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Conozca el verdadera castillo de Drácula

Es la morada de vampiros más famosa del mundo.

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Existe un lugar en este planeta que despierta las sensaciones más oscuras entre quienes se atreven a explorarlo. Se trata del Castillo de Bran, una imponente construcción medieval ubicada en Transilvania (Rumanía), considerada un gran atractivo turístico por la creencia popular de que era la antigua residencia de Vlad Tepes el Empalador, más conocido por el resto de los mortales como el Conde Drácula.

Sobre este enigmático personaje se cuenta que no tenía piedad con sus enemigos. Infundía temor y desasosiego a todo aquel que osara contradecir su poder. Quien se atrevía a hacerlo, dicen que acababa siendo empalado desnudo en los fríos parajes de Transilvania y Valaquia. Así describen las crónicas de la época al temible Vlad Tepes Dráculea.

Este siniestro personaje del siglo XV, se hizo popular a finales del siglo XIX gracias a la famosa novela Drácula del escritor irlandés Bram Stoker, quien explicó que el Empalador residió en el Castillo de Bran. Sin embargo, los historiadores creen que, en realidad, el noble rumano solamente pasó unos días preso en sus mazmorras cuando el lugar fue capturado por los turcos. Escapó poco después.

Situado cerca de Braşov en Transilvania, este castillo es considerado un monumento nacional y uno de los puntos clave del turismo rumano por su antigüedad y valor arquitectónico. A pesar de su aspecto macizo y fortificado, el castillo de Bran recibió pocos asedios y su importancia militar fue escasa. Solo fue habitado permanentemente durante las décadas de 1920 y 1930, cuando sirvió de residencia veraniega a la reina María de Rumanía.

“Entre libremente, por su propia voluntad, y deje parte de la felicidad que trae”, así daba la bienvenida el conde Drácula a los visitantes.

Sus alcobas, pasillos, salas y patios según algunas personas que los han recorrido encierran una energía muy fuerte. En la Noche de Halloween, incluso se ofrecen un tour nocturno que pese a su alto precio, es uno de los más realizados por los europeos.

Los invitados reciben un cena (pollo con paprika, la misma comida descrita en la novela) y vino a la luz de las velas. Después se les deja libre para que puedan pasar la noche en ataúdes forrados de terciopelo rojo, como hacía Drácula en la novela de terror de Bram Stoker.

Las normas son sencillas: no se puede llevar ajo, ni joyería de plata. De hecho existe una advertencia que alude a la leyenda que los vampiros no se reflejaban en espejos. “El conde no es fan de las selfies en espejos”.

Muchos advierten de las terribles corrientes de viento que convierten al castillo en un lugar muy frío en horas nocturnas y explican que al pasar por la habitación y la sala de la edificación en la que hay algunos ataúdes y alfombras hechas con piel de oso, se puede sentir la presencia de Dracula.

Por todo esto y mucho más el Castillo de Bran es uno de los lugares más enigmáticos del mundo.