“¡Riohacheros: olvidaos de la política que es vicio y gangrena de los pueblos y dedicaos al trabajo honrado! ¿Nos volveremos a ver? Sí, en el cielo”.
“¡Riohacheros: olvidaos de la política que es vicio y gangrena de los pueblos y dedicaos al trabajo honrado! ¿Nos volveremos a ver? Sí, en el cielo”.Archivo
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¿Un sacerdote le echó una maldición a Riohacha?

Una creencia que nació por la declaración del sacerdote sobre el fraude llamado “Registro de Padilla”, ocurrido el 2 de febrero de 1904.

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“¡Riohacheros: olvidaos de la política que es vicio y gangrena de los pueblos y dedicaos al trabajo honrado! ¿Nos volveremos a ver? Sí, en el cielo”.

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Fueron las palabras que escribió monseñor Pedro Espejo Daza en diciembre de 1905 desde Ocaña, hacia donde se fue, luego que saliera presionado por los políticos de Riohacha, su tierra natal.

Muchos habitantes de esta capital interpretaron esas palabras como una “maldición”, a la que le han atribuido por muchos años los graves problemas que ha tenido desde hace mucho tiempo, como la mala prestación de los servicios públicos, las malas administraciones, la corrupción y la pobreza.

Sin embargo, son muchos los que afirman que esto no fue una maldición, solo un advertencia que el sacerdote hizo en su exilio después que testificara dentro de la investigación que se llevó a cabo por el fraude electoral llamado “Registro de Padilla” que se produjo el dos de febrero de 1904 y que permitió que el general Rafael Reyes llegara al presidencia de Colombia.

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Uno de los que ha creído en el padre Espejo y llevó a cabo una campaña de desagravio para impedir que se siga hablando de esa supuesta maldición, ha sido el actual presidente de la Academia de Historia de La Guajira, el abogado Orlando Esau Vidal Joiro, quien incluso se tomó el trabajo de imprimir un folleto con la que considera la verdadera historia sobre este episodio de la historia de Riohacha.

Según la investigación que llevó a cabo, todo comenzó poco después que Colombia saliera del conflicto civil de la Guerra de los Mil Días, cuando se realizó la elección presidencial, la cual era de manera indirecta, es decir a través de un organismo compuesto por compromisarios que se escogieron el 7 de diciembre de 1903. Estos después se reunían en las capitales y por votación, elegían al presidente y vicepresidente del país.

Los candidatos eran el general Rafael Reyes y el general Joaquín Vélez, para presidente, así como Ramón González Valencia y Alfredo Vásquez Cobo para vicepresidente.

El también escritor Vidal Joiro asegura que en Riohacha, capital en ese entonces de la provincia de Padilla, no se reunió la Asamblea Electoral y que por lo tanto, no se hizo la elección presidencial, sino que los registros aparecieron firmados en blanco y posteriormente llenados con los nombres de Rafael Reyes y Ramón González Valencia y, remitidos al Gran Consejo Electoral en Bogotá.

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Como era dos de febrero, día de la Virgen Nuestra Señora de los Remedios, el cacique político de la época en la región Juanito Iguarán, realizó en su casa una gran fiesta con whisky, comida y destacados invitados, como era y sigue siendo tradicional en esta fecha.

Según la historia, Iguarán había tenido en su poder estos registros y había dicho que los llenaría a su antojo, conociendo toda la región que era muy allegado al general Reyes.

El fraude por parte de este dirigente político fue completo, ya que además de llenar el acta a favor del general, también puso más votos de los que debían ser en esta región conformada por los municipios de Padilla, Barrancas, Fonseca, Villanueva, San Juan del Cesar, dos municipios de la provincia de Valledupar y por supuesto Riohacha. De acuerdo a las normas de la época, los electores debían ser 22 y Juanito puso 45 electores, es decir, 23 de más.

Esta situación provocó de inmediato la denuncia de los seguidores de Joaquín Vélez y en el curso de la investigación, uno de los interrogados fue el padre Pedro Espejo, quien era el párroco de Riohacha en ese entonces.

Según Vidal Joiro, “este declaró que los días primero y dos de febrero se encontraba en la ciudad y que había oído decir que la Asamblea Electoral no se había reunido, que no recordaba qué personas se lo habían dicho y que no sabía ni había oído decir, a qué candidato habían elegido”.

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El sacerdote dijo también que los riohacheros en esa fecha salen a recoger la vela en la iglesia, asisten a la procesión que es alrededor del parque Almirante Padilla y luego de oír la tradicional eucaristía, se dedican a parrandear, así que no creía que se hubieran desarrollado las elecciones correspondiente a ese día.

“Esta declaración causó malestar a los amigos del gobierno y de inmediato hicieron trasladar al cura para la ciudad de Ocaña y de ñapa, le inventaron lo de la tan mentada maldición, con el fin de indisponerlo con sus mismos paisanos”, aseguró el abogado Vidal.

“Durante mucho tiempo la gente creía en esta maldición, incluso en esta época aún se habla de ella por parte de los habitantes de Riohacha y hasta de personas que llegan de afuera”, dice el presidente de la Academia de Historia.

Agrega que como parte del desagravio quienes creyeron en su palabra, le hicieron un año de misa al padre Espejo, quien después de Ocaña, fue trasladado a Santa Marta, donde recibió el título de monseñor y al morir en 1934 a los 80 años, fue sepultado con los honores de un santo.

De nada sirvieron sus palabras, porque la investigación terminó muy rápidamente con la firma de un acta que declaró electo al General Reyes ya que según esta, no se comprobó que la Asamblea Electoral de Padilla no se reuniera el 2 de febrero en Riohacha para la votación y que por consiguiente desde el acta citada no era nula.

Al partir de Riohacha, el sacerdote le escribió una carta a los riohacheros en la que expresa en uno de sus apartes lo siguiente: “Parto no para un lugar extraño, sino para una ciudad en donde se deslizaron casi sin sentirlo los primeros años de mi vida; de modo que al separarme de esa mi amada patria, me encamino a Ocaña, que tiende sus brazos para recibirme y me guarda amigos con quienes compartiré mis ratos de alegría y tristeza”.

Termina diciendo: “Mucho tengo que deciros, pero los estrechos límites de este escrito me obligan a condensarlo en pocas palabras: uníos, sepultad en el olvido las pasadas ofensas, para que todos, como un solo hombre, se preocupen por la felicidad de la patria; santa aspiración de pechos generoso! Dedicaos al trabajo honrado que ennoblece y pone a cubierto de los vicios, y separaos de la política que corrompe y es verdadera gangrena de los pueblos”.