Es literal. Cada uno por su lado. La mamá, Deisy Del Carmen Maury García; y el papá, Ismael Borré, disfrutan por separado los momentos de gloria que vive el mayor de sus hijos, Rafael Santos, estrella indiscutible del poderoso River Plate de Argentina.
La pareja no convive hace 19 años, pero de igual manera goza el esplendor deportivo de Rafa, como le dicen con cariño. Muy atentos siguen los partidos, los goles, o cada jugada que ofrece este joven de 23 años enfundado con la emblemática banda cruzada del 36 veces campeón gaucho.
A sus padres biológicos también se suma su mamá de crianza, Ana Beatriz Madera, actual esposa de Ismael. Con ella Rafa vivió durante cerca de 10 años en el barrio Alfonso López de Valledupar, ciudad en la que el atacante barranquillero disfrutó su infancia, cursó los primeros años escolares, e inició su formación como persona, y desde luego como futbolista.
“Él tenía 4 años cuando la mamá y yo nos separamos. Se fue conmigo a vivivir a Valledupar, y empezó estudios en el Colegio Loperena donde se destacó como buen estudiante. A veces se me desenfocaba un poco, porque en todo momento vivía pendiente del fútbol”, recuerda el papá Ismael Borré.
Los padres le explicaron desde esa edad la situación que pasaba entre ellos, y la fue asimilando.
“Él es un muchacho que tiene la gran virtud de escuchar. Además mi actual esposa lo acogió con mucho cariño, y por eso no fue tan traumático el episodio de la separación”, explica Ismael. Santos Borré vivió en Valledupar entre los 4 y los 15 años. El papá recuerda que la decisión de jugar fútbol y no iniciar estudios superiores fue exclusivamente de su hijo. “Yo soy educador y sé que el fútbol es en muchas ocasiones algo al azar. Rafa terminó el bachillerato a los 17 años. Hizo hasta noveno en el Loperena, luego décimo en Barranquilla en el Colegio Nueva Granada. Cuando iba a cursar undécimo Deportivo Cali se lo llevó, y por eso graduó allá”, señala. “Le dije que probara unos dos años a ver cómo le iba con el fútbol, pero apenas llevaba cuatros meses en el Cali y el técnico Leonel Álvarez lo puso a debutar. Allí se decidió todo”, agrega.
La relación que tiene con su hijo es muy estrecha, la comunicación es diaria. “Hablamos dos veces al día, él todavía es un pelao, hay que orientarlo en muchas cosas. Lo aconsejo bastante y le digo que mantenga la humildad y la disciplina, así lo criamos”.
Un hecho que marcó a Santos Borré en lo que lleva de carrera, fue su paso por el fútbol europeo, en lo cual considera Ismael se falló en varios aspectos.
“Lo vivido en Europa fue fuerte para todos. Para mi, Helmut Wennin (empresario de Santos Borré), y el mismo Rafa. Él jugó en el Villarreal sin opción de compra cuando su pase era del Atlético de Madrid. Una vez hizo dos goles y creí que el técnico Fran Escribá lo iba a dejar de titular, pero luego lo sacó porque ellos no iban a potenciar a un jugador que sabían se iba a ir en seis meses”, explica.
También le pegó muy fuerte la forma de trabajar en España, en comparación a como lo hace la gran mayoría de clubes sudamericanos. “Él me decía que entrenaban tres veces al día durante la pretemporada con el Atlético, mientras que acá en Colombia solo practicaban una vez”.
En junio de 2017 el panorama cambió para el atacante barranquillero con su paso a River Plate. “La gente de Argentina compró el 50 por ciento del pase de Rafa, y a ellos sí les interesó potenciarlo, esta vez sí se hicieron las cosas correctamente”. Pero luego de tantos momentos duros, Ismael sostiene que el orgullo que siente cuando lo ve en televisión con la camisa de River, es indescriptible. “Es emocionante, aunque a veces me da miedo, porque él tiene que tener los pies sobre la tierra, todavía le falta mucho camino por recorrer”.
