Historias

Así es la exótica cultura que trata a sus muertos como si aún “estuvieran vivos”

El cristianismo y el Aluk to dolo han convivido durante mucho tiempo en esta región

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Sulawesi (Isla de los Célebes) es una isla en Indonesia donde habitan los toraja, una comunidad indígena donde los vivos conviven con los muertos por su religión animista Aluk to dolo.

Para esta sociedad, cuando sus seres queridos mueren, les puede tomar varios meses o hasta años realizar un funeral. Es por esto que los mantienen en sus casas y los cuidan como si aún estuviesen presentes: les llevan agua, comida, hasta cigarrillos dos veces al día. También les tienen un tazón en la esquina del cuarto para que puedan ir “al baño”.

De acuerdo con BBC, la habitación jamás queda oscura, siempre les mantienen las luces prendidas cuando es de noche, pues piensan que si no cuidan a los muertos, los espíritus de estos les crearán problemas.

Una de las complicaciones de tener los cuerpos dentro de las casas es mantenerlos, debido a que se les deben inyectar formol, un líquido con olor fuerte que sirve para desinfectar y conservar los cuerpos muertos para evitar la descomposición. En la antigüedad los habitantes los conservaban de una forma natural, frotándoles hojas y hierbas.

Según la publicación, una de las familias que sigue la tradición es la de Mamak Lisa, debido a que su padre, Paulo Cirinda, falleció hace 12 años. El difunto se encuentra en la esquina de una alcoba, acostado en una cama, vestido con su ropa favorita y unos lentes oscuros. Su piel se ve gris y en su cara tiene varios agujeros.

Mamak Lisa

Lo más curioso de esta historia es que lo tratan como si aún estuviese vivo, pues cuando le preguntan por él, la mujer responde que sigue enfermo. "Padre, tenemos visitas que vienen a verte. Espero que esto no te incomode o te enoje", le dice Mamak Lisa.

Para la mujer esta es una manera de facilitar el luto, le ayuda a ajustarse a la nueva “identidad” de su padre.

Restos de un anciano en la comunidad toraja

Una vez las familias están listas para el velorio, tanto económica como psicológicamente, se les realiza una gran y espléndida ceremonia. Estos reúnen riquezas para realizarles una memorable despedida a sus familiares fallecidos.

De acuerdo con las creencias de los toraja, una vez se realicen los funerales el alma del difunto deja este mundo para ir al ‘Pooya’, el último ciclo en donde el alma reencarna. Para la comunidad la manera más fácil y rápida de llegar al ‘Pooya’ es sacrificando búfalos porque creen que ellos son los que transportan el espíritu.

Un ejemplo de una gran despedida fue la de un hombre llamado Dengen, el cual era millonario y poderoso, su funeral duró cuatro días en los que fueron sacrificados 24 búfalos y más de 100 cerdos en su nombre. De acuerdo con su hijo, la despedida costó más de $50 mil dólares (más de $143 millones).

La última etapa es el entierro, en donde introducen a los difuntos en tumbas familiares o cuevas. Aunque para las personas del común este es el último paso para dejar descansar a los muertos, para los indígenas de esta isla no.

Cueva con cráneos y otros restos

Los familiares siguen cuidando y protegiendo a sus seres queridos; les colocan plata y cigarrillos.

Además, cada dos años las familias les realizan un ritual conocido como ma’nene o "limpieza de los cuerpos", en donde sacan los ataúdes, los abren y realizan una reunión familiar para mantener la interacción entre los vivos y muertos. Asimismo, los limpian y acicalan para poder tomar una foto familiar. No obstante, antes de abrir el féretro deben sacrificar un búfalo.

Sahar Zand en un hogar junto a un féretro

Cuando los familiares ya han pasado tiempo con ellos y se han tomado fotos, los envuelven en una sábana blanca, este simboliza su cambio de atuendo, aunque en algunas aldeas sí los cambian de vestimenta completamente.

Así fue el primer ritual para María Solo, una anciana de 93 años, según sus familiares, que falleció hace tres años.

Hombre con el cuerpo de un anciano fallecido

Para su hijo mayor, quien es un empresario y vive en Yakarta, la capital del país, es una manera de recordar lo paciente que era.

La familia de María Solo y de Paulo Cirinda, son una de las pocas que aún conservan estas prácticas. Al parecer, están desapareciendo debido a que el 80% de los toraja se han convertido al cristianismo, religión que llego hace menos de un siglo cuando unos misioneros de Holanda intentaron acabar con las religiones animistas y sus aldeanos se negaron a dejarla, según Andy Tandi Lolo.

No obstante, el cristianismo y el Aluk to dolo han convivido durante mucho tiempo en esta región.

Los toraja no le tienen miedo a la muerte ni a los muertos, para ellos es solo una manera de poder recordar a sus seres queridos de la mejor manera posible, de una forma diferente.