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Los macabros juegos que aterrorizan a los niños de la Costa Caribe

En los sectores populares los infantes disfrutan descalzos en la arena con la bolita uñita o trompos.

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Los niños de la Costa pasan su tiempo libre dedicado a los jue­gos tradicionales y modernos. En los sectores populares los infantes disfrutan descalzos en la arena con la bolita uñita o trom­pos; mientras que en las habitacio­nes acondicionadas del norte optan por pasar horas frente al televisor y las consolas de video.

Sin embargo, muchas veces estas actividades pasan de ser un momen­to de esparcimiento y se convierten en actividades místicas, especial­mente si se practican hasta altas ho­ras de la noche.

Algunos niños son intimidados por sus abuelos quienes les dicen: “¡Si juegas hasta tarde te pueden espan­tar!”, advertencia que a muchos les causa risa, pero cuando comienzan a escuchar sonidos extraños, ecos de los juegos o ver espectros que están atados a ellos, es cuando se arrepien­ten de sus travesuras.

A continuación se relacionan algu­nas experiencias paranormales liga­das a los juegos más comunes de la región Caribe.

LOS YASES DE HIERRO

Sofía Quiroz, cuenta que cuando niña vivió una experiencia aterra­dora con unos yases de hierro en su casa familiar en La Alboraya. Relata que a los 8 años su compañera de jue­go era una tía que padecía un tumor cerebral y luego de que esta falleciera abandonó estos elementos de hierro.

“Eran las 8 de la noche y al guardar los zapatos después de embolarlos pa­ra el colegio vi los yases con los que ju­gaba con mi tía y empecé a tirarlos, pe­ro mi abuela me regañó y me dijo que me durmiera. Le hice caso y los guar­dé debajo de la cama, luego comencé a escuchar como estos se movían en el piso, solo se me ocurrió rezar un pa­dre nuestro y me respondieron abajo con voz gruesa: ‘!Tú en cama y yo en el suelo!’”, explica Quiroz.

EL NIÑO Y EL BALÓN

Otra historia particular relaciona­da con jugar hasta altas horas de la noche es la contada por Daniel San­doval. “Recuerdo que cuando tenía 10 años estaba de vacaciones donde mi madrina en el barrio Nuevo Milenio y estábamos jugando fútbol en la can­cha, eran las 10 de la noche y a esa hora vimos a un niño que se sentó a ver nuestro partido. En ese momen­to el balón se fue lejos y el niño salió a buscarlo, luego desapareció jun­to a la pelota y todos quedamos en shock”, cuenta Sandoval quien hoy tiene 19 años, y afirma que ese es­pectro aún aparece en la cancha de arena de Nuevo Milenio, espantando a los que juegan hasta tarde.

Otra historia escabrosa es la na­rrada por Julián Santos. “Siempre me gustaba jugar bolita uñita en mi terraza para ganárles a mis amigos, pero recuerdo una noche que escu­ché su sonido y al mirar desde mi cuarto hacia terraza vi unas som­bras deformes largas y pequeñas jugando, del susto me desmayé”, ex­plicó Santos.

Wilfredo Betancourt, quien labora como celador hace 20 años, también habla de la aparición de un grupo de niñas afrodescendientes que juegan a la ronda en el Barrio Abajo en horas nocturnas. “Cier­ta noche escuché varias palmadas y risas, algo que me alertó, porque eran como las 2 de la madrugada, una hora inusual para que los niños es­tuvieran jugando. Luego vi en una es­quina a unas niñas negritas con vestido blanco que se reían con mucha fuer­za hasta que desaparecieron”, indicó Betancourt.

Por: Álvaro Palacio