¿Qué Pasa?

“Las Maruchas”, el grupo que canta en los velorios para aliviar la tristeza de los dolientes

Chavela es una de las matronas que mantiene viva esta tradición.

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El rosto de Isabel Martínez de Guzmán se ve aplacible, sin intensiones de llamar la atención, pero solo basta que hable para que de eso quede muy poco. Es una mujer alegre, dicharachera y cargada del picante propio de la gente caribe.

Se autodenomina la profesora de la cultura, un título que no ha sido avalado por ninguna universidad pero que es aceptado por un pueblo y para ella es más gratificante.
Es la creadora del grupo de música afro Huellas de Cuero, conformado por 80 niños y jóvenes oriundo de Libertad (San Onofre), donde hace poco fueron conmemorados 13 años de libertad y resistencia tras haber hecho justicia por sus propias manos y acabar con alias “Diomedes” el último paramilitar que quiso sembrar el terror en la población.

En ese corregimiento fueron asesinadas 35 personas desde el 14 de marzo 1997, con la muerte del pastor evangélico Jesús María Banquez Estremor, hasta el 2004. Así mismo, violaron a varias mujeres, delito que no ha sido aceptado.

Para “Chavela” como le llaman a esta mujer, Huellas de Cuero también es una terapia para que las nuevas generaciones no carguen con el resentimiento de sus antecesores, debido a las injusticias de las que fueron víctimas.

Los miembros del grupo cantan, bailan y componen bajo la bututa de esta mujer, que no sabe leer ni escribir, pero que goza de gran sabiduría.

“¿Si yo he podido sobrellevar el dolor a través de la música, por qué estos niños no?. Pese a mí dolor saco fuerzas para cantar, bailar, componer y enseñarles a ellos. A mí me han pasado cosas feas, me han matado un hijo y dos hijas me las violaron, pero la vida sigue”, explicó.

Esta matrona es la líder de “Las Maruchas”, cantos que entonan en los velorios para que los dolientes y los asistentes no se duerman, acompañen al muerto en las 9 noches y hacerle más llevadero el dolor a los familiares.

“Es una ronda en la que cantamos y rimamos algunas palabras, la gente que no es de aquí dice que es una plebedad, pero nosotros lo que hacemos es nombrar las partes de nuestro cuerpo y si es de nosotros no es plebedad”, explica.

“La patilla serená prima hermana del melón, quítame esa pesadilla que llevó en el corazón, ay marucha, trucha que trucha que está, ay marucha, trucha que trucha que está. Mira el tintero a la chucha, como que quiere escribir, ay marucha, ya me acabó de escribir, ay marucha, trucha que trucha que está”, dice una de las estrofas de los cantos de Las Maruchas.

En una rueda de Las Maruchas pueden participar hasta 20 personas, incluso niños, que lo hacen por amistad con los dolientes.

“Esta tradición se ha ido perdiendo porque cuando estaban los paramilitares en la zona nos la prohibían, incluso hasta llorar a los muertos, entonces han quedado traumas y muchos no quieren hacerle ni velorio”, explicó.

“Chavela”, de 65 años, se alegra de llevar una bandera invisible llamada fortaleza y así quiere que permanezcan sus alumnos, con quien ha recorrido varios municipios y pueblos llevando su historia de dolor transformada a través de las notas musicales.