Es muy triste hacer un obituario sobre los amigos y las personas queridas que mueren. No hay nada más triste que sentarse a la vera de la vida a comenzar a recordar a aquellos que nos llenaron de buenos momentos.
José Varacka vino a Barranquilla a enseñarnos a ganar. La historia de Junior está cimentada por un antes y un después de él. Con los brasileros jugábamos bonito, la gente deliraba con su fútbol, así finalmente Junior perdiera como aconteció muchas veces. Con Varacka Junior comenzó a tener pantalones largos. Con él la cancha del Romelio Martínez pasó a llamarse la “cancha sagrada”.
Con su estilo el onceno se convirtió en el equipo de “los obreros” que corría, metía y ganaba partidos y campeonatos. El Varacka argentino se hizo barranquillero por convicción y elección. Nuestra ciudad se le metió en el alma para no salir jamás.
De tiempo en tiempo aparecía por aquí, y con el doctor Iván Chalela y nuestras señoras salíamos a cenar y a divertirnos escuchando sus historias y a verlo feliz cuando la gente lo reconocía. Un 31 de diciembre, recibí una llamada de Varacka. Eran las 10 de la noche en Colombia y las 12 de la media noche en Argentina.
Escuché su voz alegrada por el vino y su emoción al desearnos feliz año. A esa hora comenzó a preguntarme por Barranquilla, por el Romelio, por el Paseo Bolívar, por el Aparta hotel Eslait donde vivió, por el Carnaval, por Junior, en fin. Entendí su llamada y sus peguntas como el grito de “¡Barranquilla te extraño!”.
Y aquí estamos otra vez en el recodo de la vida viendo pasar a los nuestros. Varacka, Coll, De la Torre, Chams, Dossman, Beltrán, Perea, McCausland, Poveda, Arroyo, Orozco, Forero, Rada, Daza, Rodríguez. Tantos que se nos arruga el alma. Tantos que diera la impresión que nos estamos quedando solos…