Cuando una persona muere, en muchas ocasiones se generan historias particulares después de su deceso, relacionadas con creencias y fenómenos del más allá. Algunas almas alcanzan a descansar en paz, mientras que otras se dicen son rechazadas del purgatorio y no alcanzan a hacer el tránsito hacía el paraíso divino, las cuales quedan penando en su regreso al mundo terrenal.
En noviembre, cuando en nuestro país se celebra el mes de los fieles difuntos, se dice que es un tiempo dedicado a las almas del purgatorio y a aquellas que aún penan.
¿Pero qué son realmente las almas en pena? Es el nombre derivado de las creencias y ritualidad del catolicismo para llamar a las almas que se encuentran en ‘El Purgatorio’, espacio divino de purificación del espíritu para poder transcender al cielo. Según las leyendas, a las ánimas se les da un permiso anual, el 2 de noviembre, para visitar a sus familiares para pedir misas para su evolución en el purgatorio o resolver cuentas pendientes que dejaron cuando partieron de este mundo.
Esta creencia fantasmagórica del espíritu en pena ha generado un sinnúmero de leyendas urbanas y relatos con advertencias relacionadas con las ánimas y el respeto que se le debe tener durante este mes con comportamientos como: acostarse temprano rezando un padre nuestro y un Ave María por esa alma; poner una veladora durante este mes con una fotografía del fallecido; evitar peleas con la familia y visitar su tumba, dejándole presentes en el cementerio.
A continuación conoceremos algunas leyendas y casos asombrosos que existen alrededor de los difuntos o ánimas benditas del purgatorio.
LA COSTURERA Y EL HUESO DE MUERTO
Una leyenda urbana relacionada con el respeto que se le debe tener a las ánimas es la de ‘La costurera y la canilla de un muerto’. Según cuenta la leyenda, una mujer que se dedicaba a la costura en Remolino (Magdalena), estaba confeccionando un vestido de novia, pero tenía la costumbre de trabajar hasta altas horas de la noche. Mientras realizaba su labor el 2 de noviembre, el pueblo se quedó sin luz, entrada en desesperación porque no encontraba una vela para seguir con su trabajo; de repente vio una procesión que venía pasando y le pidió prestado a alguien de la multitud una vela, a lo que esta persona le contestó: “Te la presto pero mañana vengo por ella y algo más”.
Según el relato, la mujer siguió cociendo hasta quedarse dormida encima de su máquina de coser. Cuando despertó se dio cuenta que la vela se había convertido en una canilla de muerto. Aterrorizada, buscó al párroco del pueblo para contarle lo sucedido, este la regañó y le dijo: “Ese hueso es de un ánima bendita del purgatorio que luego iba a venir por su parte y de paso por ella, por irrespetar las horas de la noche cuando todos deben descansar”.
La única forma para que no se llevaran a la costurera a penar con ella, era que el ánima al momento de pedir su hueso escuchara el llanto de un recién nacido, de esta manera tendría misericordia del bebé por quedarse sin madre.
Cuentan que la mujer prestó un bebé y cuando se cumplió la hora, se fue la luz de nuevo. Inmediatamente se sintió una procesión con gritos espantosos que tocó su puerta. El alma bendita pidió su hueso y al escuchar el llanto del niño le dijo lo siguiente: “Te perdono porque tienes un bebé en tus brazos, de no ser así estuvieras ahora mismo penando con nosotras por siempre por irrespetar nuestro día”.
Al día siguiente esta mujer les hizo una misa, prometiendo nunca más trabajar en horas de la noche, algo que cumplió por el resto de su vida, ya que entendió que en este mundo hay tiempo para trabajar, para descansar y también para reencontrarnos con nuestros seres queridos.