Adicto al crimen y misterioso, aunque siempre negó las imputaciones, Harold Shipman fue merecedor de un apodo acorde con su reconocimiento profesional: el doctor muerte, luego de que investigaciones judiciales comprobaran su protagonismo en una serie de asesinatos con un patrón definido.
Shipman fue condenado a 1000 años de cárcel con varias cadenas perpetuas. Las investigaciones lo hallaron responsable de la muerte de 15 de sus pacientes, pero un expediente judicial concluyó que, aunque las cifras oficiales dan cuenta de un total de 218 muertes, en realidad podría tener responsabilidad en un total de 260 hechos.
Esa investigación fue encabezada por la magistrada del Tribunal Supremo de Reino Unido, Janet Smith. En total, ella analizó 888 muertes que guardaban algún tipo de relación con el doctor muerte,quien acabó con su vida en el año 2004, a la edad de 57 años.
"Nadie que lea el informe de la investigación puede evitar quedar anonadado por la enormidad de los crímenes cometidos por Shipman y, como yo, por la simpatía hacia sus víctimas y los familiares", declaró la magistrada en 2002, dos años antes de la muerte del hombre.
Shipman era segundo de cuatro hijos. Durante sus años de juventud demostró tener habilidades para el rugby y el atletismo, pero la oscuridad llegó a su vida desde los 17 años, cuando su madre falleció por cuenta de un tumor cancerígeno.
Algo cambió en él a partir de ese momento
En la última etapa del cáncer de su mamá, Shipman atestiguó cómo ella recibió una morfina letal suministrada por un médico dentro de su propia casa.
La mujer murió sin padecer más dolor, pero la carga se trasladó por completo a los hombros del entonces joven, quien siguió con su vida y contrajo matrimonio 3 años después, en 1966, con Primrose May Oxtoby.
En 1970 recibió su diploma de médico y dos décadas después logró reunir los recursos para abrir su propio centro, justo cuando había logrado cosechar una reputación de prestigio entre sus colegas, quienes no sabían que su carrera profesional había crecido en simultáneo con su profunda sed de sangre inocente.
Su primera víctima, de acuerdo con los registros, data de 1975. La víctima fue Eva Lyons, una mujer que había llegado a su consultorio en el marco de una cita médica de rutina en un pueblo llamado Todmorden, caracterizado por su tranquilidad y paisajes en el atardecer.
En ese mismo año fue descubierto en medio de una falsificación de prescripciones de petidina, un tipo de morfina, la cual era para uso personal. En ese entonces recibió una multa de 600 libras, equivalentes a poco más de 3 millones de pesos colombianos, y fue obligado a permanecer en una clínica de rehabilitación en York.
La escalada del terror
Perseguido por la sombra del crimen, Shipman migró a la localidad de Hyde, muy cerca de Manchester. Allí consiguió en el centro médico local, donde alcanzó el cargo de médico de cabecera, lo que le representaba no solo un mejor salario, sino el prestigio dentro de la mancomunidad.
Allí se mantuvo hasta 1993, y se estima que el médico habría cometido 71 crímenes, todos bajo el mismo modus operandi.
¿A dónde fue? Shipman dejó Donneybrook para establecer su propio centro médico, en el que las cosas sospechosas no tardaron en comenzar a suceder.
Shipman se consideraba un "ser superior", como un Dios, que podía decidir quién vivía y quién no.
Por eso, en marzo de 1998 comenzaron a aparecer las sospechas por cuenta de la doctora Linda Reynolds, quien trabajaba justo en frente de la clínica de nuestro asesino en serie. Ella consultó al coronel del distrito de South Manchester porque los índices de mortalidad entre los pacientes de Shipman eran excesivamente altos.
Había un patrón marcado: Shipman era la última persona que veía con vida a quienes fallecía. Él emitía los certificados de defunción, pero a los cadáveres no se les realizaba autopsia y la gran mayoría eran cremados, o bien, incinerados.
Datos de la investigación mostraron que Shipman había certificado un total de 521 fallecimientos, siendo 300 veces más lo permitido por las autoridades en Reino Unido. Sin embargo, esa información pasó desapercibida a lo largo de los años por muchas autoridades.
"Mataba, y después se comportaba de muy variadas formas y ofrecía múltiples explicaciones de lo que había pasado. La manera de matar de Shipman, incluso ante los familiares, y cómo salía sin sospechas sería calificado de invención si apareciera en una obra de ficción", explicó la magistrada en su momento.
La detención y el suicidio
Shipman fue detenido en 1998 no por todos los asesinatos, sino por uno en específico: el de Kathleen Grundy, exalcaldesa de Hyde. El médico había falsificado el testamento de la víctima para favorecerse y la heredera legítima lo notó.
Y es que no era muy difícil: según el testamento, la última voluntad de la fallecida era dejarle una herencia de 386.000 libras al médico y no a su hija legítima, Angela Woodruff.
Ella de inmediato puso en alerta a las autoridades, quienes ya venían sospechando que había cabos sueltos en el caso, y de inmediato se pusieron manos a la obra.
Bernard Postles fue el encargado de llevar la investigación. con Shipman en prisión, el oficial dio la orden de exhumar 12 cadáveres y encontró un patrón ineludible: en todos había restos de morfina.
Como mencionamos antes, Shipman gozaba de reconocimiento a nivel de su mancomunidad y la noticia de su captura captó la atención de los medios de comunicación, quienes no tardaron en generar publicidad en torno al caso. Entonces la policía decidió no dar apertura a un nuevo proceso, pues el efecto mediático reduciría la imparcialidad en la decisión.
El médico fue capturado el 7 de septiembre de 1998. La policía elaboró una lista de 15 muertes sujetas a investigación, todas relacionadas con Shipman, y las cuales terminaron otorgando las condenas por cadenas perpetuas y 1000 años de prisión. Además de todo lo anterior, el juez fue enfático en recomendar que Shipman nunca más debía volver a quedar en libertad.
Por su parte, Shipman negó insistentemente su culpabilidad y nunca hizo declaraciones sobre sus actos. Su defensa intentó, en vano, que no se le procesara por el asesinato de la señora Grundy, alegando que no había motivos suficientes para inculpar a Shipman.
En 2004, el médico se ahorcó en su celda en la víspera de su cumpleaños 57. Había usado sábanas y las barras para lograr su cometido. Según se conoció, su motivación fue asegurar la seguridad financiera de su esposa después de que le despojaron de su pensión del National Health Service.