Julián Rojas dice que empezó probando el aguardiente a los 13 años, lo hizo con un grupo de amigos y a escondidas en su natal San Andrés Islas; de ahí siguió con la marihuana y luego pasó a la cocaína, pero cuando sintió que su vida tocó fondo, luego de que lo atracaran a cuchillo dos veces en la ‘olla’ en que consumía drogas y tras un intento fallido de rehabilitación, decidió internarse en Valledupar para salir del oscuro mundo de las drogas.
En tenis y de camisa blanca viste a diario en la IPS Hombres de Bien, un lugar campestre a las afueras de esta capital. “Me siento bien, estoy tranquilo, motivado, lleno de esperanza y mucha fe, con ganas de echar pa’ lante”, dice el acordeonero con mirada fija al cielo de verano, para luego soltar otra de sus frases que evidencian sus fuerzas de voluntad: “la vida es una lucha constante y tengo la certeza de que este no es mi fin”.
Julián siente que este es el momento de reescribir su historia.“Aquí estoy becado. Esto es como una carrera de la universidad y yo estoy estudiando por mi vida, estoy aprendiendo una serie de herramientas que me van a llevar al éxito y al triunfo definitivo”, sostiene frente al nuevo proceso de rehabilitación.
EL FRACASO
El anterior proceso, a su juicio, fracasó por convertirse en la figura de promoción del centro de rehabilitación en que estaba. Confiesa que el hecho de salir con constancia a atender entrevistas le llevó a desatender la rehabilitación.
“Tengo un compromiso muy grande con Dios, mi familia y conmigo mismo”, dice el rey vallenato 1991, quien afirma estar consciente de que esta vez no puede fallar, “porque hay mucha gente que me quiere, soy el rey del pueblo y tengo que valorar ese cariño, no puedo permitir que la gente se aburra de mi”.
En cada segundo de su presente busca fortaleza en sus tres hijas. “Tengo que cuidar ese tesoro”, reflexiona y aprovecha para enviar un mensaje a sus colegas y es que a ayuden a sus hijas y esposa con la manutención, ya que él no estará laborando mientras afronta el nuevo tratamiento.
‘MALAS INFLUENCIAS’
Julián Rojas recuerda que en medio de las parrandas era donde se encontraba con el pecado. En una noche de fiesta era fácil, recuerda, tropezar ‘con el enemigo’ al que denomina “una fuerza oscura”, que hoy jura vencer.
“Luego de estar en Chinauta salí bien, estuve por cinco años tranquilo, pero recaí precisamente por las amistades y malas compañías, gente que me decía que recordara las rumbas, lo uno y lo otro, y visitar sitios peligrosos. Fueron motivos de mucho peso que me hicieron recaer, pero no me he dado por vencido, aquí estoy en un proceso que lo pienso hacer bien hecho”, esboza el sanandresano. Ahora sus días están rodeados de adolescentes y adultos que están en el mismo proceso de superar la droga, como por ejemplo Kevin Andrés Manquillo, de 22 años, quien se sobrepuso la adicción y hoy es terapeuta del lugar o como Carlos Vidal, quien después de 20 años en las drogas hoy espera superar la etapa y convertirse en psicólogo.
“Lo importante de todo esto es ayudar a los demás, rescatar almas para Dios. Soy capaz con mi testimonio de vida de decirles a muchas personas con adicción a drogas y juegos que vengan a hacerse un tratamiento y hagan algo por sus vidas y familias”, sostiene.