Amordazado y con signos de tortura fue hallado el cadáver de Gabriel José Castilla Santis, quien según la Policía Metropolitana habría sido asesinado por un grupo de venezolanos a los que les había arrendado una habitación en un edificio que administraba en el barrio Las Gaviotas de Soledad. El macabro hallazgo ocurrió a las 9:55 de la noche del pasado lunes.
El cuerpo estaba en uno de los apartamentos del segundo piso del edificio, situado en la carrera 34 No. 60-11, del mencionado barrio soledeño.
Janet Ortiz, esposa de la víctima, explicó que el lunes regresó de trabajar a las 5 de la tarde y encontró en total desorden el interior de su vivienda, situada en el cuarto piso de la edificación.
“Vi estacionado el carro de mi marido y supuse que estaba en casa, pero no, encontré todo tirado y él no estaba, se me hizo raro”, manifestó. “Le marqué a los dos celulares, pero ambos salían apagados. Llamé a su abogado y tampoco me dio razón, solo me dijo que a las 9:30 de la mañana (lunes), encontró una llamada perdida de él”.
La señora dijo que también preguntó entre el vecindario si habían visto a su esposo, y nadie le dio razón. Regresó a su casa, pero antes de subir se encontró con Douglas Reyes, un venezolano de 60 años que reside en el edificio.
“Este señor me dice que vio a mi marido a eso de las 10 de la mañana, pero que después de eso no lo vio más”, precisó Janet. Douglas Reyes fue el que finalmente descubrió el cadáver de Castilla en una de las habitaciones del edificio.
El testigo habló con AL DÍA y narró lo sucedido. “Salí a una cita médica con dinero que me dio el dinero el patrón (Gabriel Castilla). Me fui y lo dejé hablando con las muchachas (dos venezolanas inquilinas). Regresé como a las 11:30 de la mañana, entré, y solo estaban las dos muchachas, las vi asustadas”.
Las mujeres le manifestaron a Douglas que lloraban porque una de ellas había sido agredida por el marido, pero esto no lo convenció, sostuvo él.
“Me dormí y cuando me levanté ya no estaba ninguna de ellas, dejaron cerrada la puerta, pero no le presté atención. En la noche (9:55 p.m.) noté que dentro de esa habitación seguía el televisor encendido, y se suponía que no había nadie. Ingresé y encontré al patrón muerto”, agregó Douglas. El venezolano aseguró ser hombre de confianza de Gabriel Castilla, “quien le hacía las diligencias”.
Douglas sostuvo que el cuerpo de Castilla, de 65 años, estaba acurrucado sobre una colchoneta. Estaba maniatado y amordazado, además con lesiones en el cuello, como si lo hubieran asfixiado. También se le observaban marcas de golpes contundentes, similares a los de una tortura.
¿Por qué lo mataron?
Janet Ortiz describió a Gabriel, con quien llevaba 30 años de matrimonio, como una persona cordial y solidaria, que de esa misma forma se relacionaba con sus inquilinos venezolanos, por lo tanto descartó que hubiera tenido problemas con alguno de ellos.
“No sé qué pudo pasar. De la casa robaron dinero y algunas joyas, no de gran cuantía. No se cuánta plata tenía mi marido, aunque él guardaba sumas importantes en efectivo. Imagino que como sabían que cargaba las llaves de aquí (la residencia), se las quitaron, lo encerraron en el cuarto y subieron a robar”, supuso Ortiz. Que el crimen tenga como posible móvil un hurto es lo más posible de acuerdo con la viuda, la Policía y Douglas Reyes. “Ellas (las dos venezolanas) sabían que él cargaba con uno o dos millones de pesos diarios. Se daban cuenta de eso cuando salían a tomar con él. La última vez que lo hicieron fue la semana pasada, el patrón me invitó, pero me sentía indispuesto y no lo acompañé”.
Una de las líneas de investigación judicial apunta a que los responsables serían dos mujeres y dos hombres, quienes guardan parentesco entre sí. Ayer se conoció que los asesinos de Gabriel José Castilla Santis probablemente huyeron hacia el Magdalena, ya que la Policía de ese departamento informó el hallazgo en ese territorio de la cartera y documentos de la víctima. “Nos informaron que unos niños la encontraron cerca del río, no sé bien dónde, solo dijeron eso, y que de inmediato entregaron todo”, añadió Janet Ortiz.
‘Esto se veía venir’
La señora Ortiz dijo que su esposo no era el propietario del edificio, solo el administrador. “Él primero le arrendaba a familias, pero con la oleada de venezolanos comenzó a dar posada por 5 mil pesos la noche a cuanto tipo viniera, era mucho más rentable, sin embargo me intranquilizaba”.
La mujer tenía temor por lo que leía en la prensa sobre homicidios de venezolanos a personas que les daban posada. “Se lo dije muchas veces, pero el por la plata lo siguió haciendo, incluso convirtió un local comercial en una gran habitación para meter más venezolanos, dormían en el suelo, en colchonetas”, manifestó.
La edificación tiene cuatro pisos: dos locales comerciales abajo (en uno hay una panadería y el otro lo utilizaban como dormitorio). En el segundo piso hay dos apartamentos con subdivisiones; la tercera planta tiene cuatro habitaciones, mientras que el cuarto piso es donde está la residencia de Janet y Gabriel.