Las 24 horas previas a su muerte Sergio Medina Vergara, barranquillero, periodista y agente del CTI asesinado en Valledupar por atracadores el sábado antepasado; estuvo feliz y relajado en su casa del barrio Ichagua, en la capital del Cesar. Compartió en familia acompañado de esposa Ivanna Mercado Ferreira, y de su pequeña hija de 3 años. Estuvo descansando tras haber concluido turno de 24 horas de servicio.
La noche del viernes 18 de agosto Sergio, de 33 años, regresó extenuado a casa, cenó, tomó un jugo, y se fue a descansar a su habitación. Ivanna se quedó en el cuarto de su hija, acompañándola mientras esta dormía.
“Al poco rato me llamó: “Negra ven a acostarte”. Le respondí que esperara mientras la niña se dormía, pero finalmente nos quedamos rendidas y él también se durmió. A la mañana siguiente se levantó temprano y me dijo: “Negra me dejaste solo anoche””.
EL SUEÑO DE LA CASA PROPIA
La mañana del último sábado de su vida Sergio Medina la animó con salsa y champeta, al tiempo que ayudaba a la esposa en los quehaceres domésticos. “Se puso a bailar bailó salsa y conversamos ampliamente sobre nuestros planes de tener casa propia”, recordó Ivanna. Habitualmente los sábados Sergio acostumbraba a reunirse con sus compañeros de la reserva militar en la base de Valledupar, pues era teniente de esa unidad, pero ese sábado fatídico (19 de agosto) el encuentro se canceló y permaneció en casa.
Sergio Medina y su esposa Ivanna Mercado.
A las 9:30 de la mañana Ivanna inició la preparación del desayuno, en tanto él salió a motilarse. “No demoró mucho en la peluquería. Enseguida nos pusimos a lavar, fue a la tienda por más jabón y al regresar recuerdo que puso a sonar en el equipo la canción La Cura, de Frankie Ruiz, pues le recordaba al padrino de la niña, el compadre Ronald Martínez, también barranquillero. Mientras cantaba y bailaba el disco, decía: ‘Esa canción me hace acordar a mi compadre del alma’, y le subió el volumen”, recordó Ivanna.
Pasado el mediodía la pareja se puso a organizar el almuerzo. “Comenzamos tarde porque me dijo que aún estaba lleno por el desayuno. Antes lavé algo de ropa, él me convenció que no siguiera, que él me ayudaba al día siguiente; y seguimos con el tema de la casa que íbamos a comprar. Él estaba acelerado, pendiente, averiguando en las constructoras, por un lado y otro, esa era su preocupación, en las noches siempre me decía que tenía que compra rápido la casa”, recuerda Ivanna con hondo pesar.
PUERTA SIN SEGURO
Sergio salió de nuevo a la tienda, y al regresar no le puso seguro a la puerta, algo raro porque la familia siempre estaba pendiente de esto para evitar que la niña saliera, y también por la inseguridad que se vive en el barrio Ichagua.
“Nos sentamos en la sala en las mecedoras, y yo le puse la canción Robarte un beso, de Carlos Vives. Lo besaba y le cantaba déjame robarte un beso/ que me llegue hasta el alma. La niña es muy celosa, me apartaba de él, y se puso a llorar para que le diera el celular y ver muñequitos. Sergio tenía el equipo a volumen alto. Fui a la cocina a revisar cómo iba el almuerzo, y cuando regresé vi por la ventana un forcejeo en la calle. Era una mujer de pantalón blanco a la que estaban atracando. Sergio también se dio cuenta del atraco, se levantó de la mecedora y salió a la calle. Si la puerta hubiera tenido seguro, no lo dejo salir. Antes de que saliera traté de contenerlo, pero no pude. Muchas veces pasó esto y él espantaba a los ladrones. Es que me decía: “¡Tengo que salir, si a mis vecinos los están atracando, tengo el deber de defenderlos!”, siguió recordando Ivanna.
‘LA ÚLTIMA VEZ QUE LO VI CON VIDA’
Medina salió armado con su pistola reglamentaria, una CZ calibre 9 milímetros.Se protegió en la esquina de la casa y empezó a dispararles a los atracadores, un vecino le dijo: “Dele, váyase pa’ lante que esos tipos no están armados”.
El investigador del CTI se confió y avanzó disparando desde la puerta de la casa. Su esposa se quedó adentro y rogaba que no le pasara nada.
