Sentada en una mecedora muy vieja, en una casa del barrio Balsamina, en La Peña, un corregimiento olvidado de Sabanalarga, Yulimar le aclaró a AL DÍA que ‘Cagapecho’ la dejó ‘mueca’ con un puñal, y no con una pinza (alicate) como se informó inicialmente. “Con ese puñal me cortó las encias y me extrajo siete piezas (dientes) de arriba y tres de abajo, en la mandíbula”, contó la mujer, que al principio no quería hablar con los periodistas “porque nadie ha hecho nada por mí, ni lo han capturado, ni nada”.
Poco a poco Yulimar cedió y empezó a recordar que el ataque ocurrió a la medianoche del pasado 29 de mayo, cuando ella estaba dormida con su hija de 5 años sobre una estera tirada en el piso de tierra de la vivienda de paredes de barro y ladrillos.
“Nunca se me olvidará ese domingo, yo había estado con mis hermanas, primos y familiares en las corralejas porque eran las fiestas patronales, a la medianoche me vine para la casa y ahí ocurrió todo.
“Él se metió por un hueco donde debía estar una ventana, se me puso encima y me empezó a dar ‘coñazos’ mientras repetía que me iba a matar. Él me celaba con todo el mundo, pero sobre todo con un primo, por eso yo no quería vivir más con él, porque me daba muy mala vida”, contó.
El agresor, Rafael Rojano, trabaja cargando bultos en plazas de mercado y dicen que puede levantar una carga de papa con un solo brazo; con un par de cachetadas noqueó a su excompañera, le abrió la boca y sacó los dientes con el afilado puñal.
Yulimar también perdió pedazos de la lengua y las encías.
Para repararle la boca los médicos de la Clínica Campbell de la calle 30 con carrera 14, en Barranquilla, tuvieron que ponerle platinas y tomarle más de 50 puntos internos.
Yulimar quedó con graves secuelas: no puede comer, ni hablar, con normalidad porque no tiene dientes, tampoco puede abrir totalmente la mandíbula y al perder la sensibilidad de la boca no puede encajarla y quedó con una mueca, por eso siempre que sale a la calle lleva una toalla para cubrirse.
Además, la autoestima le quedó por el suelo. Rosa Genis, una de sus hermanas, se lamentó porque Yulimar ya no es alegre y recochera como antes.“Ya no se ríe porque le da pena que le vean la boca destrozada”, manifestó.
IMPUNIDAD
La hija menor de Yulimar, de 5 años, fruto de una relación anterior de la mujer, es la única testigo de la agresión y fue quien socorrió a su mamá y le salvó la vida al avisarle a sus tías.
“Yo tengo nueve hijos, pero con él gracias a Dios no tuve ninguno, la mayoría de los ‘pelaos’ están en Venezuela y la niña se fue la semana pasada para donde mi mamá a Repelón, porque yo no tengo como alimentarla”, contó.
Yulimar rememoró que al despertarse en el Hospital de Sabanalarga no pudo hacer nada para revelarle a su familia que su exmarido era quien la había atacado, porque no podía hablar y temía que ‘Cagapecho’ tomara represalias con la niña.
En ese momento la menor tampoco contó lo que había pasado por miedo a que su padrastro matara a su mamá.
Sorprendentemente Rafael no se escapó después de la agresión; se quedó rondando la casa de Yulimar y hasta ayudó a buscar al supuesto atacante, quien, según la gente, era un ladrón reconocido en el pueblo.
El bultero desapareció cuando amaneció y los familiares se calmaron y cayeron en la cuenta que no había nada que robar en la casa de Yulimar, y le empezaron a hacer preguntas. Rafael se puso nervioso con el interrogatorio, se excusó diciendo que iba por unos cigarrillos y desde entonces nadie sabe dónde está.
En teoría, porque a Yulimar le han llegado rumores de que el hombre se motiló y se quitó los bigotes, y sigue trabajando como bultero en el mercado de Sabanalarga. Otros dicen que se esconde en Bohórquez, su corregimiento natal, y unos que regresó a Venezuela.
La realidad es que se voló, el caso permanece en la impunidad y con cada día que pasa es más difícil que lo resuelvan porque la víctima y su familia viven sumidos en la pobreza y su historia ya no es noticia de primera plana.
SE CONOCIERON EN VENEZUELA
Yulimar se conoció con Rafael hace cuatro años en el mercado público de Maracaibo (Venezuela). Allá lo llamaba el ‘Águila’ porque caminaba rápido, abriendo mucho los brazos, como si fuera a volar. “Él es moreno, grueso, de ojos verdes y tiene una cicatriz, como de un machetazo en la frente”, recordó.
Al principio la relación funcionó y el ‘Águila’ se convirtió en el sustento del hogar, pero con el tiempo empezaron los celos, golpes, amenazas y humillaciones.
El año pasado se regresaron para Colombia por la mala situación que se vive en Venezuela, y por la zozobra que les causó el asesinato en el Zulia, en diciembre de 2014, de Albenis Enrique Genis De la Hoz, 20 años, hermano de Yulimar.
Al poco tiempo de establecerse en La Peña, Yulimar y Rafael se separaron, pero él no se fue para Bohórquez, se quedó donde una tía de Yulimar y continuó amenazándola.
COMIENDO TIERRA
Después del brutal ataque a Yulimar le llegaron todo tipo de promesas de ayuda por parte de las autoridades administrativas departamentales y municipales. La Policía también se comprometió a capturar al atacante. Nada se concretó.
Le hablaron de darle una casa, pagarle el tratamiento reconstructivo de la mandíbula y hacerle la prótesis dental, brindarle atención psicológica y darle un empleo para que pudiera sostener a sus hijos y salir un poco de la pobreza extrema que la agobia.
Pasaron dos días y el caso, que le dio la vuelta al país y tuvo repercusión mundial, se olvidó. Las promesas de las autoridades se esfumaron como humo, por eso la molestia inicial con la que Yulimar recibió a este medio cuando llegamos a entrevistarla.
En la película Dogville, de Lars von Trier, se hace referencia a una costumbre antigua de la humanidad: comer tierra en las hambrunas para no morirse de inanición. El nivel de pobreza en el que viven Yulimar y sus familiares recuerda esa película por la imagen de un sobrino de Yulimar, desnudo, sentado sobre la tierra y ‘desayunando’ con un vaso de agua mezclado con lodo, mientras al fondo su tía relataba lo que le hizo su exmarido.