La terrorífica historia del asesino en serie que convertía a sus víctimas en hamburguesas
El hombre vendía la carne de sus propias víctimas en hamburguesas que se compraban a un lado de la carretera. Murió en 2017 y se le adjudican las muertes de al menos 13 personas.
La mañana del 6 de agosto de 2017, la institución correccional de Cumberland, en Maryland, Estados Unidos, se llenó ante la presencia de 7 carros de Policía abordados por 5 agentes, cada uno. Posteriormente un camión forense y luego el cúmulo de otros agentes más, dio por sentado entre los reclusos que alguna novedad había sucedido. Y era así.
En víspera de esa jornada se había presentado el deceso de quien fuera uno de los asesinos seriales con uno de los modus operandis más perversos en la historia de la humanidad: Joe Metheny, quien tenía como método práctico el acabar con la vida de mujeres para luego utilizar su carne humana como elemento de preparación de hamburguesas que solía vender a un lado de la carretera.
De la muerte de Metheny se supo poco. Tanto como de sus días una vez fue arrestado y la oscuridad de la cárcel lo absorbió hasta que la prensa olvidara la atrocidad de sus crímenes.
El carnicero
su naturaleza criminal lo hizo recibir el apodo de Carnicero. Y no era para menos. Con 1,80 de estatura y más de 200 kilos de peso, Metheny imponía miedo de un primer avistamiento. Sombrío y de pocas palabras, el sujeto ni siquiera opuso resistencia cuando se supo detenido por las autoridades.
Eran varios los delitos que había en su historial. Los reportes indican que comenzó a delinquir con hechos de sangre desde 1994, cuando secuestró a su primera víctima, una mujer de 23 años llamada Cathy Ann Magaziner. Ella fue víctima de abuso sexual, asesinato y el posterior descuartizamiento de su cuerpo. Los reportes policiales decían que la mujer se dedicaba a ejercicios de prostitución en las noches norteamericanas, por lo que su desaparición no fue un hecho investigado a profundidad en aquel momento por las autoridades.
Se creía que era un hombre sombrío, pero tal vez no capaz de cometer siquiera un crimen. Quienes lo conocían, aseguraban que el hombre era conductor de montacargas y fue descrito universalmente como inteligente, bien hablado y muy educado.
Sin embargo, el cuerpo de Cathy reposaba como la promesa oscura de una doble identidad insospechada en el interior de una fosa poco profunda, en cercanía al lugar de trabajo del hombre.
Los crímenes continuaron con los años y su metodología variaba en instrumentos, pero no en ejecuciones: en la mayor parte del tiempo, Metheny iba por personas en condición de calle, prostitutas o algunas veces criminales.
El juicio y la confesión
Al momento de su captura, era poco más de los asesinatos lo que se sabía en su contra. La denuncia llegó por cuenta de Rita Kemper, una mujer de la que intentó abusar sexualmente en el interior de un remolque, pero de algún modo, ella logró escapar, no sin antes escuchar de Metheny que "acabaría con ella y la enterraría en el bosque, junto a las otras".
Aunque Metheny encajaba dentro del perfil de un asesino serial, solo se tuvo una dimensión clara de su atrocidad cuando confesó, sin inmutarse, que comía parte de la carne de sus víctimas dentro de hamburguesas que también había dado a otras personas.
A su vez, confesó en su día que el camino de los asesinatos lo eligió como una forma de buscar venganza por el abandono que sufrió por cuenta de una de sus exparejas.