Sin embargo, relatos de madres con sus hijos en ocasiones pueden ser trágicos, incluso fatales. Así es la historia de Andrea Yates , una mujer residente en Texas, Estados Unidos, que ahogó en una bañera a sus cinco hijos.
El caso, ocurrido en la década de los 2000, dejó conmocionado al pueblo estadounidense, y por cómo se dio, dudas con respecto al tratamiento que debe tener la salud mental.
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La mujer en cuestión nació en Hallsville, Texas en 1964, creció en una familia devota en la que ella era la mejor de cinco hijos, fruto de sus padres: Jutta Karin Koehler, un inmigrante alemán, y Andrew Emmett Kennedy, un hombre de origen irlandés.
Andrea creció con una niñez donde se formó con excelentes calificaciones en secundaria, incluso siendo la mejor en su clase. Hasta en los deportes figuraba, siendo capitana del equipo de natación.
No obstante, según los relatos de familiares, apenas siendo adolescente empezó a presentar los primeros síntomas de deterioros en salud mental y física. Tenía bulimia, trastorno alimenticio y psicológico, mientras que fue mostrando ideas suicidas a los 17 años.
Deterioro mental
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A pesar de muestras sobre su deterioro mental, Yates logró estudiar enfermería en la Universidad de Houston , donde se graduó en 1982. En su profesión trabajó desde 1986 hasta 1994 en MD Anderson Cancer Center, donde desarrolló, según sus compañeros, sus ocupaciones de manera normal.
En 1989, Andrea empezó una relación con Russell ‘Rusty’ Yates . En 1993 contrajeron matrimonio. Por su puesto, con una relación estable, llegaron los hijos: el 26 de febrero de 1994 nació el primero de cinco, llamado Noah Jacob.
La pareja, que se trasladó a Florida por el trabajo de ‘Rusty’, experto en computación de la Nasa que ganaba muy bien en ese momento, tuvo su segundo hijo en diciembre de 1995, de nombre John Samuel. Tras dos años vino su tercer hijo, Paul Abraham, el 13 de septiembre de 1997, fecha en la que Andrea ya no trabajaba como enfermera y se había mudado nuevamente junto a su familia a Houston.
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Para ese momento fue cuando empezaron los calvarios que vivió su familia. Andrea, como primer episodio grave, según recuerda su esposo, empezó a temblar y a morderse las yemas de los dedos, pidiendo ayuda desesperadamente.
A pesar de estar en casa de sus padres, al parecer ya tranquila, Andrea aprovechó el momento de la siesta para tomar 40 tabletas de un fuerte sedante que amenazaron con su vida, lo que fue el primer intento de suicidio, según lo registrado.
Parece un hecho digo de marca la vida para una persona y sus allegados. Pero los momentos que vendrían después fueron incluso peores.
Los intentos de suicidio
Andrea, debido a sus trastornos, pasó largas temporadas internada en centros psiquiátricos. Pero a pesar de estabilizarse, los intentos de suicido continuaron. En una ocasión, con cuchillo contra su cuello, le dijo a su esposo que la dejara morir.
Luego de dos intentos más de suicidio y otras hospitalizaciones psiquiátricas, los especialistas dieron finalmente con un diagnóstico: psicosis posparto, una enfermedad poco común y que se desarrolla generalmente dentro de la primera semana después del parto , con múltiples síntomas que incluyen confusión, desorientación, pensamientos obsesivos, alucinaciones, delirios y paranoia.
Lo peor estaba por llegar. A pesar de las advertencias a la pareja por parte de los especialistas, decidieron tener otro hijo, nacido el 30 de noviembre del año 2000.
La situación de Andrea, quien ya llevaba varios años de haber dejado sus tratamientos, explotó en marzo de 2001 con la muerte de su padre, pero de la manera más cruel y menos esperada.
La mujer, con unos 37 años en ese momento, el 20 de julio del 2001, asesinó uno a uno a sus cinco hijos , ahogándolos en una bañera.
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Después del trágico momento, las declaraciones de la implicada no dejaron de asombrar. Lo que relató durante el juicio, que fue ampliamente divulgado por medios de comunicación, sorprendió a todos.
La mujer indicó que el primero en ser asesinado fue Paul, de 3 años. Relató que a pesar de que el niño luchó, no pudo ante la fuerza de su madre. Le siguió Jhon, de 5 años, quien en un principio se había negado a entrar al baño.
Con los dos niños sobre la cama cubiertos con una sábana, siguieron Luke de 2 años, y Mary, de seis meses. El crimen se completó con Noah, su primogénito, se 7 años, quien salió corriendo por la casa luego ver la macabra escena en el baño. Sin embargo, no pudo escapar de las manos de su madre.
Luego de cometer el crimen, Andrea llamó al 911 para informar sobre el asesinato de sus hijos. Minutos después llamó a su esposo, quien se encontraba trabajando. Él, al no oír nada, le preguntó qué le pasaba y ella respondió “Es la hora”. Cuando le preguntó si alguien había sido lastimado, ella respondió: “Sí, los chicos. Todos ellos”.
Rusell se encontró con la desolada imagen de los cadáveres de sus hijos y la casa llena de policías. Se preguntó ante el asombro de todos el por qué no protegió bien a sus hijos.
Durante el juicio, Andrea aseguró en varias oportunidades que “el diablo la obligó a hacerlo”. El 15 de marzo de 200 el jurado rechazó tanto la pena de muerte como la defensa de Andrea, que alegaba locura. Fue sentenciada a cadena perpetua con cargos de asesinato en primer grado, pero con la posibilidad de pedir libertad condicional cumplidos los 40 años en la cárcel.
En julio de 2006, Yates fue declarada no culpable por demencia. Se comprometió a ser internada en el North Texas State Hospital-Vernon Campus y en 2007 fue trasladada al hospital estatal de Kerrville en Texas , un centro mental de baja seguridad, donde se mantiene hasta este momento.