Entre el verde apacible de los surcos y túneles que conforman la Ciénaga de la Caimanera, en Coveñas, un grupo de más de 130 personas ‘rema’ para preservar el bosque de manglares y el espejo de agua que funciona como pulmón en el Golfo de Morrosquillo.
El ecoturismo es lo suyo porque no quieren que se repita lo de hace más de 5 décadas cuando los ancestros, inocentes de la actividad y el daño que hacían, comercializaban la piel de los caimanes, especie reina en dicho ecosistema.
De ahí que hoy en día solo se observen unos 150 ejemplares de ese animal, muy a pesar de que ha habido reforestaciones y repoblamientos. La lucha por el cuidado de este paraíso es de sol a sol y de remo a remo.
Dos de los preservadores más aguerridos son los hermanos Esteban de Jesús y Olimpo Cárdenas Monterroza. Tienen a la Ciénaga como su segundo hogar, o más bien el primero, porque gran parte del día están entre las raíces en formas de zancos de los manglares rojos que hacen que en esta parte el mundo se respire mejor.
No hay que sacarles las palabras de la boca. Esas fluyen naturalmente porque ante todo son guías e informadores turísticos. Y es que el conocimiento se tiene que replicar para no repetir lo malo. Es una envidia trabajar entre la naturaleza viva en la que recorrer en canoa unos mil 200 metros por el caño madre es un encuentro con la tranquilidad, esa que anhela constantemente el ser humano.
De estas aguas tienen mucho que contar. Por ejemplo, que el 25% de las especies de peces marinas llegan a desovar a las aguas de la Ciénaga sobre todo cuando es invierno, y es que goza también de la visita de miles de aves que ven en el bosque de manglares su casa.
Esteban de Jesús contó que los recorridos que les hacen a los turistas son en canoas para no contaminar. Solo permiten el acceso de las lanchas a motor un único día: el 16 de julio, fecha en que los pescadores y lancheros conmemoran el Día de la Virgen del Carmen. Sin embargo, están contemplando la posibilidad de que la procesión sea solo en canoas porque lo que evitan contaminar todo el año en esa fecha se multiplica.
“Hace 25 años nos formalizamos para trabajar en pro de la Ciénaga. Además del turismo también usamos este sitio para la pesca artesanal, todo de forma controlada para cuidar lo que nos da de comer. Nosotros no solo somos aquí unos guías si no guardianes del ambiente”, aseguró.
Lo dice él que desde los 8 años comenzó junto a su papá a pescar y cuidar la naturaleza. Hoy tiene 35 años y la historia no ha cambiado.
“El nombre es en honor a la especie porque hace 45 años hubo una repoblación de caimanes inmensa, pero hoy en día lamentablemente se encuentra en vía de extinción. Nuestros ancestros fueron los primeros fundadores, pero se dedicaron a la captura de pieles de esos animales para llevarlas al exterior porque la pesca no era una renta. Sin embargo, fue favorable porque la Caimanera entró como centro turístico, pero a la vez no, porque prácticamente se acabó la especie”, explicó el guía.
Resulta dudoso que la especie se haya acabado en las 2 mil 125 hectáreas que conforman a la Ciénaga, entre bosques de manglares y espejismo de agua. Sin embargo, los constantes recorridos que hacen y los monitoreos con la Corporación Autónoma Regional de Sucre (Carsucre) así lo confirman.
A la par de dicho repoblamiento de caimanes que hicieron también reforestaron en el 2002 unas 14 hectáreas de manglares, una muestra tangible del porqué este ecosistema luce como un verdadero paraíso.
El representante legal de la Asociación de Mangleros del Golfo y la Ciénaga de la Caimanera, Olimpo Cárdenas, lleva 22 años en la actividad. Para él no es un oficio, es un modo de vida. “Estamos dando la lucha para ver qué podemos hacer con el fin de preservar los manglares porque si no tenemos esto no tenemos empresa. Figúrese que son muchas las cosas que tenemos que cuidar entre flora y fauna. Por eso esto es titánico”, dijo.
Y no es para menos, pues están en la tarea de resarcir el daño que han causado, entre otras cosas, la construcción de la Transversal del Caribe y los hoteles cercanos a la Ciénaga.
“Desde que trazaron la Transversal del Caribe entre Tolú y Coveñas fue la afectación más grande que nos pudieron hacer porque taparon el reflujo del oxígeno y el hídrico. A pesar de eso se han recuperado 400 hectáreas de manglares. Pero también la construcción de cabañas de lado y lado nos ha perjudicado porque rellenan y cortan. Eso provoca deforestación”, lamentó.
Y por si fuera poco hay expectativa por la construcción de la nueva Troncal que pasará detrás de la Ciénaga.
Ellos solo esperan, si no es mucho pedir, que esta megaobra que acortará el camino entre Antioquia y Bolívar, no cause tanto daño. De lo contrario eso eliminaría por completo la existencia de los pocos caimanes que han dado la pelea por subsistir.
“Hay pocos caimanes, pero sí hay. En varios días se han contado hasta unos 150 en invierno que es la época en que más salen. A pesar de eso son muy pocos porque antes se veían más hasta de seis metros de largo y ahora vemos solo de cuatro metros”, comentó Olimpo.
No tiene cifra precisa porque no se ha hecho un inventario forestal y de fauna que determine un diagnóstico claro sobre la actualidad de la Ciénaga. Los nativos esperan que este se realice el próximo año. Mientras tanto no bajan los remos y muchos menos permiten que la tarea que con tanto esfuerzo han devorado se sumerja, porque hay mucho por lograr y navegar.