“La niña salió del cuarto, yo estaba detrás de la pared, le grité a Sergio ‘amor ven’, quería jalarlo por la pantaloneta, pero cogí a la niña. Los delincuentes estaban en diagonal, cruzando la calle, uno se cayó de la moto, la levantaron y cuando Sergio le dio en la pierna a uno, el tipo fingió caerse, se levantó y le disparó”.
Sergio sintió el impacto, dejó de disparar y los tipos aprovecharon y huyeron. “Negra me dieron”, le dijo a Ivanna y le entregó la pistola.
Luego le hizo una señal de calma con las manos y le señaló a la niña, acto seguido salió a la esquina a buscar un taxi. “Yo trate de marcar del fijo a pedir ayuda, pero las manos me temblaban, busqué su celular porque el mío no tenía minutos y tenía bloqueo de huella, entonces salí y me dijeron que se lo habían llevado en una moto. Fue la última vez que lo vi con vida”, cuenta Ivanna ahora entre sollozos.
Más tarde la señora se enteró de que la moto en la que llevaron a su esposo era del delincuente que le había disparado, quien la dejo abandonada en su huida. El vehículo también ha sido la pieza clave para las capturas que se han producido en el transcurso de esta semana por el homicidio de Sergio Medina.
“El internista me dijo que mi esposo luchó por su vida, le dieron tres paros cardio-respiratorios, la bala le causó una hemorragia interna, le afectó el hígado, el páncreas y el bazo”, puntualizó Ivanna, la joven viuda que ahora clama justicia.
LAUREANO, EL MENTOR
En el Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía (CTI), Sergio Medina tenía muchos amigos, pero Laureano Gómez era el más cercano a él. “Cuando nos conocimos en 2008 aquí en Valledupar enseguida hubo una empatía, porque somos barranquilleros. Nació para siempre una entrañable amistad”, manifiesta el veterano investigador.
Laureano Gómez, mentor y amigo de Sergio.
En 2008 Sergio era apenas un muchacho que ingresaba a la Fiscalía, se había desempeñado como periodista judicial de El Heraldo en Barranquilla, y Laureano, que ya trabajaba desde 2001 con el organimos investigador, se convirtió en su mentor. Medina nació en Barranquilla, pero se mudó con sus padres al barrio Hipódromo, en Soledad, donde se crió. Laureano era del barrio San Felipe. Tenían muchas cosas en común, les gustaba la salsa y su pasión era el Junior.
Laureano Gómez coincide con Ivanna en que ese fatídico sábado Sergio estaba más alegre que de costumbre.
“Yo estaba de turno en URI, a la 1:30 de la tarde me llamó y me dijo: ‘Panita estoy contento, pasa un rato por la casa’, le respondí que tan pronto entregara un informe llegaba, pero luego por mensajes le comenté que no me había bañado,no había terminado el turno, que iba a cambiarme y almorzar. Salí a las 3:00 pm de la URI y fui almorzar a las 3:30”, rememora Laureano.
“A las 4:00 recibí una llamada de mi compañera Francia Diazgranados, del grupo de inspección a cadáver, y me pregunta: “¿Sabes lo que le pasó a Sergio?” Le respondí no; y me dijo, “está herido en la clínica Erasmos, acércate”. Me fui con mi esposa, que también es teniente de reserva, compañera de Sergio, llegamos y lo tenían en observación. Antes de entrar a cirugía nos encontramos con Ivanna, luego nos dijeron que había muerto”, relata Laureano cabizbajo.
CON LAS BOTAS PUESTAS
Tal vez por su vena de periodista a Sergio Medina estaba atento a todos los casos que ventilaba el CTI, desde el más relevante hasta el más pequeño, siempre estaba dispuesto a participar. “Le gustaba estar al frente, si había que hacer una actividad, él estaba listo, nunca le dijo no al trabajo”, afirma Laureano Gómez.
“Jugaba con mis hijos, estábamos pendiente del otro, jugábamos fútbol, compartíamos el gusto por la música, él era más salsero y yo merenguero, pero a ambos también nos gustaba el vallenato clásico. Cuando uno viajaba a Barranquilla estaba atento qué le iba a mandar a los familiares del otro. He tenido muchas amistades y me han dolido sus muerte, pero como Sergio nunca, era como mi hermano”, se lamenta Gómez.
“Me contaba que siempre le gustaba estar en el lugar de la noticia, cuando laboró en El Heraldo y como agente del CTI siempre me decía que había que combatir al delincuente. “Con esa gente uno tiene que morir con las botas puestas", me repetía y… así sucedió”.
