En las gradas, la hinchada de Junior se come las uñas, en el terreno sus jugadores sudan la gota gorda. 19 minutos del segundo tiempo y el equipo barranquillero está jugando contra el bus parqueado por Deportivo Pasto delante del arco de Neto Volpi. La camiseta azul de Comesaña está empapada en sudor. Junior insiste en jugar al fútbol. Pasto en evitar que el fútbol se desarrolle. Entonces, aparecieron la sucesión de hechos que llevaron al Pasto a su derrota, un cabezazo deficiente de José Ortiz, un globito de Luis Narváez devolviendo el balón a las 18, la pérdida individual en el mano a mano de Jown Cardona con Teófilo Gutiérrez, el rechazo con plancha del mismo Ortiz y el remate del “olvidado” Sambueza un poco fuera de las 18 yardas que ha pegado en el talón derecho de Fuentes (caído en el terreno de juego) y ha entrado para un gol que ha enloquecido al estadio. Una sucesión de “olvidos” en la marca acérrima del Pasto y “cuento acabao”. Se “olvidaron” de Sambueza y se “olvidaron” de Fuentes que llegó como invitado sorpresa, corriendo como una exhalación, cuando la pelota del tiro libre venía en el aire. La celebración con los puños cerrados de Comesaña es la confirmación que este juego se ganaría con paciencia y perseverancia. Es que un equipo de fútbol tiene dos circuitos. Uno de defensa y otro de ataque. Alguien decía que es más fácil destruir que construir y en el fútbol es una verdad verdadera. Los equipos del DT García siempre han sido así. Marcar y no dejar jugar. Pero ese fútbol sin fútbol la verdad es que no llena además que presuponer que se va a desarrollar un plan de trabajo sin cometer errores es casi un imposible y una presunción que se paga caro. Como esta noche.
Junior ganó con méritos y con justicia, pero aún falta el juego final. El panorama le cambió a Pasto. Jugar al cero ya no le sirve, porque va perdiendo 1x0…