La vida de Lino José Quiroz Yépez dio un giro hacia la meta de cumplir el anhelo de convertirse en un artista. A los 18 años es dueño de una potente y afinada voz, que le permitió ganar un concurso hecho entre Telecaribe y el acordeonero Rolando Ochoa.
El premio era grabar una canción, por eso Lino dejó por unos días las poblaciones de Cicuco y Magangué, en Bolívar, para trasladarse hasta los estudios de ‘R8’ en Valledupar, donde le puso el sentimiento a una de las letras y el acordeón de Rolando. “Si va a doler que duela/si se acabó que acabe/nada es eterno en esta vida y del dolor se sale”, cantó.
La humildad del cantante es tan grande como su talento. “Mi papá se dedica a vender galletas y tintos, en lo que podía ayudarlo era trabajando en algún lugar, por eso me metí a trabajar en un depósito en el que despacho y con lo que gano le ayudo y le doy a mis hermanos, que son menores, para que no se vayan sin comer para la escuela”, narró.
Su propósito lo tiene claro y esa energía se la transmite a su familia. “Le digo a mi papá: Dios tiene algo preparado para mí y el día que ese sueño se cumpla usted no va a pasar ninguna necesidad y mi mamá tampoco”, aseguró.
Su gusto por la música inició desde los cuatro años, cuando escuchaba a la distancia el sonido en estruendosos equipos y corría detrás de ellos, “hasta allá iba mi familia a buscarme”.
Ahora, hecho un adolescente, estudia una carrera técnica de música en Sincelejo, de la que no ha podido avanzar del segundo semestre, “porque tengo que pagar pasajes, alojamiento y alimentación para ir a las clases que son los fines de semana y no tengo el dinero”.
Ahora no tiene conjunto vallenato, pero Lino aseguró que está en procura de armar uno, con el que pueda realizar presentaciones y llevar por la región Caribe su talento, para ello ha hecho contacto con un acordeonero de El Carmen de Bolívar.
“Todo es con paciencia, sin correr, al tiempo de Dios”, reflexionó, agregando que es admirador de varios artistas del género vallenato, pero hay algo que siempre analiza en ellos, antes de llegar a convertirlos en su modelo a seguir, “me gusta ver hasta dónde se ha llegado con esfuerzo”.