Aunque en la mayoría de partes del mundo, el festejo del nacimiento del niño Dios se realiza el 24 de diciembre, en las comunidades negras del departamento del Valle del Cauca, la celebración de navidad se hace en febrero.
Esta es una tradición que el pueblo de Quinamayó conserva desde la época de la esclavitud, en la que la población blanca no les permitía celebrar la natividad del hijo de Dios junto a ellos.
Ante el inconformismo de la servidumbre por no poder conmemorar la fecha tan especial, los esclavista les dieron a escoger un día del año para hacerlo, pero que no fuera durante el mes de diciembre. Ante esto, la comunidad utilizó simbólicamente una de sus costumbres para escoger la fecha.
"En nuestra comunidad creemos que una mujer debe hacer ayuno durante 45 días después de dar a luz, así que celebramos la Navidad no en diciembre sino en febrero, para que María pueda bailar con nosotros", mencionó Holmes Larrahondo, parte de la comunidad a la BBC Mundo.
Es por esto, que a día de hoy, las comunidades celebran Navidad el tercer domingo de Febrero, tiempo para el ya se ha cumplido el simbólico periodo de ayuno al que la madre de Dios estaría sometida como parte del pueblo.
Festejos
Por otra parte, la llegada del niño Dios al pesebre tiene un tinte especial. El festejo que combina música, teatralidad, fuegos artificiales y disfraces, gira en torno a un imaginario: el Niño Dios ha desparecido.
Es por esto que todo el pueblo sale a buscarlo y va de casa en casa en romería, cantando y bailando, hasta encontrarlo, escoltarlo y depositarlo junto a la virgen María y san José.
Las distintas estaciones son animadas por recitaciones conocidas como loas, y durante toda la noche los lugareños cantan, bailan y beben.
"Los niños desde que están pequeños los utilizamos en el evento. Los ángeles, los soldados, las madrinas, los padrinos, todos son niños, entonces yo creo que nunca se va a acabar la tradición", expresó Mirna Rodríguez, una de las organizadores del evento a la AFP.
Música de fuga
La fiesta se anima con ritmos heredados de tiempos de los esclavos, traídos de África en la época de la colonia española.
Entre ellos la tradicional "fuga", que se baila "con pies arrastrados (...) debido a que las cadenas que amarraban sus pies no les permitían hacer otros pasos", explica Olmes Larrahondo, un coreógrafo de 25 años.
Quinamayó, al igual que otras comunidades negras cerca de los límites de los departamentos de Cauca y Valle del Cauca que celebran las Adoraciones, surgió tras la abolición de la esclavitud en 1852 en los márgenes de antiguas haciendas.
Como en otras regiones de pasado esclavista, la exclusión y la pobreza han dejado su huella en estos departamentos que conectan con el Pacífico.
En Colombia los negros (hasta 20% de la población según cálculos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe en el 2018) han sufrido con especial rigor el conflicto armado, la pobreza y la desigualdad.
Desde la década de 1960, cuando Cuba dejó de ser el gran proveedor de azúcar para Estados Unidos tras la revolución, llegaron las grandes plantaciones de caña, y los posteriores conflictos entre negros, indígenas y agroindustrias.
"Crecientemente para algunas comunidades (las Adoraciones) son un elemento de resistencia" ante las tensiones de los litigios por tierras, remarca Manuel Sevilla, doctor en antropología y experto en esta tradición de la Universidad Javeriana de Cali.
Larga vida
Las Adoraciones del Niño Dios son ante todo una puesta en escena que aglutina a varias generaciones.
El acompañamiento musical varía, dependiendo de los recursos, entre una tambora y gente que canta hasta grupos de violín o bandas de vientos.
Justamente entre los lugareños también hay la versión de que sus antepasados terminaron celebrando Navidad en febrero, porque solo hasta ese mes les llegaba el pago por las cosechas.
Cada una de esas explicaciones "tiene componentes de veracidad", apunta Sevilla.
Las Adoraciones -agrega- "combinan las creencias católicas, fruto de la evangelización, con las formas de expresión y de ritualidad que habían traído de África".
Este sonoro rito cuenta desde hace una década con la vitrina del festival de música del Pacífico Petronio Álvarez, quizá el más importante de su tipo en Colombia.
Además han llegado a públicos jóvenes que pueden ayudar a cumplir el presagio de doña Mirna de que las Adoraciones no morirán.
"No son solamente una celebración espiritual sino además una especie de estandarte cultural, que cada vez toma más fuerza", corrobora el profesor Sevilla.