Eran las 8 p.m., Sandra Milena Díaz Lalinde barría el piso de baldosas color mostaza de la entrada de su casa, en donde vendía fritos. Su hijo, de 17 años, estaba dentro de la cocina lavando las ollas; el otro de dos años jugaba frente a la reja. Se preparaban para el final del día de trabajo.
Edwin Calderón, esposo de Sandra, salió de su casa en la carrera 16 con calle 57 a esa hora a buscar un computador que necesitaban sus hijos para trabajos del colegio.
“No te demores”, fueron las últimas palabras que escuchó salir de la boca de su esposa, natal de Guaranda, Sucre, en las afueras de su casa en el barrio Buena Esperanza.
Este es el video del momento en que ocurrieron los hechos:
“Normalmente cuando yo hacía esas vueltas yo me la llevaba y dejábamos a mi hijo mayor ahí cerrando el puesto, pero esta vez no se quiso venir conmigo”, reflexionó Calderón a las afueras de las instalaciones de Medicina Legal.
El adolescente fue quien advirtió que dos hombres en una moto se acercaban al local. Le avisó a su madre para que los atendiera.
Sin bajarse de la moto, pidieron dos vasos de agua de maíz. Sandra, de 37 años, fue hasta la cocina a buscarlos y retornó con el pedido.
Ninguno de los dos recibió el vaso. El parrillero desenfundó un revólver y comenzó a disparar. Los vecinos alcanzaron a contar siete disparos.
Sandra alcanzó a correr hacia adentro de la casa y cerrar la reja detrás. Los hombres la siguieron y desde las rendijas le continuaron disparando.
“Me hirieron”, fue lo único que le dijo a su hijo cuando estaba en el suelo. Perdió el conocimiento instantes después.
“No tiene perdón de Dios matar a una mujer frente a sus hijos”, repetía el esposo entre cada silencio de la conversación.
Vecinos corrieron al auxilio de sus dos hijos. A ella la llevaron al Hospital Nazareth, adonde llegó malherida.
Maideline Calderón, cuñada de la fallecida, contó que la mujer presentaba dificultad al respirar.
Cuando entró a recibir la atención médica, el doctor les dijo a los familiares que “no se podía hacer nada porque había derrame interno”, seún cuenta la cuñada.
Una madre atenta
La relación entre Sandra y Edwin comenzó hace 17 años.
Edwin recuerda haberla conocido a las afueras de la casa de su madre en el barrio La Ceiba. “Acababa de llegar de Sucre cuando yo la empecé a molestar”, afirmó el hombre.
De la unión salieron tres hijos, uno de 17, otro de 10 y el menor, de 2 años.
Su segundo hijo acababa de salir de un episodio de apendicitis y la madre lo había cuidado durante esta etapa, descuidando el negocio de fritos hasta hace dos semanas cuando ya se había recuperado.
“El 19 de abril cumplió los 10 años mi hijo y lo celebramos en Cajacopi. Nos pasamos todo el día allá”, relata Edwin de aquel miércoles de la semana pasada. Este es uno de los últimos recuerdos que tienen la familia que a disparos fue separada.