A los 11 años, Cristian David Mejía Torres dio luces del camino que iba a seguir. A esa edad y sin conocimientos teóricos de electrónica, armó lo que en su inocencia era un carrito a control remoto.
De remoto no tenía nada, pero su invento sorprendió a los amiguitos del barrio Olaya, donde pasaba tiempo con su abuela.A un carro de juguete común y corriente le instaló un pequeño motorcito que conectó a una batería por medio de cables de teléfono. El control era una lámina de triple, donde iba adherida la pila.
Todas las ideas son compartidas para mejorar el prototipo. Cristian prueba el chalecoeb su nmoto Yamaha Fino | Foto: Luis Felipe de La Hoz
“Yo hacía que el carrito se moviera, pero tenía que ir atrás con la batería. Era muy chistoso, pero sin duda me divertía inventar”, dice Cristian, quien actualmente tiene 26 años y está un semestre de terminar su carrera de Ingeniería Electrónica en la Universidad Autónoma del Caribe.
Precisamente esa institución universitaria lo premió esta semana con el primer lugar en la sexta edición del concurso Idea tu Empresa, que cada semestre busca entre estudiantes y egresados lasideas de negocio más innovadoras.Para ganar esta competencia, promovida por la vicerrectoría de Extensión y Proyección Social de la Autónoma, Cristian presentó el innovador prototipo de un chaleco para motociclistas con luces de tráfico inalámbricas.
Cristian (sentado, de azul) al lado de su familia: Edgardo Ramírez, Alberto y Mario Orozco, Silvana Ramírez, Miguel Mejía, Aura Mejía, Victoria Arroyave y Magaly Mejía.
“Además de tener las bandas reflectivas —o de luces ‘muertas’—, el chaleco viene con tres franjas de luces LED en la espalda. Una horizontal en la parte alta y dos en diagonales, una a cada lado. Cuando el motociclista activa el direccional, las luces de la chaquetilla también se van a encender, bien sea si va a cruzar a la izquierda o a la derecha. Lo mismo ocurrirá cuando active el freno, de inmediato la franja horizontal se encenderá para indicarles a los demás conductores que está frenando”, explica Cristian.
El sistema para este futuro ingeniero, es algo sencillo, pero a la vez complejo. Funciona como lo hace, por ejemplo, un portón automático a control remoto.
“El dispositivo consta de dos fases que en conjunto sincronizan el vehículo con el chaleco, logrando reproducir las indicaciones visuales del primero en la zona alta de la espalda y hombros del segundo mediante iluminación LED”, describe Esta idea, que pretende revolucionar el mercado de los accesorios para motociclistas, así como reducir los índices de accidentalidad, nació precisamente después de que Cristian sufriera un accidente vial.
El lunes 28 de octubre de 2013, a las 6:30 p.m., conducía una moto Honda C-90 desde Ciudad Jardín, en donde vive con sus padres de crianza, Magaly Mejía Miranda y Edgardo Ramírez, hacia Olaya. En la esquina de la carrera 38 con 81, una buseta lo arrolló. Cristian sufrió fractura expuesta de tibia y peroné en la pierna izquierda. Casi pierde la extremidad. Tardó siete meses en recuperarse y volver a caminar con normalidad.
“Recuerdo que el conductor de la buseta bajó y me dijo: ‘Es que no te vi’. Ahí empezó todo”, recuerda.
En su lecho de enfermo, Cristian, su novia Victoria Arroyave y su amiga Nicolle Sanjuán, con quienes se conoció en una iglesia cristiana, debatían las formas de reducir el margen de accidentes de este tipo.
“¿Cómo hacemos para hacer más visibles a los motociclistas? Es que hay ‘puntos ciegos’ para el conductor de un carro y en ocasiones le es imposible ver qué intención lleva el de la moto, si frenó o va a cruzar. Empezamos cada uno a botar ideas y así dimos en el punto con el chaleco”, dice Nicolle, de 18 años, estudiante de Negocios Internacionales “Lo primero que hizo Cristian fue empezar a echarle cabeza cómo poner a funcionar las luces del chaleco con relación a las de la moto, pero de forma inalámbrica. Conformamos un grupo de amigos y creamos una marca, VVEST, con la que pretendemos no solo comercializar este producto, sino cascos, guantes y botas de motociclis", afirma Victoria Arroyave, de 23 años.
Para Cristian, esto no es una simple tarea de universidad, pues su proyecto es que se comercialice el chaleco en la ciudad y por qué no, en todo el país.
Precisamente con el premio que le dio la Universidad Autónoma, un capital semilla de seis millones de pesos, mejorará el prototipo que diseñó. “La intención que tengo es que los codificadores de señales queden del tamaño de un botón de camisa, imperceptibles, resistentes al agua y al calor. Esperamos en octubre o noviembre salir al mercado”, asegura.
Nicolle, como estudiante de Negocios Internacionales, es la encargada del marcadeo en este grupo de inventores. Victoria, contadora, maneja las finanzas. Pero también cuentan con la participación de otras dos mentes brillantes: Alfredo Ramírez Puentes, ingeniero aeronáutico y piloto internacional, y Yuranni Castro Hernández, ingeniera electrónica y en telecomunicaciones. Ellos, desde Bogotá, se encargaron de conseguir todos los materiales que requirió Cristian para el proyecto. “Nos inquieta que quieran copiar nuestra idea, pero si lo hacen inventamos algo mejor”, dicen tajantemente.