El asesinato de Martha Lucía: lo que el viento no se llevó
El homicida, Jefferson Ovidio Mesa Rueda, su pareja, actualmente cumple una condena de 20 años de cárcel.
Las playas de Puerto Mocho, cercanas a Bocas de Ceniza, donde se une el río con el mar, fue el escenario escogido por Jefferson Ovidio Mesa Rueda para perpetrar un macabro plan: asesinar a su pareja en un sitio solitario que le permitiera no dejar huella y así quedarse con una tienda recién comprada por la mujer en el barrio El Bosque, en la localidad Suroccidente de Barranquilla.
La tarde del viernes 14 de agosto de 2015, Mesa Rueda, entonces de 21 años, llegó hasta el desolado sector con Martha Lucía Ortega Hernández, de 44.
Martha Lucía había salido de su vivienda ubicada en la calle 10 con carrera 21 del Barrio Abajo del municipio de Galapa, convencida de que iba a pasar una tarde tranquila con su novio luego de resolver una pequeña discusión por una supuesta infidelidad del hombre. Entonces caminaron agarrados de la mano, miraron el atardecer, dialogaron y se besaron.
Sin embargo, cuando empezó a oscurecer en la zona, el hombre partió una botella y, tras forcejeos, con el filoso pico degolló a la mujer. Luego del asesinato a sangre fría, este cavó una fosa ayudado con pedazos de madera para enterrar el cuerpo de Martha Lucía.
Lo que el viento no se llevó
Hacia las 12:30 del mediodía del martes 18 de agosto, cuatro días después del asesinato, unos pescadores del sector vieron algo inusual: en la arena, junto a la orilla del mar, sobresalía una mano.
Los hombres excavaron y descubrieron el cuerpo en avanzado estado de descomposición. Luego dieron aviso a la Policía.
La investigación de las autoridades determinó que los vientos de 40 nudos (70 kilómetros por hora) que se registran en la zona costera fueron desenterrando el cadáver y estropearon el plan de Mesa Rueda para que el cuerpo de su pareja nunca fuera encontrado.
En los registros de la autoridad quedó plasmado que la mujer fue hallada en un socavón de aproximadamente 50 centímetros de profundidad y una longitud de 1.67 metros. El cuerpo estaba bocarriba. Tenía un jean azul hasta las rodillas, una blusa blanca con un estampado en el frente, y a un costado del cuerpo estaban sus sandalias de color rosado.
“En el lugar no se encontraron elementos materiales probatorios o evidencias físicas que permitieran dar con el responsable del crimen. La zona donde se encontró el cuerpo siempre ha sido complicada por los fuertes vientos y solo tiene un acceso terrestre: la prolongación de la calle 106 del barrio Las Flores hasta Puerto Mocho; el otro es por medio de embarcaciones en el mar, que fue el caso de los pescadores que llegaron al lugar por la Ciénaga de Mallorquín”, indicó un investigador que participó en la resolución del caso.
Para la época del hecho de sangre, la Policía evidenció que a un costado de la ciénaga de Mallorquín se encontraba una draga que luego con el desarrollo de las investigaciones fue clave para la resolución del caso.
Dos días después de que el cuerpo fuera encontrado, Medicina Legal determinó la identidad de Ortega Hernández, nacida el 26 de febrero de 1971 en San Vicente de Chucurí, en el departamento de Santander.
En búsqueda del asesino
Una vez que se conoció su identidad, familiares de la mujer indicaron a miembros de la Sijín que Martha salió en horas de la tarde del viernes 14 y no dio aviso a dónde iba. Su hija le marcó a su teléfono a las 5:11 de la tarde.
Martha contestó la llamada, pero no informó donde se encontraba, “en la llamada hubo mucha interferencia porque se escuchaba un viento muy fuerte”, dijo su hija a las autoridades y agregó que tenía sospechas de que Ortega Hernández tenía una relación con Jefferson Mesa, quien se desempeñó como ayudante en el negocio que ella administraba en el municipio de Galapa. Además de la llamada, la mujer aportó tres fotografías tomadas del perfil de Facebook de Jefferson.
“La relación nunca fue bien vista por la familia de la mujer, porque sospechaban de que el joven, al parecer, se aprovechaba de la situación para obtener un beneficio económico”, explicó un investigador.
Los policías judiciales visitaron nuevamente la zona donde fue encontrado el cuerpo. Allí dieron con un mototaxista del sector de Puerto Mocho que indicó que el día del crimen se encontraba en una caseta propiedad de su cuñado. Su testimonio fue recogido por los investigadores: “Al sitio llegó un hombre de 20 a 25 años, de piel blanca y contextura gruesa, cara redonda, no era muy alto. Se tomó tres cervezas y me dijo que si yo podía recoger una mujer que se encontraba en una pescadería del barrio Las Flores. Me dio sus características, salí a buscar la mujer, la encontré y la traje nuevamente hasta la caseta de mi cuñado, después de eso la pareja sale caminando por la orilla de la playa hacia un sector conocido como La Barra”.
Este testigo luego dijo que con el paso de los días se enteró a través del periódico sobre el hallazgo del cuerpo y “lo que más me sorprendió fue la fotografía de la señora, era la misma persona que yo transporté”.
Los investigadores también dieron con un hombre que se desempeñaba en ese momento como vigilante de una draga que estaba ubicada a un costado de la ciénaga de Mallorquín.
