Hace 63 años, el 3 de noviembre de 1957, solo un mes después de que se pusiera en órbita el primer Sputnik soviético, fue enviada al espacio la perra Laika, una canina recogida en las calles de Moscú.
El objetivo de llevar a este animal fue demostrar la superioridad de la Unión Soviética sobre EE.UU, precisamente cuando en la época se conmemoraba el 40° aniversario de la revolución Bolchevique.
Sus nueve vueltas alrededor de la Tierra convirtieron a Laika en el primer cosmonauta del planeta, sacrificado en nombre del éxito de las futuras misiones espaciales", destacó en su momento Adilia Kotovskaya, quien era la encargada de entrenar a los animales para las misiones espaciales.
Para acostumbrarse al vuelo espacial en una cápsula presurizada de 80 centímetros de largo, los perros eran colocados en jaulas cada vez más pequeñas, recuerda la científica.
Los ponían en una centrifugadora que simulaba la aceleración de un cohete en el momento del despegue, los sometían a ruidos que imitaban el interior de una nave espacial y los alimentaban con "comida espacial" a base de gelatina.
Laika, una perra callejera de unos tres años de edad que pesaba seis kilos, había sido recogida en las calles de Moscú, al igual que los otros "candidatos".
"Se escogían perras porque no necesitan levantar la pata para orinar y por lo tanto necesitan menos espacio que los machos, y sin pedigrí porque son más despiertas y menos exigentes", explicó la especialista.
Las aspirantes tenían que ser fotogénica y se escogía su nombre para que tuviera el máximo impacto en la población.
El lanzamiento del Sputnik con Laika a bordo, el 3 de noviembre de 1957 a las 05H30 (hora de Moscú) en Kazajistán, desde lo que luego fuera el cosmódromo de Baikonur "no hacía presagiar nada malo", recuerda Adilia Kotovskaya.
"Obviamente, cuando el cohete se elevó, el ritmo cardíaco de Laika aumentó considerablemente". Pero al cabo de tres horas la perra recuperó su ritmo normal.
De repente, tras la novena rotación alrededor de la Tierra, la temperatura en el interior de la cápsula de Laika comenzó a aumentar y superó los 40 ºC, a falta de protección suficiente contra la radiación solar.
El resultado fue que Laika, que debería haber sobrevivido entre ocho y diez días, murió al cabo de unas horas por exceso de calor y deshidratación.
La radio soviética siguió sin embargo suministrando informes cotidianos sobre la "buena salud de Laika", convertida en heroína planetaria.