“Se bajó de la torre a cambio de una pizza”. “Pizza y gaseosa a cambio de no saltar”. Esos fueron algunos titulares de los medios de comunicación que arribaron al barrio Villa Carolina la tarde del miércoles a cubrir el caso de un hombre que amenazaba con lanzarse desde una torre de energía, de unos 30 metros de altura. La estructura metálica es la 049 y está en la calle 88 con carrera 74.
Laura Galvis, propietaria de una pizzería cercana, dijo que Víctor Manuel Flórez Caña, no desistió de quitarse la vida por la pizza, sino por las palabras de vida y aliento que vecinos y amigos le gritaban desde la superficie.
“Bájate flaco. Víctor no haga eso, aquí lo estamos esperando. Su vida es muy valiosa, piense bien lo que va a hacer”, fueron algunas de las frases que lo hicieron reflexionar y bajarse de la estructura, donde permaneció durante dos horas, según explicó Laura.
Pero, ¿quién es Víctor? Él es un habitante de la calle que cuenta 34 años. Asegura a personas con las que conversa, como Laura, que trabajó durante cuatro años para la extinta Electrificadora del Atlántico, realizando labores de aseo y oficios varios.
“Siempre me dice que él lo único que quiere es que la Electrificadora le pague su plata. Dice: ‘Yo lo que quiero son mis cinco millones y me voy de esta ciudad. Yo soy un ‘pelao’ sano. No tengo casa, no tengo nada, pero tampoco le he quitado nada a nadie. No soy un ladrón’”, contó Laura, quien con mucha frecuencia le regala alimento, ropa e incluso lo bañó en una ocasión.
Sin embargo, Laura y otros vecinos que también le han brindado ayuda no han hecho más por él, porque este asegura que alejarse del mundo de las drogas “es imposible”.
Y el miércoles no fue la excepción. Estaba drogado y cansado de tantas aflicciones. Parecía que estaba dispuesto a lanzarse. Pero aparecieron las voces solidarias de algunos vecinos del sector, el Cuerpo de Bomberos y un grupo especializado de la Policía Metropolitana, que también ayudaron a persuadirlo para que descendiera de la torre que cuenta con energía del orden de los 6.200 voltios.
Durante las dos horas que permaneció en la cima, los residentes del sector fueron a sus casas y volvieron al pie de la torre con ropa y zapatos. Entre los presentes hicieron la ‘vaca’, compraron una pizza en el negocio de Laura y la trajeron a ella para que lo hiciera revertir la fatídica decisión.
Al descender, Víctor se midió las prendas de vestir, el calzado, se comió la porción gigante con una gaseosa y hasta firmó autógrafos. El alimento triangular fue el complemento. Pero, “más que una pizza, Víctor quería afecto”, insistió Laura.
El hombre fue trasladado a un hogar de paso, pero se pudo establecer que ayer en la tarde retornó al barrio Villa Carolina. Solo se limitó a decir que al lugar donde lo llevaron lo habían golpeado, y luego se refugió en el puente de la carrera 65, su dormitorio.