de seis años. A las 10 de la mañana el calor es sofocante en el hogar ubicado en el segundo piso de la casa de sus abuelos maternos.
Todo está integrado en un solo espacio a excepción de las habitaciones y el estudio de música que está en el fondo. La cocina es de colores, tiene una estufa pequeña de dos fogones y una nevera al lado de un televisor. A un paso hay una casa de muñecas rosada, cuadros de María Liz y su hermana María Paula.
Al momento de la visita de AL DÍA su papá contestaba llamadas de periodistas que quieren entrevistarla, incluso de lugares tan alejados como Suecia. La vivienda está a medio hacer, aunque ya está avanzada. Se pueden ver las tejas grises y las vigas de madera, cortinas en vez de puertas en las habitaciones. Hay un diploma de graduación de preescolar de María Liz en una de las paredes. Es del Liceo Mixto San Miguel Arcángel y tiene una mención de honor por el rendimiento académico de la niña que impactó al país por aprender a tocar sola 11 instrumentos musicales.
La felicidad llena cada rincón del humilde hogar, esa es su principal riqueza, no el premio de 125 millones de pesos que ganó el viernes y que deberán invertirse en su educación superior.
Su minicentro educativo, su pequeña academia, la creó “para que los niños” de su barrio “inviertan bien su tiempo libre, no se pierdan en la droga y esas cosas que no son buenas”.
“Cuando yo veo que los niños de mi escuela tienen mucho conocimiento en la música los paso a mi agrupación Mar y Río. En este momento somos cinco, Dayanis que toca cinco instrumentos, Valeria que toca tres, Daniela dos y mi hermana María Paula que tiene seis años y toca tres”, describe la pequeña que ya cuenta con 15 canciones propias que se pueden encontrar en sus redes sociales e incluso ya se programan en algunas emisoras como El Piñón de Guatapé (Antioquia).
“Yo siempre he dicho que la música es como una terapia, porque eso es lo que hace, como que nos lleva a otro mundo, nos ayuda a olvidarnos de los problemas y de todas las cosas malas. Para mí la música lo es todo, yo puedo ir por la calle cantando. También el apoyo de mi barrio siempre ha sido muy chévere. Yo le prometo a mi barrio que si yo algún día llego a tener plata voy a pavimentarlo y arreglar el parque”.
Sobre ese parque que pide y que hoy está prácticamente en ruinas, su llamado lo hace a las autoridades o al que se ponga la mano en el corazón y logre reconstruirlo. “Nosotros vivimos en un barrio muy humilde, los niños necesitamos un lugar donde jugar y no corramos peligro porque la calle es un lugar muy peligroso para jugar, puede pasar cualquier cosa. Necesitamos un parque, una cancha para los juegos del colegio, por ejemplo, un lugar donde podamos ser niños porque a nosotros nos encanta jugar, creo que ese es nuestro mundo”.
Gusto musical. María Liz cree que su gusto por la música norteña lo heredó de su padre. José Patiño, vendedor ambulante, especialmente de correas y tenis, llegó de Manizales al Atlántico hace 40 años.
Aunque en su casa había muchas necesidades básicas por resolver, como ponerle baldosas al piso en obra negra, o comprar otra cama, José “depositaba” casi todo lo que ganaba en sus ventas ambulantes en el sueño de su hija de dedicarse a la música.
El primer instrumento que le compró fue un piano y el último un requinto. Así, entre pedido y pedido, sin profesor, de forma autodidacta, María Liz aprendió a tocar 11 instrumentos que adquirió su progenitor. Entre estos se encuentran el acordeón, el violín, el bajo y el ukelele.
“Yo cantaba karaoke con música norteña y ella como a los tres años y medio me empezó a quitar el micrófono y arrancó. La primera canción se la grabamos a los cinco años, Abuela y mamá, un vallenato. Después grabó un otro dedicado a unos niños que sufrieron una tragedia en los Llanos Orientales, El clamor de una niña. Después sacó Perdóname mamita. Ahí paró, no tenía ni seis años. Después me dijo que quería cantar música norteña y compusimos Dónde quedó el amor”.
El resto es una historia, un musical al que le quedan muchísimas escenas por rodar y que comenzó en Soledad, Atlántico.
En la noche de la final algunas de esas imágenes se le vinieron a la mente, no solo a María Liz sino a toda su familia. Los nervios estaban presentes, recuerda. Sin embargo, cuando subió al escenario “cero nervio”, su voz voló entonando Triste recuerdo y luego El sol no regresa.
Cuando se conoció que fue la ganadora, en Viña del Rey sus habitantes olvidaron por un momento la inseguridad y otras problemáticas que capotean a diario. Todo era por y para María Liz, su “Princesa del sentimiento”.
Inspiración al escribir
María Liz tiene 15 canciones propias. De esas su preferida es ‘Busco un confidente’ porque es la que más reconocimiento ha tenido en las redes sociales.
Afirma que al momento de componer muchas veces se encierra en su estudio para llamar la inspiración. Otras veces se basa en momentos que vive, por ejemplo, la vez que tuvo que despedirse de una amiguita que se mudó de su barrio.
“Un día estábamos comprando el desayuno y una señora le estaba diciendo a otra una historia. Yo la escuché y creé una canción”, contó María Liz.