El empleado que se encontraba de servicio el día del crimen recordó a los policías que vio a la pareja pasar cerca a la draga: “A las 4:20 de la tarde me percaté que por la orilla de la playa se desplazaba una pareja con dirección hacia el Arroyo León, era un hombre blanco, contextura gruesa, de 20 a 25 años, de camisa gris, y una mujer de aspecto mayor al joven”, indicó.
Este luego agregó: “Durante mi turno estuve atento al retorno de la pareja, situación que nunca sucedió. A las 7:00 de la noche cuando le hice entrega de turno a mi compañero le advertí sobre la pareja que estaba cerca al Arroyo León y que no había regresado… El sábado en horas de la mañana cuando vuelvo a recibir el turno en la draga, mi compañero me dice que a las 7:30 de la noche, un joven se acercó hasta la draga, mi compañero lo describió y yo supe que se trataba del mismo que caminaba con la pareja”, puntualizó el vigilante.
Tal y como lo afirmó su compañero, el segundo vigilante que recibió el turno nocturno la noche del 14 de agosto, confirmó la versión de su colega y añadió: “Cuando el joven se acerca yo lo acompaño hasta la entrada de Puerto Mocho, mientras caminábamos, este dijo que se encontraba en compañía de su esposa, pero que la había mandado de vuelta con un mototaxista que había quedado en regresar a recogerlo, pero que se había demorado, por lo que decidió caminar solo de vuelta”, manifestó el vigilante.
Este hizo hincapié que por la oscuridad de la zona no había podido ver con claridad el rostro del hombre mientras hacían el recorrido. Sin embargo, pudo detallarlo cuando llegaron a una caseta ubicada en la entrada de Puerto Mocho. “Noté que el hombre estaba como ansioso, yo asumí que estaba desesperado por irse, cuando llegamos a la caseta me dijo que era policía”, explicó el vigilante.
Agregó que contactó a un mototaxista amigo suyo conocido como ‘El Mono’ para que llevara al joven hasta la entrada del barrio Las Flores por la vía 40.
De la misma forma que los dos vigilantes confirmaron haber interactuado con el sospechoso, ‘El Mono’ expresó a los investigadores del caso haber llevado al joven hasta la vía 40, con previo paso por un sector conocido como ‘el trencito’ donde Mesa Rueda se bañó con una manguera y se cambió de ropa.
“Al llegar a la vía 40, el joven me dice que crucemos la avenida hacia un establecimiento de maquinitas de póker y traga monedas, creo que cambió un billete, me dio una gaseosa y $10.000 pesos, yo me regresé para Puerto Mocho y el hombre se quedó en el sitio”, manifestó el transportador.
Gracias a estos testimonios, reconocimientos fotográficos y a las características físicas descritas por los ciudadanos, la Policía pudo individualizar a Mesa Rueda como principal sospechoso del crimen de Martha Lucía.
“No bastaba con los testimonios, se pidió una búsqueda selectiva en base de datos para comprobar si las señales de los teléfonos celulares de la víctima y el victimario estaban en la zona el día de los hechos”, relató un miembro de la Sijín.
Para que la Fiscalía solicitara a un juez de garantías una orden de captura contra el joven, también fueron claves las imágenes de cámaras de seguridad del establecimiento de maquinitas donde Jefferson cambió el dinero.
Fue así como 69 días después del crimen, el 22 de octubre de 2015, cayó Jefferson a las 9:30 de la noche en la calle 72 con carrera 6, del barrio El Bosque, cerca de la tienda que Martha compró para él por un valor de 100 millones de pesos.
Una versión poco convincente
En su llegada a la URI Jefferson confirmó que sí se encontraba en Puerto Mocho el día de la muerte de su pareja, pero dio una versión totalmente diferente a la hipótesis que barajaban las autoridades. “Unos hombres salieron de un matorral para atracarnos y atacaron a Martha”, intentó convencer el hombre a Carlos Newball Rodríguez, fiscal en ese entonces de la unidad de homicidios que pidió la orden de captura y lo llevó a audiencias preliminares ante un juez de control de garantías, donde no aceptó su responsabilidad en la muerte de la mujer de 44 años.
Se dio por vencido
Luego de que en enero de 2016, el Fiscal 18 de la Unidad de Vida, Rodrigo Restrepo, actual director seccional de la Fiscalía en el Atlántico, presentó el escrito de acusación ante el juez Séptimo del Circuito, Jhon Rico Castro, con más de 20 pruebas para demostrar en juicio la culpabilidad de Mesa Rueda en el crimen, el 12 de febrero de ese mismo año, el procesado se rindió y aceptó que fue el autor del asesinato de la comerciante santandereana. “Él aceptó el crimen y lo sentenciaron a 20 años de cárcel”, dijo el abogado penalista Ricardo Camacho González, quien fungió como apoderado de Mesa Rueda en el proceso.
“Jefferson no tenía salida alguna, habían muchas pruebas en su contra y de irse a juicio y perder se exponía a una pena máxima de 40 años de prisión”, puntualizó el defensor.
Un giro inesperado
EL HERALDO pudo conocer que aunque Mesa Rueda cumple su condena de 20 años de prisión en la Penitenciaría El Bosque de Barranquilla, este espera salir en poco tiempo.
“El sentenciado cuando cumpla la mitad de su condena (10 años), podría ser beneficiado con la decisión de esta en su lugar de domicilio”, explicó el abogado Camacho González y agregó que si Mesa Rueda decide trabajar o estudiar mientras cumple su condena podría obtener una rebaja de hasta 3 años por lo que al parecer solo cumpliría 7 años físicos de prisión, lo que le permitiría retornar a su casa antes de cumplir 30 años de edad.