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Los escalofríos que han vivido los maquilladores de muertos en la Costa

Tres testimonios aterradores de personas que han realizado esta singular labor.

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Existen todo tipo de trabajos, pero algunos son realmente escalofriantes, al punto que pueden llegar a convertirse en una verdadera pesadilla para aquellos que no están preparados para estos tétricos oficios. Uno de ellos es el de los tanatólogos: preparadores o maquilladores de muertos; se trata de estos singulares empleados de las funerarias que su oficio es bañar, vestir y embellecer los cuerpos que van a ser sepultados. Cada uno de ellos tiene un sinnúmero de experiencias aterradoras e historias oscuras cada vez que se enfrentan al reto de arreglar a un difunto para lucir lo más bello posible para su último adiós, cita en la que muchas veces al estar frente a frente con estos muertos y conociendo sus historias fatales se convierten en testigos de episodios paranormales. No importa si murieron de manera violenta: a balas, puñal o en un accidente que les desfiguró el rostro, su reto es dejarlo tal como estaba antes de dicha tragedia.

A continuación contaremos tres episodios horrorosos que sufrieron tanatólogos al estar a solas con los cadáveres que iban preparar.

EL CADAVER DE UN PAYASO

El estilista Jhon Simanca cuenta que debido a que no encontraba trabajo en diferentes peluquerías, decidió aceptar esta oferta laboral en una funeraria reconocida de Barranquilla en la que los primeros meses controlando sus nervios logró maquillar a muchos muertos, ocultando con los cosméticos los rasgos de sus muertes. Sin embargo, relata que una noche fue realmente infartante cuando le llevaron el cuerpo de un payaso que como última voluntad pidió ser enterrado maquillado y vestido como si fuera animar su última fiesta. “Fue aterrador lo maquillé y le puse su traje negro y rojo de payaso, entonces me cuestioné: ‘en lo que he terminado maquillando un payaso muerto’. De repente el cadáver soltó una carcajada y al mirarlo a la cara tenía una enorme sonrisa y permaneció varios segundos mirándome con los ojos abiertos. Salí corriendo del cuarto de preparación de cadáveres y una semana después renuncié, no quise exponerme más a este tipo de experiencias, porque el muerto podría ser yo”.

LA MUJER Y SU BEBÉ FALLECIDA

Luis Domínguez, tanatólogo de una funeraria ubicada en las afueras de Barranquilla cuenta que una vez recibió a una mujer que había muerto junto a su bebé tras ser arrollada por un conductor ebrio de una camioneta cuando daba un paseo en coche a su hija. Relata que luego de introducir los tubos de formol, cosió las heridas de los dos cuerpos, vistió a la madre y a la menor con las prendas que le dio su adolorido esposo, entre los objetos había un chupo y un cascabel. Domínguez confiesa que salió de la habitación pero después volvería al escuchar algo aterrador. “Escuché el cascabel y una mujer arrullando en la oscuridad del cuarto, se veía una sombra al lado del bebé y cuando encendí la luces me quería morir del susto porque la niña tenía el chupo en la boca y la mujer tenía lagrima en la mejilla, fue lo más aterrador de mi profesión”.

UN CADÁVER CON UN MALEFICIO

Donald Muñoz Pacheco, un joven militar cuenta que en su adolescencia era el ayudante de su tío que trabajaba como preparador de muertos en Montería, y una noche les llevaron para maquillar un hombre que se había suicidado al colgarse de un árbol debido a que supuestamente vivía atormentado por brujería, pero lo más extraño seria el episodio que presenciarían mientras preparaban el cadáver. “Fue horrible, mientras se hacían la incisiones para los tubos de formol escuchamos un silbido. De pronto se abrió la boca del muerto, saliendo de ella una culebra negra con los ojos rojos que enseguida se escabulló de la habitación de preparación de muertos. Quedamos con la duda que si era un animal que se le había metido en el monte donde se quitó la vida o era parte del maleficio”, cuenta Pacheco aún con escalofríos.