El ser humano es capaz de hacer cosas extrañas y sorprendentes, para bien o para mal. Un ejemplo de esa capacidad se puede palpar en la denominada Iglesia de los Huesos de Sedlec (República Checa). Sedlec es un antiguo barrio de la localidad de Kutna Hora, una ciudad medieval declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco, donde se encuentra un antiguo cementerio que durante el siglo XIV acogió el funeral y entierro de numerosas víctimas de la peste negra y conflictos de la época.
La devoción por enterrar allí a los muertos parece proceder de la decisión de un abad del monasterio de Sedlec de esparcir por el cementerio un puñado de tierra santa traída del lugar donde fue crucificado Jesucristo. Esto hizo que el camposanto se hiciera muy popular y que los fieles de la época desearan enterrar allí a sus muertos.
Tiempo después, sobre el mismo cementerio, se construyó la Iglesia de Todos los Santos. Un templo barroco que en su parte inferior albergaba una capilla que hacía las veces de osario y en el que se guardaron los numerosos huesos de las fosas comunes exhumadas durante la construcción de la iglesia.
EL creador de esta obra
Los huesos estuvieron apilados en el osario hasta 1870, fecha en la que a un carpintero checo llamado František Rint hizo una demostración fehaciente de las cosas extrañas y sorprendentes que el ser humano puede llegar a hacer. Eso sí, lo que hizo fue por encargo la Casa de Schwarzenberg, una familia aristócrata de la época que contrató a este carpintero para que pusiera en orden las pilas de huesos acumuladas en el osario hasta entonces.
Pero la forma en la que František Rint puso en orden el osario fue bastante artística, o quizás para algunos macabra, ya que se atrevió a crear elementos decorativos con los huesos para “hacer más acogedora la capilla”. El resultado de la obra de este creativo carpintero salta a la vista y es un claro ejemplo de una creatividad artística de refinado gusto o de todo lo contrario. Dependerá de gustos y de lo impresionable que pueda ser cada uno, pero lo que es innegable es el trabajo asombroso allí hecho.
Como ejemplo de las piezas decorativas que se pueden contemplar en la capilla se existen candelabros, lámparas, columnas e incluso el escudo de armas de la familia Schwarzenberg. Todo ello gracias a la combinación de cráneos, tibias, caderas y resto de piezas óseas humanas ensambladas con ingenio. Los huesos no utilizados se encuentran apilados en los laterales del osario.
Aunque el resultado de la obra seguro que deja a más de uno petrificado, hay que reconocer el nivel de detalle alcanzado con un material tan poco flexible.
En la capilla se estima que “descansan” de esta singular forma los restos de más de 40.000 esqueletos humanos que, mientras esperan la llegada del juicio final, son contemplados y admirados, entre otros, por numerosos turistas y amantes de las ciencias de la salud (que se vuelven locos identificando los huesos que forman cada pieza expuesta).