César Enrique Buelvas Mejía le dedicó la mayor parte de su vida al fútbol. Se desvivía por el balón, todo en su vida giraba en torno al gol, incluso, hasta el último segundo de su existencia;pues la muerte lo sorprendió con los guayos puestos.
Todo indica que un infarto acabó con él mientras se echaba ‘un picadito’ entre amigos. Buelvas Mejía, de 35 años, acostumbraba a reunirse semanalmente (los jueves) con sus ‘llaves de pateada’, para jugar desde las 9 de la noche.
Esta vez fue en la cancha sintética Club de Leones, en la calle 60 No. 38-21, barrio El Recreo. Cesar entró de titular, algo usual en su carrera amater, y ocupó la posición que siempre le gustó: delantero centro.
“Jugaba muy bien, incluso lo iban a buscar a la casa para llevárselo a los diferentes torneos del barrio (Las Flores) y otros sectores”, expresó Víctor Manuel Banquéz, primo de Buelvas. El cotejo avanzaba sin contratiempos hasta pasada la primera media hora, cuando César se desplomó. “Dicen sus amigos que estuvo desmayado durante un minuto, pero que luego reaccionó sin ayuda de ninguna índole”, declaró ayer su esposa Karina Carreño Ariza.
La vida le dio un ‘tiempo extra’ a César, un soplo más de aliento vital luego de un susto mortal que pegó peligrosamente en el ‘palo’. El destino le dio 12 minutos de alargue para que hiciera su mejor jugada y salvara el partido, pero lo que vino después fue lo peor.
“Él reaccionó, dijo que solo sintió un dolor en la pierna. Pidió un bocadillo, se lo comió y volvió a jugar. Me dicen que estuvo corriendo cerca de 12 minutos, después se vino a un lado del campo para tomarse un sorbo de Coca Cola, después de eso, se volvió a desplomar”, continuó Karina.
César Enrique Buelvas Mejía cayó al suelo y sus amigos lo llevaron de inmediato a la Clínica La Merced, donde llegó sin signos vitales. Al parecer le dio un infarto, aunque las autoridades no confirmaron las causas reales de su deceso.
LOCO POR EL FÚTBOL
Buelvas Mejía fue uno de esos tantos niños barranquilleros que no terminaba de jugar en una cancha de barrio cuando comenzaba a buscar otra donde patear el balón, así lo explicó también Karina, a quien conoció hace una década y es la madre de su hija de 7 años.
“Jugó en muchas escuelitas de fútbol, incluso estuvo en las inferiores de Junior y se probó un tiempo en las reservas de Millonarios, pero no le fue bien”, agregó la cónyuge. La pareja residía en la calle 108 No. 89-25, barrio Las Flores.
“César salió anoche (jueves) de la casa a eso de las 7. Preguntó por la niña y le dije que estaba con mi hermana. Me dijo que estuviera atenta a ella, que él volvía temprano. Fue lo último que hablamos”, rememoró Karina en medio de pausas y voz quebrada, con un dolor evidente y los ojos húmedos.
César prometió volver temprano, pero la vida se le fue de repente, como cuando un partido es acabado por un gol en tiempo suplementario, durante un periodo de muerte súbita.
Así, de forma inesperada, se apagó la luz del alma de quien dejó una escuelita denominada ‘Fútbol con Propósito’, de la que pretendía salieran algún día estrellas como él soñó ser.