‘Un monito y diez más’
La mamá de Santos Borré, Deisy Maury, confiesa que no ve todos los partidos de su hijo por razones del corazón. “Los juegos que no son tan importantes los omito para no estresarme. Yo chateo con él cada vez que se puede, tratamos de mantener muy buena comunicación. También estoy muy pendiente de lo que se dice él en redes sociales”, afirma.
Al igual que con su padre y su madrastra, Rafa mantiene una relación constante con su mamá. “Él me llama antes de los partidos importantes y me pide la bendición. Yo le digo: ‘Papi no te estreses, disfruta el juego como si estuvieras acá en la cancha de Santo Domingo’, y se ríe”, agrega la señora.
Las aspiraciones de su progenitora son muy altas, lo quiere entre los mejores futbolistas del mundo. “A veces nos reuníamos a ver partidos de James Rodríguez. Yo le decía que viera a ese muchachito que también luchó por su sueño, y ahora estaba en Europa. Él me contestaba que algún día iba a estar allá”.
Cuando tenía vacaciones en el Loperena Rafa volvía a Barranquilla a reunirse con su mamá. En uno de esos viajes impactó con su fútbol a los dueños de la Escuela de Fútbol Neogranadinos, Álvaro Aguilar (papá del futbolista Abel Aguilar, y a Federico Chams.
“A su regreso, a los 14 o 15 años, empezó a jugar con Neogranadinos. Una vez me perdió una materia y junto a Chams lo castigamos mandándolo al banco de suplentes los primeros minutos de los juegos, lo cual era para él una tortura”, recuerda Deisy.
De entre las múltiples vivencias que tuvo al lado de su hijo recuerda esta en particular.
“Una vez llegué tarde a un partido que jugaba Neogranadino contra Tromba Paisa de Sabanalarga, le pregunté a un niño que cómo habían quedado. Me dijo muy serio que había ganado Neogranadino, y finalizó con esta frase: ‘Ese equipo es un monito y diez más’. Yo me reí porque sabía que el ‘monito’ era Rafa, eso significó mucho para mí en ese momento”.
‘Jugaba hasta con la tapa del colgate’
La madrastra de Rafa, Ana Beatriz Madera, que compartió con él durante su estancia en Valledupar, fue testigo de la pasión que este sentía desde muy niño por el fútbol, y que por momentos se volvía incontrolable. “Él tenía el balón en todo momento. Estábamos desayunando o almorzando, y por debajo de la mesa tenía la pelota en los pies. Varias veces derramó el café o el jugo, tocaba regañarlo”, recuerda Ana.
“Muchos de los adornos de la casa Rafa los rompía con la pelota. Él no veía televisión, de pronto una hora, porque recorría toda la casa con el balón, haciendo desastres”, agrega entre risas.
Hasta la hora del baño era complicada en esa época. “Rafa se metía al baño con el balón, yo no me daba cuenta y cuanto entraba a ver, estaba la regadera abierta y el pateando su pelota”. De nada servía que la señora Ana se llevara el balón, porque él se las ingeniaba para seguir haciendo ‘pinolas’. “Rafa llevaba siempre consigo un limón, y cuando no tenía una pelota lo cogía para seguir pateando. Jugaba hasta con la tapita del Colgate”, afirma entre risas.
Cuando Rafael Santos Borré llegó a Valledupar su alimentación era complicada, porque rechazaba algunos alimentos. “No le gustaba el pescado, la carne guisada, ni las verduras. Me tocó enseñarlo a comer de todo”, cuenta también Ana.
En el barrio Alfonso López hizo muchos amigos, todos mayores qué él en edad y en estatura. “Esos eran los amiguitos de Rafa, él tenía 7 años y ellos 15, 16 o 17 años, con ellos jugaba fútbol y andaba por ahí. No era muy enamorado, vivía era pendiente de su deporte y nada más”.