Historias

La ‘ensambladora’ que pone a rodar los sueños de José

Un joven en Sampués hace réplicas de carros en madera.

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José Herrera Hernández tiene su propia ensambladora de vehículos en el barrio El Campano, del municipio de Sampués. No es tan sofisticada como las que están en las grandes ciudades y países, pero es edificada día a día con empeño y dedicación, un binomio perfecto para hacer realidad también el ensamble de sus sueños que andan a la par de los pequeños carros que fabrica.

A diferencia de las grandes fábricas donde la entrada es una gran puerta y abundan los materiales, el taller de José es humilde. En este abundan la madera y las ganas de salir adelante con un arte hecho a mano.

Pedidos por internet

En una rústica mesa de tablas y sentado en un taburete a diario se le ve haciendo las réplicas de todo tipo de carros que sus ya consagrados clientes le piden que elabore. La mayoría de estos se lo piden por internet, hacen intercambio de ideas y cuando José tiene el esquema de lo que va a hacer se lo envía para que lo apruebe. Al tener la aprobación le da rienda suelta a su práctica y arma de a poco el pequeño vehículo.

A cada minuto su ingenio se pone a prueba. Su imaginación no vuela sino que se monta sobre ruedas y el modelo que existía en su mente se hace realidad en un pequeño objeto de unos 30 centímetros de medida cuando ya el producto está terminado.

Empezó con una corraleja

Este ir y venir de fabricación de réplicas de vehículos comenzó en enero de 2018, pero paradójicamente no fue con un carro sino con una monumental corraleja elaborada completamente en madera.

Tener la idea fue solo el principio, unir material con material significó una apuesta que hoy, más de un año después, le da para vivir y seguir puliendo el taller que improvisó en su vivienda.

“Luego de que me encargaran la corraleja me pidieron carros, y así comencé. Busqué modelos y medidas para que quedaran exactos a los reales. Inicié haciendo jeep y luego pasé a tractomulas, camionetas y hasta máquinas”, relató.

Contado así parece que fuese una tarea fácil, pero del dicho al hecho hay mucho trecho.

Con la sola explicación que da, mostrando cada parte que le hace a los carros, quien lo escucha queda asombrado porque se necesita paciencia y mucha dedicación para que el elemento que perfecciona con sus manos quede así, perfecto.

El proceso

En cada producto tarda entre 15 días y un mes para terminarlo, todo depende de lo pedido. En un carro normal dura menos, pero cuando se trata de máquinas tarda más porque tiene que hacerle los brazos hidráulicos con los que los accesorios se moverán. A algunos les instala cables y baterías para que las luces funcionen. Luego sella todo el proceso con la pintura. Ese acabado lo hacen en otro taller con ayuda de un amigo.

“En el mes me hacen dos o tres pedidos de todo tipo. Cada carro los hago por $80.000 o 200 mil pesos, dependiendo el tamaño y las exigencias del solicitante. Me hacen pedidos de varias partes del país, comenzando por Sincelejo, Bogotá, Medellín, Arauca, Norte de Santander. Ya me he ido dando a conocer por mi trabajo, pero quiero tener más clientes para que mi negocio crezca. Por eso me esfuerzo para que el producto quede bien hecho porque eso es lo que hablará por mí”, dijo.

Herramientas

Sus materiales principales son triple, madera mdf, luces Led, acetato, gota mágica, goma y colbón industrial. Usa taladro, segueta, serrucho, bisturí, cuchillo y mucho ingenio. Antes estas herramientas tenía que prestarlas en talleres, ahora poco a poco las ha ido adquiriendo.

“Cuando me piden algo pido de plazo un mes para perfeccionarlo y hacer todo lo que me piden. Desde enero de 2018 he hecho unos 130 carros. Antes era mototaxista e hice dos semestres de mecánica automotriz. También trabajo tallando sombreros vueltiaos en los cueros para las mecedoras. Todo eso me ayuda a perfeccionar mi arte”, indicó el joven de 29 años.

Cuando niño hacía carros con cajas de tomates. Esa quizás fue la base para construir el imperio de madera en el que ha convertido su taller de palma y terraza alta en el que un perro y un gato dan la bienvenida en la entrada hacia el universo de pequeños carros que transportan grandes quimeras.

Por *Ernesto Benavides Sierra

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