Cuando Internet se obsesiona con un personaje no hay absolutamente nada que hacer. En la noche de este domingo millones de internautas simplemente se enamoraron perdidamente de Kenneth Bone, un hombre que aún no sabemos si es sencillo, tierno y bonachón, como lo mostraron las cámaras para 180 países, solo sabemos que le queda muy bien.
Ken, administrador de un local de Domino’s Pizza en Missouri, apareció sobre el final del segundo (y no menos acalorado) debate entre la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump.
Entre los golpes bajos de ambos candidatos, la simpatía del bueno de Ken cayó como un bálsamo cuando tomó la palabra para preguntarles sobre el calentamiento global y sus posturas sobre el uso de la energía.
La pregunta, no nos digamos mentiras, era lo de menos. De inmediato la figura espichable de Ken, con su cardigan rojo y su corbatita, su bigotito y peinado impecables, fue el detonante de una explosión de mensajes que lo consagró como
Fue tal el enamoramiento de quienes siguieron el debate que atrás quedaron los temas serios que tienen a Estados Unidos partido en dos a las puertas de las elecciones del próximo martes 8 de noviembre. Las grandes y pequeñas voces de Twitter, y luego los medios, volcaron su admiración por aquel adorable entusiasta de los autos clásicos, un ciudadano demasiado bueno para ser cierto, un tipo que despierta la frivolidad del norteamericano al punto de declararlo ganador del debate: el señor Bone.
, un funcionario común y corriente que tuvo la enorme oportunidad/responsabilidad de hacer la pregunta final del debate. Su intervención no solo estuvo a la altura, sino que logró poner de manifiesto el talante de ambos candidatos con una inquietud muy básica
¿Podrían cada uno nombrar algún aspecto positivo que respeten del otro?