ATRAPANDO A LOS ASESINOS
Tan pronto hirieron a Sergio, el CTI empezó un trabajo conjunto de investigación con la Sijín de la Policía. El punto de partida fue la motocicleta que los delincuentes dejaron abandonada. “Le buscamos el historial y empezamos a atar cabos”, explicó a AL DÍA uno de los investigadores.
Con los datos del vehículo y las características de los dos bandidos que se enfrentaron con Sergio, y sabiendo que uno había escapado herido, el CTI y la Policía lanzaron una alerta a los centros asistenciales y clínicas del norte del Cesar y el sur de La Guajira.
Al poco tiempo a los investigadores les llegó información de un hombre herido de bala en la pierna derecha, que había ingresado la misma noche en que falleció Sergio al hospital de Fonseca, sur de La Guajira.
“Dijo que le habían disparado para hurtarle una motocicleta, lo atendieron y lo remitieron en ambulancia para San Juan del Cesar. Mediante reconocimiento fotográfico se estableció que sería uno de los dos delincuentes que se enfrentaron a bala con Sergio”, señaló la fuente.
El CTI actuó rápido y lo capturaron en el centro asistencial. Fue identificado como Luis Eduardo Hernández, de 21 años, natural de Maicao (La Guajira), quien pocas horas de su detención reconoció haber participado en el homicidio de Medina. Actualmente permanece en la cárcel.
Gracias a un informante las autoridades descubrieron que el otro delincuente es un adolescente de 17 años, quien fue entregado por su madre tras ser abordada por agentes del CTI. El menor, a quien le figuran cuatro anotaciones judiciales por hurto, fue enviado a un centro de reclusión para menores en Valledupar bajo cargos de homicidio. “Las autoridades buscan a otro miembro de la banda, que está huyendo, pero pronto caerá”, pronosticó el investigador del CTI.
‘MURIÓ CUMPLIENDO SUS SUEÑOS Y SU DEBER’
Roger Medina, padre de Sergio, habló sobre la tenacidad de su hijo para cumplir sus sueños:
“Cuando íbamos entrando al cementerio Jardines de Valledupar, y lo vimos lleno de sus compañeros oficiales de la reserva del Ejército, personal del CTI, amigos de fútbol y vecinos; comprendí su grandeza y le dije ami mujer que si el sepelio hubiese sido en Barranquilla entonces no hubiese cabido la gente, porque en su tierra tenía muchos más amigos de estudio y de barrio. En los nueve años que llevaba viviendo en Valledupar logró hacerse amigos de todos y lo más importante que se lo enseñamos en casa dando todo a cambio de nada.
Roger Medina, padre de Sergio.
Su sueño siempre fue pertenecer a una institución de seguridad del Estado, cuando se graduó de bachiller en el Colegio Salesiano San Roque me pidió que lo ayudara a inscribirse en la Escuela Naval de Suboficiales de Barranquilla, así lo hice, pero no fue admitido,jamás supimos por qué, pero fue su primera decepción. Luego estudió un año inglés en el Colombo-Americano, y por sus habilidades para relacionarse ingresó a estudiar Comunicación Social en la Autónoma y se graduó en 2006.
Pensé que se le iba a quitar la idea de la milicia, pero me dijo que apenas obtuviera su diploma iba a buscar la forma de ingresar a la Escuela de Oficiales de la Policía General Santander, en Bogotá.En ese tiempo Sergio trabajaba en Discurramba, distribuidora de la fábrica de licores de Antioquia. Allí ahorró dinero, yo busqué otra parte y viajó a Bogotá en busca de su sueño en la Policía. Ya había superado varios exámenes en Barranquilla, pero no lo escogieron, tal vez por falta de ‘palanca’.
De Bogotá regresó bastante triste porque se le volvían a cerrar las puertas en las instituciones armadas. Después, a escondidas, se inscribió en el Ejército, y tampoco fue admitido. Me dijo que eras muy de malas y que no entendía por qué no lograba entrar.
Creí que esa puerta estaba cerrada para siempre y se dedicó a trabajar en medios, pasó por La Libertad y El Heraldo como reportero judicial. Como periodista se hizo amigo de muchas de sus fuentes, como la entonces jefe de prensa del CTI en Barranquilla, Mavi Viñas, quien lo ayudó a ingresar a la Fiscalía", dijo el padre de Sergio.
Sergio Medina con sus compañeros de la redacción de El Heraldo en 2007.
El hombre agregó que el sueño de su hijo siempre fue estar en una institución armada y que "murió cumpliendo sus sueños y su deber".