Sus casi dos metros de estatura (1,99) y su contextura atlética, inspiraban temor a sus adversarios cuando subía al cuadrilátero. Los especialistas del ‘arte de fistiana’ consideraban a Humberto ‘Dinamita’ Gómez, también conocido en los años 70 y 80 como ‘Kid Gallo’, un potencial campeón mundial en la categoría welter junior.
Sin embargo, su promisoria carrera pugilística se truncó al caer en el submundo de las drogas, el alcohol, las rumbas y las malas compañías, según él mismo lo reconoce ahora.
SUS INICIOS
Humberto Gómez Coba, el quinto de seis hijos de la pareja conformada por José Manuel Gómez Molina y Adelaida Coba (fallecidos); nació hace 59 años en el barrio Cevillar de Barranquilla, y desde los 12 años comenzó a interesarse por el boxeo.
En las calles de su sector era frecuente verlo metido en peleas a puño limpio. “Un amigo de ese entonces, llamado Eduardo Sierra, tenía un primo propietario de una carpintería. Alguien le encomendó hacer unos muebles y se los pagó con implementos de boxeo. Le sonó la campana en su mente y decidió montar en el barrio Santo Domingo un club de boxeo que bautizó con el nombre de ‘Puños Criollos’. “Allí fui a parar. Eso fue en 1970, cuando apenas tenía 12 años”, rememora con nostalgia Gómez Coba. En esa época sonaban los nombres de los campeones mundiales colombianos Antonio Cervantes ‘Kid’ Pambelé y Rodrigo ‘Rocky Valdez. “Eran mis ídolos y mi inspiración”, asegura ‘Dinamita’ Gómez.
Sus primeros entrenadores en el ‘de porte de las narices chatas’ fueron Daniel ‘El Ñatico’ De Ávila, forjador de los campeones mundiales Eliécer Julio e Irene ‘Mambaco’ Pacheco, entre otros; y Martín Rojas, padre de los pugilistas Clemente ‘el Olímpico’ Rojas y del campeón mundial, Sugar Baby Rojas.
Poco a poco, a punta de disciplina, sacrificios y puños en los tinglados, Humberto Gómez Coba se fue abriendo paso en el boxeo como amateur, hasta que en 1977 lo llamaron a conformar la selección del Atlántico en la categoría welter junior.
“Recuerdo que de esa selección formó parte mi gran amigo Mario Miranda Marañón. Fuimos llaves cerradas, aún lo somos, donde nos vemos nos fundimos en un gran abrazo”, asegura Gómez.
El apodo de ‘Dinamita’ se lo puso un gran entrenador que tuvo, del cual hoy solo recuerda el apellido, Marimón; secundado por Mario Miranda. Pero sus amigos de Cevillar le decían ‘Kid Gallo’, porque a sus hermanos los apodaban los ‘Gallos’.
Su palmarés boxístico está conforma do por 80 combates amateurs a nivel nacional en la categoría welter junior. En 1977 se coronó campeón nacional en esa división, en un combate celebrado en Bucaramanga que ganó por decisión. Dio 23 nocaut y se paseó victorioso por cuadriláteros de Cali, San Andrés y Cartagena. Se caracterizaba por ser un boxeador técnico y pegador.
LA DEBACLE
Cuando su nombre ya comenzaba a sonar como un gran prospecto para combates internacionales, ‘Dinamita’ Gómez sucumbió ante la tentación de las rumbas, el alcohol y las mujeres de la vida fácil, hasta descender al submundo de las drogas.
“Con la platica que me quedaba de los viáticos cuando viajábamos a representar al Atlántico en los campeonatos nacionales, me iba de rumba con mis amigos. Trasnochaba en bares en los que conocí a muchas mujeres. Me emborra chaba como loco y llegaba en estado físico deplorable a los entrenamientos. Mis entrenadores detectaron el problema, pero yo no les prestaba atención. En esa época, finales de los 70, vivía aún con mis padres en Cevillar, hasta que un día, bajo los efectos de las drogas y el alcohol cogí calle y me alejé del boxeo. Dormía donde me agarrara la noche y llegué a comer lo que encontraba en la basura. Allí comenzó mi perdición”, explica Gómez.
Se convirtió en un hombre violento, y debido a su condición de exboxeador muchos malos amigos lo buscaban y le pagaban en ese entonces, comienzo de los 80, para que espantara a sus enemigos a punta de trompadas.
“Me daban 500 pesos para pelear con personas a las que no conocía. Me convertí en un boxeador callejero”, asegura. En el inframundo de las drogas permaneció durante 28 años. Cinco veces estuvo detenido por porte de estupefacientes y una vez, en 1981, atracando a un comerciante en Bogotá, le die ron un tiro en la pierna derecha, de la cual perdió tres centímetros porque el proyectil le afectó el fémur. Eso lo obligó a usar plantillas ortopédicas para no cojear. “Después que el comerciante me dio el balazo, caí al piso, el hombre creyó que me había matado. Me hice el muerto y el tipo se fue. Dejó botado un maletín de donde salieron billetes, unos 20 mil pesos que en esa época era plata. Me levanté y recogí lo que pude. Boté el cuchillo que llevaba y cuando la Policía llegó dije que me habían atracado. Me llevaron a un hospital de Kennedy, donde estuve varios días. De allí salí en condiciones lamentables y me vine para Barranquilla, a casa de mis padres. Mi mamá me acogió nuevamente en la casa”, evoca ‘Dinamita’ Gómez.
LA REHABILITACIÓN
Una amiga de la familia, que trabajaba en Hogares Crea, le sugirió a su madre que lo llevara a esa institución para que se regenerara. A regañadientes aceptó la invitación de la mujer.
“Mi rehabilitación en Hogares Crea fue una bendición de Dios y del Espíritu Santo. Nací nuevamente. Salí en 1988 convertido en un hombre espiritual y responsable. Alejado del alcohol, las drogas y las parrandas”, recalca Gómez Coba.
Conoció a María Isabel Palomino, la mujer con la que conformó su hogar. Es padre de tres hijos: Renzo, Kevin y Humberto. Vive en una casa propia en el barrio Villa Estadio, de Soledad. “Las drogas y el alcohol fueron mi perdición, pero Dios tocó mi corazón y se lo abrí de par en par. Hoy vivo agradecido con el Señor, pues me mostró el camino de la redención. Me arrepentí de todo el mal que le causé a mi familia y a muchas personas. Hoy soy un hombre nuevo y quiero dejarles este testimonio de vida a los jóvenes para que no se dejen tentar por los vicios ni el delito”, destaca entre lágrimas Humberto ‘Dinamita’ Gómez, quien asegura ser uno de los pioneros del mototaxismo en la ciudad, actividad con la cual gana su sustento y el de su familia.